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lunes, marzo 26, 2007

DE ETICA Y CONVENCIONES.

REFORMA.

Miguel Ángel Granados Chapa.

Hans Kung.

Aunque la Iglesia Católica le retiró la autorización para enseñar, el eminente teólogo suizo que está en México no ha cesado de escribir y luchar por la libertad intelectual entre los católicos y de pregonar la necesidad de una nueva ética mundial.

Está en México el padre Hans Kung, uno de los mayores teólogos del mundo y quien en el medio siglo reciente ha encarnado célebres conflictos entre libertad y autoridad en la Iglesia Católica. Su presencia entre nosotros coincide con el castigo, semejante al que él mismo lleva sobre la espalda, del Vaticano al sacerdote salvadoreño-español Jon Sobrino, teólogo de la liberación, retirado de la docencia por enseñar un Cristo humano.

Kung cumplió el lunes pasado 79 años de edad. Nacido cerca de Lucerna, Suiza, se formó en la Universidad Gregoriana de Roma, donde se licenció en filosofía y en teología. En 1957 alcanzó el doctorado, e inició su lucha por la libertad intelectual. Así como había estudiado el pensamiento de Sartre, su humanismo ateo, para su primera graduación, se ocupó del teólogo protestante Karl Barth en su libro Justificación. El Santo Oficio abrió un expediente contra el libro, que no prosperó.

A partir de 1959, con el nuevo aire llevado a Roma por el Papa bueno, Juan XXIII, Kung abogó por la celebración de un concilio ecuménico, y en 1962 fue nombrado consultor de la magna reunión del episcopado de todo el mundo. Con ese carácter viajó a varios países, incluido Estados Unidos. Pero la Catholic University of America rehusó recibirlo, porque ya incomodaban al conservadurismo obras como Estructuras de la iglesia.

En 1965, apenas concluido el Concilio, el Santo Oficio lo amonestó por considerar negativo su balance sobre la asamblea episcopal. En 1967 fue prohibida la circulación de su libro La iglesia, descalificado especialmente por la Conferencia de los obispos alemanes, que además censuraron un artículo de Kung sobre matrimonios mixtos, como torpemente se llama a los celebrados entre fieles de confesiones distintas.

El mismo episcopado alemán fue el primero en cuestionar su libro más sacudidor, ¿Infalible? Una interrogación, obviamente destinado a examinar, y negar, la infalibilidad del Papa en materia de fe. Durante cinco años estuvo sujeto a juicio inquisitorial por esa obra, pero a la postre el proceso fue anulado.

El 17 de octubre de 1979 el diario español El País publicó un balance del primer año del pontificado de Juan Pablo II. El juicio del teólogo fue rigurosísimo -lo que dio lugar a que se le retirara la autorización para enseñar como católico, un castigo severo en extremo para quien, como él, había sido profesor de la Universidad de Tubinga, donde había dirigido su Instituto de Investigaciones Ecuménicas- pero no lo fue menos el publicado 25 años después, el 15 de octubre de 2003.

En su texto periodístico, Kung señaló 10 contradicciones del pontificado del Papa polaco, entre las cuales señaló el afán pontificio por defender y promover los derechos humanos en el mundo mientras los negaba en el interior de la Iglesia. Censuró la preferencia de Juan Pablo II por el esplendor de los medios en vez del diálogo a profundidad, su falso ecumenismo, el desdén por la colegialidad, su postergación de las mujeres y la inclinación por el sacerdocio masculino no obstante los problemas del clero, la pederastia entre ellos; la persecución a teólogos como Schillebeeckx y Boff.

En suma, vio en ese pontificado "un desastre", a "un Papa declinante que no abdica de su poder" y a una Iglesia "anquilosada y decrépita" tras su "rutilante fachada".Osaba expresar ésas y otras verdades porque la Iglesia, a su juicio, "puede y debe ser en todos los niveles una comunidad de hombres libres. Si quiere servir a la causa de Jesús, nunca puede ser una institución de poder o una santa inquisición. Sus miembros han de estar liberados para la libertad, liberados de la esclavitud a la letra de la ley, del peso de la culpa, del miedo a la muerte, liberados para la vida, el servicio y el amor. Hombres que no tienen que estar sometidos más que a Dios, y no a poderes anónimos ni a otros hombres".

Hace 50 años, en un congreso teológico se conocieron Kung y el padre Josef Ratzinger. Coincidieron poco después en la promoción del Concilio, y en 1966 el suizo recomendó al alemán para enseñar en Tubinga, de modo que fueron compañeros de claustro. No tardaron en distanciarse pues a Ratzinger le preocupó el acercamiento de la Iglesia al mundo, tras el Concilio, por el riesgo de incurrir en el relativismo. Kung, en cambio, insistía en sacudir las viejas estructuras eclesiales y en la búsqueda del verdadero y permanente sentido de la doctrina, despojada de los condicionamientos lingüísticos y mentales de cada época.

En 1971 quedaron enfrentados por primera vez, pues los obispos alemanes pidieron a Ratzinger asistencia para juzgar el libro de su colega sobre la infalibilidad papal. En 1980, ya prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, tocó al ya cardenal germano dictar la sentencia contra Kung.No extrañó a los conocedores, por eso, que el teólogo suizo se reconociera decepcionado por la elección de quien es ahora Benedicto XVI, aunque enseguida pidió una tregua de 100 días para juzgarlo.

El Papa lo recibió en septiembre de 2005 en su residencia veraniega de Castelgandolfo. Kung prefirió no airear los temas polémicos entre ambos. De hecho, a partir de 1987 había resuelto dedicar sus empeños a temas de coincidencia eclesial y generó su concepto de Ética Mundial (Weltethos) basado en "los grandes valores sobre los que las grandes religiones del mundo convergen", y que Hans Kung ha estudiado (en sendos libros sobre el Islam, el judaísmo y el cristianismo). De eso hablaron.

Cajón de Sastre.
Independientemente del significado político, y la trascendencia de la segunda asamblea de la Convención Nacional Democrática (que acordó celebrar su tercera sesión el 20 de noviembre próximo, en medio de gritos que reclamaban ¡antes!, ¡antes!, ¡antes!), es importante considerar la perseverancia de un sector de la sociedad que no se limita a lo que sus críticos llaman la clientela política de Andrés Manuel López Obrador.

La multitud presente en el Zócalo era menor en dimensión a las que se han congregado allí muchas veces antes en torno del político tabasqueño, pero su entusiasmo y firmeza no decrece. Participaron en el acto, desde el presidium, y los cito a modo de muestra de la integración de la multitud, Rita Guerrero y Eduardo García Barrios sobresalientes en sus modos de hacer música, y Enrique Maza, activo sacerdote jesuita y periodista.

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