PILLAJE PATRIMONIALISTA
LA PRESIDENCIA DEL ESTIGMA |
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POR ABRAHAM GARCÍA IBARRA La fuerza de los hechos, al transcurrir del sexenio, nos ha autorizado a afirmar en repetidas ocasiones que Vicente Fox Quesada apareció en la escena pública, no como un político de carrera, sino como un aventurero francotirador "a la carrera", ansioso, no de ser Presidente de México, investidura a la que son consustanciales la ciencia, el arte y la responsabilidad de gobernar, sino de usufructuar los placeres vicarios que otorga la transitoria pero rentable ocupación de las cabañas de Los Pinos. La de Palacio Nacional es otro cantar. Desde esa convicción, que algunos consideraron tendenciosa política e ideológicamente, advertimos que, en la naturaleza de Fox Quesada, está la sospecha de desquiciamiento de sus facultades mentales, su propensión a la trácala y el activo repudio a los deberes, ya no del estadista. Ni siquiera los de un ciudadano consciente de los imperativos cívicos. Desde su inane ambulantaje entre pasillos y curules de la LIV Legislatura federal (1988-1991), lo vimos, con su imitación de orejas de burro sobre su mollera, predispuesto al relajo y a la bufonería infantilóides, gratificado con la carcajada y el aplauso de sus correligionarios del Partido Acción Nacional (PAN). Aunque tardíamente circuló por ahí el presunto testimonio de un facultativo de León, Guanajuato, que -después de atenderle de un padecimiento íntimo e inconfesable-, recomendó un desoído tratamiento psicológico, la resistencia a revelar cuáles son las causas clínicas por las que recibe medicamentación, no permite saber el alcance de los efectos de su adicción a una relajante bebida embotellada que no sólo vendía, sino que, según su propia confesión, consumió durante veinte años como rapto de lealtad a la trasnacional que le dio empleo durante largo tiempo. No obstante, es del dominio público ahora su sometimiento a un ansiolítico conocido científicamente como Prozac. En el expediente inmediato a su arribo a la Presidencia de la República, ya se sabía que se alzó con el cargo de jefe del Poder Ejecutivo de Guanajuato, pero fue reacio a asumir las funciones de la gobernación. Su periodo fue de un incesante paseo fuera del estado y del país, delegando sus responsabilidades en los que la voz popular guanajuatense motejó como "los gobernadorcitos". De ese periodo, están documentadas dos de las características de su personalidad: a) su terco rechazo a la fiscalización legislativa de su gestión administrativa, eludiendo la transparencia y la rendición de cuentas. Todavía están latentes en el Congreso local los dictámenes de las cuentas públicas de su mandato, y b) su furibunda repulsa a la Ley de Responsabilidades de los Servidores Públicos, cuyo decreto se negó a promulgar, diciéndose víctima de "persecución política" de los diputados opositores. En los meses postreros de su "administración" estatal y ya en plena campaña presidencial, era sabido que miembros de la familia Fox Quesada andaban a salto de mata, indiciados en tribunales de los Estados Unidos a promoción de bancos acreedores con los que tenían deudas insolutas. La tipificación judicial de las causas se relacionaba con el delito de fraude. Por aquellos días, uno de sus consanguíneos atribuía la mala situación financiera de las empresas familiares a los alocados proyectos del ex empleado de Coca Cola y, en tono entre indulgente y rencoroso, lo consideraba "el hermano incómodo" de la familia, en asociación con el mismo adjetivo que se le asestaba a Raúl Salinas de Gortari, carnal del ex presidente Carlos, de los mismos apellidos. De esa temporada es el registro de las palabras de doña Mercedes Quesada: "No lo visualizo como Presidente, no lo creo". Ya enfilado hacia Los Pinos, la Universidad Iberoamericana, 25 años después de haber pasado por sus instalaciones, le expidió el título de licenciado en Administración de Empresas, con una tesis que se le adjudicó a uno de sus ex colaboradores en el gobierno de Guanajuato, Carlos Flores. De sus exóticas y ridicularizantes divagaciones ya investido con el cargo de Presidente de México, hasta el ¿Yo por qué?, existe un vasto y sobrado acopio que enriquece la picaresca mexicana. Sólo faltaba la cereza en el pastel: La reciente y desenfada declaración, un mes después de que motu proprio dio por bajada la cortina de su changarro, de que, sintiéndose libre porque ya se va, puede decir todas las tonterías que se le ocurran. La revelación de esa ligereza, atentatoria contra la más elemental dignidad republicana, coincidió con la pataleta del guanajuatense por la negativa de permiso para viajar a Vietnam y Australia, dictada por la Cámara de Diputados y confirmada por el Senado de la República. |
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Si la reacción visceral de Fox es digna de examen psiquiátrico, no lo es menos desde el punto de vista de una política de altura. De acuerdo con la nueva y acusatoria doctrina vicentina, promulgada en vivo y a todo color en cadena nacional, con dedicatoria expresa y nominada contra dos partidos políticos nacionales, el PRI, negado, según la personal diatriba, a escuchar "la voz del pueblo" y responsable de la crisis de Oaxaca; y el PRD, culpable promotor de conflictos, el negarle el enésimo viaje al extranjero es contrario al equilibrio de poderes, pues éste no es una "carta en blanco" para que uno de ellos debilite, obstaculice o neutralice a otro.
Obviamente, ese "otro" poder, es el propio. Extraño modo de racionalización del teóricamente jefe del Ejecutivo. Es el caso, que la doctrina montesquiana en uso en las democracias modernas, funda el sentido de la división de poderes como la piedra de toque del sistema de pesos y contrapesos políticos, precisamente para "neutralizar" los excesos abusivos de un poder en detrimento de otro y, en última lectura, del interés superior de la nación o la sociedad. Es esa la base filosófica y práctica de la Constitución mexicana que Fox juró en falso guardar y hacer guardar hace seis años, cuando también hipócritamente proclamo: "El Presidente propone, y el Congreso dispone".
Obnubilado por la furia caciquil, el huésped de Los Pinos que hizo de la presidencia un poder en condominio bajo la grosera figura de "la pareja presidencial", pretende que se pase por alto su sistemática y fáctica desviación de la Constitución en señalados y estratégicos mandatos (sobre el sector energético, por ejemplo), su pugnaz enfrentamiento con el Congreso de la Unión, contra el que ha interpuesto controversias constitucionales y vetado no pocas leyes; el descarado desacato a mandatos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y el insulto a los magistrados de un órgano del Poder Judicial de la Federación a los que, en su oportunidad, acusó de "marranadas".
En su incontrolable exabrupto, Fox, autodenominado "demócrata", considera la decisión de los diputados -"la voluntad autoritaria de unos cuantos"- como un "atentado contra los intereses de México", en vez de "anteponer los intereses del Estado mexicano". No escapa en ello la reencarnación lusiana: El Estado soy yo. México soy yo. Absolutismo puro, pero impertinente y aldeano.
Secuestro. Define la academia: "apoderamiento y retención de una persona con fines delictivos". Secuestrar: "Aprehender a una persona para exigir dinero por su rescate". Urbi et Orbe, Fox se declaró "secuestrado" por unos cuantos que, casualmente, hicieron mayoría contra los diputados del panismo que se sienten herederos de la arrogancia del viejo priismo. Exclamaciones efectistas, lo menos que podría hacer Fox para darles verosimilitud sería pedir la intervención de la Suprema Corte para que repare y castigue ese acto delincuencial. Esquizofrenia galopante.
En el marco de ese grotesco espectáculo foxiano, hizo su aparición en una reunión con sus subordinados, el increíble consejero presidente del Instituto Federal Electoral, doctor Luis Carlos Ugalde, para hacer una recapitulación y evaluación de la pasada elección presidencial, cuya conclusión derivó, fuera de toda decencia y objetividad profesional e intelectual, en una inmersión en el esoterismo, pretendidamente justificante del conflicto que generó el oblicuo papel del IFE: "Hay sucesos en la vida que tienen finales felices", expectoró, "porque las estrellas se alinean para que todo salga bien; hay sucesos en la vida que se hacen muy bien y las estrellas no se alinean".
El nuevo remedo mexicano de Rasputín, no paró ahí: "Así como uno se levanta todos los días y le dice a su pareja ‘te quiero mucho’, así hay que decir que el IFE sigue vigente, sigue fuerte...", les predicó a la gorda burocracia del instituto.
Los ingenuos mexicanos a los que después del 2 de julio se les han venido dando masajes al ego como héroes que nos dieron democracia con su abnegada participación en el envilecido proceso electoral, creían que su responsabilidad era regida por mandatos constitucionales y legales que priman el régimen electivo, cuantimás que se trató de entregar la conducción del Estado mexicano y la custodia de los intereses nacionales a uno de los candidatos que legítima y legalmente lo mereciera.
Ahora resulta que no. Que el segundo triunfo de Fox en dos campañas presidenciales consecutivas, según blasonó hace unas semanas el guanajuatense, insultando el esfuerzo de Felipe Calderón Hinojosa y de sus seguidores, nada tuvo qué ver, a decir del simoniaco Ugalde, con las normas temporales y constitucionales de esta República y de este planeta. Fue el inapelable designio de los astros. Las ciencias infusa y ocultas en todo su esplendor.
Pero Fox se agandalló de la medalla del duopolio televisivo y empresarios vinculados, de Calderón, del panismo y de los votantes del 2 de julio: Su segunda victoria presidencial al hilo. Pasa al libro de récords con Plutarco Elías Calles y Carlos Salinas de Gortari, de lo que se colige se siente autorizado para reclamar en el próximo sexenio a punto de iniciarse, un minimaximato que lo blinde a él y su familia sanguínea y política de cualquier intento de ajuste de cuentas en manos de su sucesor.
Movido por sus justificados y visibles temores, Fox iba demasiado aprisa: "Voy derecho y no me quito". Le salió al paso un fantasma activo desde hace seis años, que lo pone en el siguiente trance: Si la elección presidencial del pasado 2 de julio -según el traicionero dicho de su lengua de madera-, es la segunda que gana, ésta tendría que pasar otra vez por la báscula de la legalidad, en cuyo caso debieran de ser llamados de nuevo al banquillo los consejeros del Instituto Federal Electoral y los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, y, por supuesto, el Presidente designado.
Eso es así, porque la semana pasada asaltó de nuevo el estrado público el espectro de Amigos de Fox, que se pensaba debidamente exorcizado con las aguas lustrales de la complicidad, la impunidad y el olvido: De la noche de los tiempos surgieron los litigantes del despacho Quintero y Quintero, Abogados SC, quienes arguyen haber llevado la defensa judicial de Vicente Fox Quesada y el fundador y financiero de aquel grupo de campaña, Lino Korrodi, por la que devengaron en servicios profesionales tres millones de dólares que sus defendidos se han a cubrir, por lo que están dispuestos embargar bienes tangibles de la familia Fox en el Rancho San Cristóbal,
El despacho de abogados domiciliado en Nuevo León abrió la Caja de Pandora: Inquieto como la liebre de la conseja, Korrodi apareció velozmente en un vertiginoso periplo electrónico para soltar un rosario de nombres implicados en el incumplimiento del pago reclamado, pero en la nómina denunciada por el ex verdadero amigo de Fox, no se crea que aparecen los donantes privados, sino hombres de la burocracia estatal: El propio Fox, lo que confirma su vocación tracalera. el ex secretario de Gobernación y hoy coordinador de la banca panista en el Senado, Santiago Creel Miranda; su relevo en Bucareli, el cristiano Carlos María Abascal Carranza; el secretario de Hacienda y Crédito Público, Francisco Gil Díaz; el ex jefe de la Oficina de Innovación Gubernamental de la Presidencial de la República ahora senador, Ramón Muñoz; el procurador General de la República, Daniel Cabeza de Vaca y el ex senador Diego Fernández de Cevallos.
En el affaire, sin embargo, no sólo está el tema de la deuda por la que el despacho Quintero y Quintero ha promovido causa civil. La denuncia-reclamo de Korrodi pone al descubierto que los compromisos de Fox, también incumplidos, incluyen el tráfico de influencias, para que algunos de los protagonistas del pavoroso caso fueran exonerados de responsabilidades fiscales.
El asunto, que dista de ser un mero tópico, delata evidencias de criminal patrimonialismo cuando, por los cargos y las funciones de los personajes listados, se entiende que un débito privado se ha pretendido convertir en deuda de Estado, con la agravante de que, en añadidura, se ofreció a los implicados, sin quedar claro por qué conceptos, una amnistía fiscal en detrimento del erario federal.
Sea cual fuere el curso de ese nuevo escándalo, éste recicla las sospechas sobre la ilegalidad de "la primera" campaña de Fox y de la declaración de Presidente electo en su favor, lo que pone de nuevo en la marquesina los nombres de los consejeros del IFE en 2000, presididos por José Woldenberg, y de los magistrados del Trife que avalaron los resultados de aquella elección, no obstante haber reconocido obvias irregularidades e ilegalidades por las que se multó al PAN, pero por las que se tendió en el mismo acto un raído Manto de Noé, para cubrir las "vergüenzas" personales del interfecto designado Presidente.
¿Ya se olvidó que en plena "primera" campaña, el guanajuatense se jactó que Amigos de Fox recibía donaciones "desde adentro y desde afuera. Hasta de Rusia e Irlanda"?¿No se recuerda ya que la fiscal para delitos de lavado de dinero de la Procuraduría General de la República reveló en su ocasión que, del dinero sometido a compulsa judicial, por arriba de 10 por ciento provino del extranjero, sin que a su dicho correspondiera la acción legal respectiva?
Si Fox asegura haber sido el artífice del triunfo de Calderón Hinojosa el pasado 2 de julio ¿no hay elementos bastantes, por simple asociación de hechos, para concluir que en esa campaña se incurrió en las mismas trapacerías que en 2000? Urge que Calderón Hinojosa se deslinde claramente de esas sospechas, y proceder en ética consecuencia, o el 1 de diciembre los mexicanos tendrán El Presidente del estigma.