Nota del Universal:
Estrictamente personal.
Raymundo Riva Palacio.
08 de mayo de 2006.
Vicente Fox no deja de inmiscuirse en la campaña presidencial, en un acto ilegítimo e irresponsable, para apoyar al candidato panista Felipe Calderón.
L a contienda presidencial está entrando en su fase decisiva. Felipe Calderón, aprovechando la burbuja mediática de la campaña negativa contra Andrés Manuel López Obrador y del posdebate, buscará convertir sus preferencias electorales en voto real. López Obrador ajustó su estrategia y finalmente empezó a invertir en spots de televisión con el claro propósito de contrarrestar la embestida mediática a fin de tratar de detener su caída y volver a recuperar la iniciativa perdida durante dos meses. Roberto Madrazo, por su parte, sabiendo que los medios le son generalmente adversos, apostará a movilizar la estructura partidista y trabajar para que ésta, a diferencia de 2000, sí salga a las urnas a ganar la Presidencia el 2 de julio. En el contexto de una campaña presidencial normal, todo esto no sería sino parte de un ejercicio democrático altamente saludable. Sin embargo, no son tiempos normales.
Vicente Fox decidió no ser el Presidente de todos los mexicanos, sino un actor político dinámico y un activo del PAN metido de lleno en la contienda, con una insolencia y desvergüenza no vista, cuando menos, desde que José López Portillo hizo una campaña sin contendiente enfrente, cuando el régimen priísta utilizó todos los recursos financieros del Estado para apoyarlo. Los gobiernos priístas fueron denunciados políticamente por ese abuso e, inclusive, cuando Ernesto Zedillo fue respaldado por una enorme inequidad de seis spots en su favor contra uno del resto de los candidatos presidenciales juntos en la campaña de 1994, reconoció que su triunfo, si bien legal, había sido ilegítimo.
Un monitoreo estricto sobre medios electrónicos permitió un mejor acceso a Fox y a Cuauhtémoc Cárdenas en 2000, y cuando la prensa encontró indicios de abuso gubernamental en favor del PRI, las autoridades judiciales abrieron investigaciones y las desahogaron. Lo que no hubo fue la intervención grotesca de Fox, pues Zedillo se comportó como un jefe de Estado, algo que el Presidente actual ha traicionado en términos de su responsabilidad política y moral con la nación. Fox se está burlando de los mexicanos con su participación abierta en la campaña presidencial con el propósito evidente de manipular al electorado y pretender inclinar el voto hacia Calderón.
López Obrador y Madrazo la llaman una "elección de Estado", por el uso y abuso de la investidura presidencial. Los Pinos dice que no es cierto, y el PAN, por supuesto, rechaza semejante aseveración. Los datos de la Secretaría de Hacienda, sin embargo, indican otra cosa. Durante los primeros cuatro meses de este año, el gasto del gobierno federal en comunicación social y publicidad se incrementó en 137%, mientras que el de difusión de mensajes y actividades tuvo un alza de 162%.
Es absolutamente inaceptable la burla presidencial, que para justificar que no está haciendo propaganda en favor de un candidato y un partido, rematan los spots y los anuncios subrayando que éstos no son pagados por ningún partido y que tampoco cumplen fines proselitistas. Para efectos prácticos, reconocen inclusive dentro del equipo de campaña de Calderón, el activismo de Fox sí les ha beneficiado con el electorado.
Lamentablemente, no hay forma aún de hacerle frente a esa burla de Fox, pues el sistema político mexicano carece de una legislación que le permita al IFE detener esos abusos. Puede haber una acción administrativa, pero es un proceso de largo plazo que, al término de éste, en todo caso, sería contra el partido pero no contra el Presidente.
Para que el Tribunal del Poder Judicial de la Federación pudiera actuar, como hace unos meses frenó parcialmente al Presidente, tendría que haber una denuncia, algo que tampoco existe por parte de los candidatos afectados. La única presión que se le puede hacer al Presidente es moral, pero como Fox ha venido demostrando en los últimos meses, su moral política se detuvo cuando vio que Calderón, en efecto, podía perder la elección presidencial. ¿Hace esto a Fox un Presidente inmoral? Sin duda. Lo peor, es que no se limita sólo a ello.
La utilización del aparato del Estado en favor de Calderón no se limita a la propaganda gubernamental. Esta refuerza la política social foxista que tiene una extensión que invade las convicciones del electorado y lo puede hacer modificar su voto a través de la manipulación. Se trata del programa Oportunidades, de la Secretaría de Desarrollo Social que encabeza Teresa Aranda, quien jugó con Calderón durante la contienda interna por la candidatura presidencial del PAN, y cuya antecesora, Josefina Vázquez Mota, co-coordinadora de la campaña. Otro de los asesores clave de Calderón, Juan Molinar Horcasitas, cobró fama en sus tiempos de académico con un detallado estudio sobre cómo el Programa de Solidaridad, inventado por el ex presidente Carlos Salinas y precursor de Oportunidades, fue utilizado con fines electorales.
La campaña panista asegura que no está utilizando Oportunidades para los objetivos de Calderón, pero de acuerdo con la propia Sedesol, hay 4 millones de votantes potenciales que podrían ser manipulados electoralmente, lo que significa en porcentajes, de acuerdo con el padrón, unos 8 puntos, suficientes para inclinar a su lado el voto. Según estrategas del PRI, el PAN espera obtener de Oportunidades al menos 2 millones de votos y, de paso, neutralizar las políticas sociales que López Obrador puso en práctica en el Distrito Federal cuando fue jefe de Gobierno.
Los partidos de oposición, incluidos sus candidatos, se encuentran en el campo de la denuncia, pero no han pasado al terreno de comprobarles el uso ilegal e ilegítimo de fondos públicos en la campaña presidencial. Un estudio del caso para entender la mecánica de esta manipulación lo pueden encontrar en Veracruz, donde podrán observar que en aquellas comunidades donde se aplicó con mayor intensidad Oportunidades, estuvo relacionada con el comportamiento electoral de las mismas y los resultados en ellas. Ahí se puede encontrar la relación directa ayuda-voto, que les permitiría argumentar la manipulación del elector.
No deja de existir una especie de impotencia al ver que la actitud de Fox se remonta sin escrúpulo algunos varios sexenios atrás, y que los pasos dados en 1994 y 2000 están siendo borrados. Esta frustración la sienten no sólo los candidatos a la Presidencia, sino seguramente muchos que cuando Fox se ponía orejas de burro en el Congreso, durante la Legislatura en la cual nunca se subió a la tribuna, ya luchaban por la democracia.
Fox, un beneficiado directo de esa lucha, no sólo es un político malagradecido, sino desmemoriado e irresponsable. El tiempo se le acaba, sin embargo, y llegará el momento en que este Presidente por default empiece a pagar, cuando menos políticamente, el daño infringido al sinuoso proceso de construcción democrática mexicano.
Una razón mas para votar por AMLO y la mayoría perredista al Congreso.