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lunes, marzo 26, 2007

CONOCER ES APRENDER.

Perseverancia en los ideales PDF Imprimir E-Mail
lunes, 26 de marzo de 2007

Por Jesús González Schmal*

Hace 25 años, Pablo Emilio Madero fue el candidato a la Presidencia de la República por el Partido Acción Nacional. Todavía entonces, en 1982, la Secretaría de Gobernación preparaba y realizaba las elecciones en todo el país.

En aquel tiempo, los verdaderos partidos políticos de oposición no recibían subsidio de ninguna especie. Era notorio el dispendio del partido oficial y sus partidos satélites, en comparación con el trabajo voluntario sin remuneración de los activistas de las campañas panistas. Los ingresos del PAN procedían de su sistema de recolección de donativos populares, a través de rifas inicialmente de objetos de línea blanca y después de automóviles económicos, cuyos boletos se distribuían en toda la República. El ahora secretario de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña, fue agente de la Comisión de Rifas del PAN en el estado de Jalisco. Para ese año de 1982 el PAN contó de dicha fuente con un presupuesto de 32 millones de viejos pesos para las campañas de diputados, senadores y presidente de la República.
Pablo Emilio Madero contendió contra Miguel de la Madrid. Su campaña cubrió todo el territorio nacional durante ocho meses. Sin descanso por carreteras, caminos vecinales y brechas, llegó al último rincón de la República. La comisión de organización en manos de don José González Torres Arias le había abierto el camino constituyendo comités municipales, distritales y estatales en prácticamente los 32 estados de la República. La visita del sobrino carnal del "apóstol de la democracia" a los lugares más apartados logró el impacto deseado bajo la consigna "sí se puede, de ti depende", y en las condiciones más adversas, como las que entonces privaban, logró que se le reconocieran 3 millones 900 mil votos, lo que constituyó una proeza que incluso fue encomiada por analistas políticos extranjeros que conocían la realidad mexicana.
Este éxito suscitó la ambición de grupos y organizaciones empresariales, que hasta entonces habían estado reacias a una participación política fuera del partido oficial en el que tenían cabida al grado de gozar de privilegios con el Ejecutivo, que hacía llegarles antes de pasar a las cámaras las iniciativas de presupuestos y reformas que podían afectarles o ser de su interés. El rompimiento de esta regla no escrita por López Portillo en el último año de su gestión, cuando estatizó la banca, fue el resorte que hizo que estos grupos encabezados por Coparmex se lanzaran a la aventura de constituir un partido político que intentaron registrar con el nombre de Desarrollo Humano Integral, A.C. (DHIAC).
Al no lograr los propósitos de un partido propio, optaron por penetrar al PAN y gradualmente lo fueron tomando desde la periferia. Ya para 1988 la penetración era clara y el flujo de amplios recursos de importantes donadores anónimos fue evidente. En la campaña de 1988 cuando se postuló a Maquío Clouthier no obstante la abundancia de apoyos económicos, no logró rebasar la votación que seis años atrás alcanzó la candidatura de Pablo Emilio Madero (400 mil votos menos).
La última estocada de este cambio del PAN se dio cuando, ya siendo presidente del partido Luis H. Alvarez (que llega venciendo por reducido margen a Gabriel Jiménez Remus después de una cuarta votación no prevista en estatutos), se consiguió que el PAN convalidara la exacción a los dineros públicos para los partidos políticos, aceptando para el propio partido los subsidios públicos exorbitantes de los que hasta la fecha goza a plenitud.
Para Pablo Emilio Madero y un grupo importante de panistas (tres ex presidentes nacionales y dos ex secretarios entre ellos) fue inaceptable el giro que dio el partido no sólo por cuanto a condescender con lo que podía ser la pérdida de su independencia (ya para 1992 el PAN recibió una gigantesca aportación de la Cámara de Diputados para construir el edificio que todavía es la sede de su dirección nacional), sino también por la renuncia a su sustento doctrinario, que lo apartaba de su línea ética (el fin no justifica los medios) y programática por la justa distribución de la riqueza y la preeminencia del interés público general sobre el de particulares. Ya para entonces "el neopanismo" se identificaba con la línea liberal de Salinas de Gortari, al que le dio el respaldo para la entrega de México al TLC.

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Pablo Emilio, colaborador por muchos años en estas páginas, murió el pasado 18 de marzo en Monterrey. Honra a su memoria la perseverancia en el ideal democrático, y la persistencia en los valores de la congruencia y honradez en la vida pública.

*Profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM.

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