Democracia constitucional.
Jorge Eugenio Ortiz Gallegos.
06 de septiembre de 2006.
"Nuestra Asamblea se reúne en momentos de confusión y de amargura para el mundo entero. Momentos cruciales en los que todos los asuntos de la política y de la economía, de la estructura social y del derecho, del concepto del Estado y de las relaciones internacionales, están invadidos por las oscuras sombras que un movimiento regresivo ha venido creando desde hace años". Así habló ante la II Convención Nacional del PAN, el 20 de abril de 1940, don Manuel Gómez Morín, presidente de esa institución.
Y denunciaba lo que ha sido común podredumbre de los gobiernos mexicanos: "Los gobernadores de los estados y sus agentes emplean cuantos recursos normales o ilegítimos están a su alcance y saquean las arcas públicas para su partidarismo; aun la Comisión Permanente del Congreso de la Unión se ha proclamado ya partidaria resuelta y decidida a impedir en cualquier caso el triunfo de una decisión popular contraria a su interés faccioso".
La construcción de la democracia no es asunto de palabras y de relaciones de los políticos, cualquiera que sea su filiación partidaria. México aún no ha hecho si una especie de esguince en el camino, difícil y largo de esa constante lucha, de ese calvario de esfuerzos en el sendero abrupto de un pedregal, cada vez más desierto a medida de que cada vez más se le invoca y se le somete a la palabrería de los discursos electorales.
Es posible poner el dedo sobre la llaga y pensar que una Constitución que ha sido la norma de la conducta de los gobiernos a lo largo de 90 años, debe ser ya mejorada en un esfuerzo de comprensión y de diálogo de las llamadas fuerzas partidarias.
El maestro Gómez Morín describía así lo que había sucedido en los comienzos del siglo XX, y que puede ser repetido en los comienzos de este siglo XXI, que nos cobija con angustias y desigualdades, con luchas fraticidas, con la corrupción y los controles de los medios de publicidad, que tratan de engañarnos acerca del funcionamiento de las instituciones públicas, para ocultar la rapacidad y la urgencia de un pueblo que ha entrado en la miseria en más de la mitad de la población.
Decía don Manuel: "Entonces, en 1910, la Constitución tenía hecha para el pueblo de México una cita con el destino, pero la vanidad, el desconocimiento de la realidad, el ansia de poder, hicieron que el régimen impidiera esa cita, y el pueblo mismo, desorganizado, carente de la estructura que hace posibles, sin graves sacudidas, los movimientos sociales, tampoco llegó normalmente a la cita señalada. La acción se tornó explosión, y las consecuencias son conocidas".
Acaso ahora es más dramática la exigencia y la denuncia: "Esta cita se repite ahora, para una generación nueva. No existió la posibilidad de ella en muchos años antes de 1910, como no existió tampoco, por falta de madurez, en todas las ocasiones constitucionales posteriores a 1910... ¿Harán la incomprensión, el apetito de poder, la vanidad pueril, el sentido de omnipotencia que dan la adulación y el ejercicio incontrolado de la autoridad, que vuelva el régimen a impedir esa cita?..."
Es preciso denunciar que el régimen del "cambio" que hoy termina el sexenio, se ha agazapado en la palabrería de la propaganda costosa de los medios electrónicos concesionados que absorben cifras asombrosas del gasto público.
Estamos, pues, en el caso que debe ser considerado seriamente que se proceda a una tarea de los Congresos para comenzar de nuevo, y con las experiencias de un siglo, en una corrección a las instituciones creadas por los gobiernos, bajo el amparo del Estado mexicano.
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miércoles, septiembre 06, 2006
CAMBIAN LOS ACTORES, EL ESCENARIO Y EL DRAMA SON LOS MISMOS.
Publicadas por Armando Garcia Medina a la/s 4:08 p.m.
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