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sábado, diciembre 02, 2006

IMPOSICIÓN CONSUMADA.

Opinión
México: A hurtadillas protestó Calderón
Imposición consumada; millones resisten
Por: Julio Pomar (especial para ARGENPRESS.info) (Fecha publicación:02/12/2006)

Felipe Calderón, el presidente impuesto por la oligarquía y sus vocingleros acólitos (los poderes mediáticos), pudo apenas jurar la Constitución en un Palacio Legislativo escamoteado por las fuerzas del Estado Mayor Presidencial, mientras centenas de miles de ciudadanos marcharon pacíficamente desde el Zócalo por Reforma hasta las inmediaciones del Auditorio Nacional, encabezados por Andrés Manuel López Obrador, en una jornada en la que, según el duopolio de TV y el oligopolio de radio, sólo unos cuantos “miles” de simpatizantes siguieron a AMLO, naturalmente escondiendo las imágenes o silenciando la magnitud de la protesta obradorista.

A hurtadillas, furtivamente, en simple emisión televisiva, un minuto antes de las cero horas de este viernes 1 de diciembre, Vicente Fox promovió la “transmisión de mando” de él a Calderón, siempre ambos rodeados de contingentes militares vestidos de civil tanto del EMP como de cuerpos de seguridad. Más tarde, a las 9:30 horas, ambos personajes ingresaron, una vez más a hurtadillas, por una puerta trasera al Palacio Legislativo de San Lázaro, a su vez poderosamente resguardado por guardaespaldas y soldados con ropas de civil --como si fueran diputados-- y de igual manera, a hurtadillas, llegaron al salón de plenos por una puerta trasera. En 5 escasísimos minutos Calderón juró respeto a la Constitución, mientras sus corifeos panistas gritaban “sí se pudo”, en medio de estentóreas rechiflas de los legisladores opositores del PRD, el PT y Convergencia.

No dejó de haber el comentario de colega periodista con experiencia en los movimientos dentro del Palacio Legislativo, que dijera que de haber querido a fondo los perredistas impedir la jura de la Constitución por Calderón, hubieran planteado un acoso, que necesariamente hubiera derivado en violencias, al único acceso que ellos mismos habían dejado libre a los panistas, el de “tras-banderas”, y aquello se hubiera convertido en un inenarrable San Quintín. Fueron prudentes los opositores, excepto los priístas, quienes se sumaron a Calderón. A los legisladores de izquierda les bastó con evidenciar su protesta ante invitados nacionales y extranjeros (de 101 países dijo la oficina de Calderón, aunque no se presentó ninguno de los 12 mandatarios de América del Sur invitados, ya que los pocos que habían aceptado, a última hora también desistieron de venir a México) y de poner en trance de ridículo y debilidad tanto al presidente designado como a la ceremonia de su investidura. Le echaron a perder a Calderón su acto de asunción. Casi con pena, Fox le entregó la banda presidencial al panista Jorge Zermeño, presidente del Congreso para esta ocasión, y este a su vez se la impuso a Calderón. Todo en el tiempo record de 4 minutos 51 segundos. No hubo discurso de aceptación de Calderón ni del presidente del Congreso, naturalmente. Furtivos, huidizos, escamoteantes, escurridizos, operaron en la asunción de Calderón, acaso parodiando la forma en que ellos mismos y otros más trucaron y arrebataron la votación del 2 de julio. Los espectadores, sobre todos los invitados internacionales, miraron con genuino pasmo estos hechos.

Ya después en el Auditorio Nacional, a unas cuantas cuadras de Los Pinos, hizo Calderón variadas propuestas para los primeros 100 días de su gobierno designado-impuesto, que inciden en el talante agresivo que presumiblemente habrá de tener su administración. Haremos alianzas con quienes quieran, construiremos acuerdos con quienes acepten construirlos, expresó. Una desdeñosa definición de actitud hacia los opositores. Mira la tempestad y no se hinca, dijera un anciano sabio.

Después se iría Calderón a revisar tropas en el Campo Marte, aledaño al Auditorio Nacional, donde invistió a los nuevos titulares de las carteras de Defensa Nacional y Marina en sus cargos (donde, por cierto, no se atrevió Calderón a designar como secretario de la Defensa al general Oropeza Garnica, acusado de represor de Guerrero y Chiapas en los 70) para después acudir a una comida de celebración.

El pueblo estuvo siempre ausente en estas ceremonias privadas, pero por las calles de Reforma manifestaron en absoluta paz, pero muy encendidos en sus consignas y eslogans, los varios cientos de miles que siguieron a López Obrador en esta ocasión. Llegaron al comienzo del Bosque de Chapultepec, donde celebraron un mitin, también silenciado por la gran prensa y la radio y la TV, donde ya ni siquiera la estadunidense CNN dio noticia real de esta movilización.

Antes de todo esto, a las 7:30 de la mañana, López Obrador había pronunciado en el Zócalo un discurso previamente escrito, del cual no se apartó ni un ápice, dando garantía de que seguirá en su lucha contra la imposición, contra la “mafia política” que se ha adueñado de las instituciones nacionales y por la vigencia real de la democracia en México. Dijo que al pueblo le robaron la elección presidencial y que una “oligarquía neofascista” le cerró el paso a la izquierda con todas las “triquiñuelas habidas y por haber”.

Sostuvo igualmente que la izquierda no es responsable de la crisis que vive el país y que fue la derecha quien pisoteó la voluntad de los mexicanos y que se ha impuesto con un golpe de estado, y esto es lo que ha generado la inestabilidad política. Reiteró a sus oponentes políticos que defenderá la democracia en México. “Vamos a defender el derecho del pueblo a elegir libremente a sus gobernantes, no vamos a ceder, actuaré con firmeza, nada de normalidad política mientras no haya democracia en nuestro país”, atajó.

El tabasqueño subrayó que el pueblo político que encabeza ofreció al PAN y a Felipe Calderón una salida política, el conteo voto por voto, el recuento de la elección presidencial, a fin de resolver la crisis y lograr armonía, pero sólo recibió una “rotunda negativa”.

Esto fue, líneas gruesas, el perfil de una jornada que no honra ni a México ni a la democracia.

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