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martes, noviembre 28, 2006

EDITORIAL DEL DIARIO LIBERTAD.

EDITORIAL

La Represión a Oaxaqueños

Cuando este texto aparezca publicado en Diario Libertad ya habrán transcurrido varios días de la violenta represión del gobierno que preside Vicente Fox contra el pueblo de Oaxaca.

Empero, las repercusiones de esa violencia del Estado mexicano trascienden el confín mexicanos --más allá de nuestras fronteras-- y acceden a los ámbitos del mundo.

Esta represión --muchos detenidos, desaparecidos, torturados, heridos y muertos-- profundiza la imagen que ya tiene el mundo de que en México se libra una guerra civil.

Y que esa guerra civil tiene lugar en varias regiones de México, aunque particularmente en la capital de nuestro país y, desde luego, Oaxaca, un estado con fama turística mundial.

Esa guerra civil escapa a las definiciones convencionales, excepto en una: por un lado, el poder --que en México es cínicamente plutocrático-- y, por otro, el pueblo.

Una guerra civil de libro de texto: El poder que oprime al pueblo y lo mantiene en la miseria y un pueblo que quiere desasirse de esa opresión tomando las calles.

Es el poder formal --el del entramado sofista y tramposo de instituciones en torno a la base económica de grandes intereses privados-- versus el poder de la calle.

El poder de la calle es el poder del pueblo. La historia nos demuestra que ese poder suele imponerse, aunque ello tome inclusive décadas, si no es que cientos de años.

Las demás definiciones de guerra civil se corresponden con las condiciones objetivamente discernidas de la realidad social de México. Son dos bandos, cierto es, pero...

Pero un bando --el del pueblo-- está desarmado. El otro bando, el del poder formal, el de la plutocracia, se esconde tras las armas y tras un andamiaje de entelequias legaloides.

La imagen de que estamos en guerra civil está fija en la psique de muchas naciones --Estados Unidos, Europa, Asia, la América indo, afro e ibérica-- y en la de sus líderes.

Esos líderes se informan por sus propios medios --sus embajadas y agencias de inteligencia-- en México y no por la lectura de los medios difusores mexicanos, tan inexactos.

Los embajadores extranjeros en México tienen sus propios medios para discernir realidades y coyunturas sociopolíticas. Hasta el embajador de EU, Tony Garza, está preocupado.

¿Qué preocupa? Sabemos que a esos embajadores y sus gobiernos preocupan la estupidez del gobierno de México de resolver conflictos sociales sin ceder a demandas populares.

Ello explica, por ejemplo, que sólo 13 jefes de Estado y de gobierno hayan aceptado asisitir a la toma de posesión de Felipe Calderón. A la del señor Fox, en 2000, asistieron 20.

El costo político de una represión a movilizaciones sociales es, para cualesquier gobiernos, altísimo. En el caso de México, el costo político lo pagará Felipe Calderón.

Y dados los términos asimétricos de la relación bilateral con EU, ese costo político lo tendrá que cubrir eventualmente Washington, ante la inestabilidad en su flanco sur.

Existe, por añadidura, otra causal de preocupación en la metrópoli hegemonista: Un gobierno represor no es viable. Jamás lo ha sido. Y no lo será en México.

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