Calderón se tambalea
Entre las clases empresariales están convencidos de que la solución para el país pasa por la anulación de la elección presidencial
Felipe Calderón parecía empezar a coagular de diferente manera este domingo cuando, en una iniciativa sin precedente, acudió él mismo ante los siete magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación a defender la elección y el cómputo oficial del voto que lo dio ganador en la elección presidencial. La síntesis de lo que muchos de sus seguidores veían como un cambio de metabolismo se encontraba en 21 palabras: "No permitiremos que esos votos emitidos por millones y millones de mexicanos se cancelen por la demagogia y la sinrazón". Desde entonces, Calderón continuó con el discurso, incluido un spot de cobertura nacional este miércoles para hacer un llamado a la paz -sugiriendo que su adversario está por la violencia- en una estrategia de contraataque para tomar la iniciativa política que desde el 2 de julio le arrebató sin mayor problema Andrés Manuel López Obrador.
No le queda otra al panista, que se ha quedado solo para defender lo que él considera un triunfo legal y legítimo en la elección, y cuya inacción lo ha venido colocando en una situación muy vulnerable. La iniciativa de Calderón pretende, visto desde afuera, evitar que en el camino de la crisis postelectoral se convierta en una pieza desechable y que siga siendo percibido como hasta ahora: un actor de reparto, donde debía ser el central. Problemas no le han faltado, particulares como su personalidad atolera y antídoto contra pasiones, internos como lo enano de su kitchen cabinet, o externos, como el que sus simpatizantes más influyentes consideren que, aún si le ratifican la victoria en la Presidencia, no podrá gobernar.
La historia de un preámbulo que se está pintando de negro, comienzan a ser narradas por personajes estelares.
Por ejemplo, el episodio sucedido hace un par de semanas cuando en su cuarto de guerra discutían la posibilidad de que anunciara su disposición a un recuento de voto por voto, casilla por casilla, como demanda López Obrador, acudió a un encuentro no publicitado en Los Pinos con el presidente Vicente Fox. De acuerdo con personas que conocen detalles de la conversación, Calderón le expuso no tener miedo alguno en el cómputo distrital que le dio la victoria el 2 de julio, y que no tendría problema alguno en que se abrieran todos los sobres con los votos presidenciales. Pero la respuesta fue negativa. Peor aún, cuentan que Fox, además, le hizo sentir que la victoria se la debía a él.
Clausurada esa vía, Calderón volteó a la estructura de poder dentro del PAN, que lo abandonó casi por completo, comenzando por el presidente del partido Manuel Espino, quien prefirió tomar vacaciones a ser uno de los voceros del triunfo reclamado por su candidato y regresó a la actividad cuando todo el potaje estaba descompuesto. Ordenó entonces que pidieran una cita de urgencia con El Jefe Diego Fernández de Cevallos, cuyo delfín para la candidatura había sido Santiago Creel, quien no tuvo reparo en otorgársela, aunque no sabía bien a bien para qué lo buscaban. Se llevó una enorme sorpresa, según personas que platicaron con él después del encuentro, cuando el kitchen cabinet de Calderón, con Josefina Vázquez Mota, Juan Camilo Mouriño y César Nava a la cabeza, le pidieron, papel y pluma en mano, recomendaciones de cómo reaccionar ante las declaraciones y acciones de López Obrador, qué tipo de iniciativas emprender y hasta la forma como debía vestirse el virtual presidente electo.
Débil durante la campaña, débil durante el periodo postelectoral, Calderón se ha visto obligado a reaccionar de otra manera. Su alegato ante los magistrados electorales es lo más publicitado. El deslinde del PAN ante las renovadas escaramuzas entre legisladores y la primera dama Marta Sahagún, que insiste en la inocencia de la meteórica carrera de sus hijos hacia la bonanza económica, es lo más simbólico. Parece claro que si el tribunal ratifica su victoria, la gobernabilidad de su gestión, que será cuestionada por amplios sectores como ilegítima, cuando menos, pasará no sólo por las alianzas que pueda hacer con los partidos, sino por algunos golpes políticos y mediáticos espectaculares, como podría ser, en reedición del quinazo que le dio a Carlos Salinas el mandato presidencial que no logró en las urnas, enfocar sus baterías en contra de la familia política del Presidente.
Se antoja una escalada política complicada para Calderón, dado que no ha mostrado un talante enérgico, pese a su bien guardado dogma autoritario, pero ¿tendría otros márgenes de maniobra? En este momento no se ven muchos, pero tiene que encontrarlos rápidamente para revertir la creciente convicción dentro de sectores que lo apoyaron que, aún cuando los magistrados electorales ratificaran el cómputo distrital del IFE, esté en condiciones de gobernar. Más bien, como han estado conversando las cúpulas empresariales en las dos últimas semanas, Calderón no estaría en condiciones de gobernar el país.
Varios de los empresarios más importantes del país lo ven sin posibilidades de salir con la fuerza para conducir el gobierno. No ven en sus análisis que el tribunal electoral le pudiera dar la victoria a López Obrador, pero están acariciando con mayor fuerza la idea de una anulación que permitiera un presidente interino que convocara en 18 meses a una nueva elección. Inclusive tienen un nombre para ese interinato: José Luis Soberanes, presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Si bien hay indicios de que el Tribunal Electoral no seguirá el camino de la anulación, nadie puede, en estos momentos, asegurarlo, sobre todo con un órgano que ha jugado, particularmente su presidente, Leonel Castillo, del lado del PRD.
Si el triunfo legal de Calderón está todavía en manos del Tribunal Electoral, su presidencia virtual es mucho más incierta. Remontar la mala percepción sobre su figura, prestancia y capacidad de actuar se ve difícil ante la pobreza política y estratégica que ha mostrado. Calderón está fallando. El bajo perfil inteligente que mantiene no ha ido acompañado por un trabajo paralelo de certidumbre con la clase gobernante. Su equipo no inspira respeto y no ha ido incorporando públicamente a personajes que tengan un peso político superior. No ha sabido enfrentar política y mediáticamente a López Obrador, dejándolo que lo descarrile. Es una caída en cámara lenta de un presidente virtual que no ha mostrado tener los arrestos para ser Presidente, que ha dado paso a que la discusión sobre un interinato deje de ser un debate de medios y pase a formar parte de las discusiones de fondo entre quienes manejan y sostienen el país.
P.D. Por un error atribuible únicamente al autor, en la columna del miércoles se escribió incorrectamente que James Dean murió en un accidente de motocicleta. En realidad, murió a bordo de un automóvil Porsche.
rriva@eluniversal.com.mx
r_rivapalacio@yahoo.com
¿A poco si creía este diantre de pelón que iba a ser nuestro presidente? Juar juar juar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario