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miércoles, septiembre 20, 2006

LA CRONICA DE TRES DÍAS.

REFORMA.
Guadalupe Loaeza.

Tres días históricos.

No, nunca olvidaré las fiestas patrias del año 2006. Jamás las olvidaré porque, a mi manera de ver, fueron únicas, de ahí que me sienta tan privilegiada por haberlas vivido con tanta intensidad, pero sobre todo, con tanta perplejidad. Todavía conservo muchas imágenes, discursos, comentarios, consignas y hasta un par de zapatos que no se han secado del todo, después del chubasco del sábado por la tarde. Quedarme con estas vivencias para mí solita, además de incurrir en un acto de egoísmo, pienso que sería una pena no compartirlas con las y los lectores que deseen leer una versión tal vez un poco distinta de lo que todos los mexicanos, directa o indirectamente, vivimos en los últimos tres días.

Viernes 15 de septiembre.
Eran cerca de las diez de la noche cuando sonó el teléfono: "¿Ya paso por ti?", me preguntó Héctor Vasconcelos. "Estoy más puesta que un calcetín", le contesté. Veinte minutos más tarde estábamos batallando con un tráfico atroz. Con muchas dificultades, finalmente llegamos hasta 20 de noviembre. Allí, esquina con 5 de febrero tomamos un bici-taxi. La noche estaba espléndida y había ambiente de fiesta por todas partes.

Vimos muchos jóvenes echándose unos a otros una espuma muy extraña o bien reventándose huevos llenos de confeti contra la cabeza. Otros hacían sonar sus cornetas, ondeaban sus banderitas o aventaban serpentinas. "Porfirio, ya llegamos al centro. ¿Dónde nos vemos?", le pregunté a Muñoz Ledo desde mi celular a la altura de 16 de septiembre. "Entren por detrás de Palacio. Nos vemos a la entrada donde están las vallas", sugirió.

El conductor del bici-taxi hacía unos esfuerzos enooooormes por avanzar entre tanta y tanta gente (toda cubierta de esa espuma) que se dirigía hacia el Zócalo. Muchos de ellos eran probablemente los convencionistas que muy convencidos asistirían al otro día a su Convención. Por fin llegamos a la calle de Moneda, descendimos y caminamos hasta las vallas, donde nos estaba esperando Porfirio.

Cuando subimos al templete, ya estaba Eugenia León cantando "México, lindo y querido" con un grupo de mariachis. El Zócalo estaba lleno a reventar; era impresionante ver esa marea de cabezas humanas iluminadas por los foquitos con los que se habían cubierto los edificios con las efigies de los héroes de la Independencia.

Encendidas como estaban las torres de la Catedral, desde el interior, se veían imponentes. Y bueno, ¿qué puedo decir de nuestra bandera recién salida de la tintorería? "En unos minutos más les pediré de favor que miren hacia aquel balcón, porque desde allí, el jefe de Gobierno dará El Grito", decía en el micrófono Jesusa Rodríguez dueña del escenario, acompañada de Regina Orozco vestida de china poblana.

De pronto vimos aparecer a López Obrador con una chamarra negra. Se veía emocionado. ¿Cómo no lo iba a estar hasta la médula de los huesos si la multitud no dejaba de gritar: "¡Obrador, Obrador, Obrador!" Finalmente las campanas de la Catedral anunciaron la hora que todos estábamos esperando. Y en ese preciso instante, todos miramos hacia el balcón del antiguo Palacio del Ayuntamiento donde estaba Encinas con Abascal, quien no se salvó de una buena rechifla.

¡Qué fuerte dio El Grito Encinas, pero todavía más fuerte le contestamos nosotros, sobre todo aquel que decía: "Viva la soberanía Popular"! Lo mejor vino después, los fuegos artificiales pintados en verde, blanco y colorado. Hacía mucho tiempo que no veía un conjunto de juegos pirotécnicos, lanzados con tanta maestría. A lo largo de 15 minutos estuvieron baile y baile al son de un repertorio musical que venía de unas bocinas gigantes: La cucaracha, María Bonita y el Huapango de Moncaya. Contenta como estaba esa noche, me dije a mí misma: "no hay peor lucha que la que no se hace...".

Sábado 16 de septiembre.
Eran casi las tres de la tarde y por más que el conductor del bici-taxi le pedaleaba y pedaleaba nomás no avanzaba. Había tantas delegadas y delegados caminando por las calles del Centro Histórico que era imposible avanzar. Por fin nos metimos por Justo Sierra para después dar vuelta en Moneda. El templete todavía no estaba bien puesto. Debajo de su estructura estaban Elena Poniatowska, Chaneca, Nadine Jean, Delfín Sánchez Juárez y otros seguidores de AMLO, que entraban y salían.

Estábamos platicando muy a gusto, cuando de repente se vino el chubasco. Protegidos como creíamos estar, unos minutos después empezamos a sentir como unas regaderas sobre nuestras cabezas, eran las goteras. Nos tuvimos que salir y entonces sí nos mojamos completitos. "Llueve, llueve y nadie se mueve", gritaban las y los delegados. "¡Obrador, Obrador!", clamaban bajo la lluvia.

En la plancha del Zócalo había mucha más gente que el día anterior. Con mis hombreras em-pa-pa-das y mi huipil chorreado (lo único seco era mi gafete en donde se leía: Delegado. Sufragio efectivo no imposición), comencé a escuchar a Elena decir: "José Clemente Orozco tuvo razón al alzar su mano llena de pinceles rojos y fustigar la corrupción, el influyentismo, el maltrato, la pobreza, el saqueo, la falta de educación en todos sus niveles, el racismo y el clasismo, las desigualdades económicas y sociales que dividen al país y nos agobian".

En seguida se escuchó una rechifla espantosa, era para Cuauhtémoc Cárdenas. A partir de ese momento, vinieron más discursos, el de Malú Micher, el de Rafael Barajas (El Fisgón), el de Luis Javier Garrido. Todo me parecía muy extraño. Como si todos los que estábamos allí estuviéramos en una isla muy apartada... Por un momento me sentí dentro de una película, que un día espero que se filme. De pronto vi que todas las y los delegados alzaban su brazo. "Esta es una fecha histórica", pensé al mismo tiempo que alzaba el mío. Si el 2 de julio había votado por AMLO, y mi voto no había sido contado, era evidente que pensara que en esta ocasión sí contaría de todas a todas...

Domingo 17 de septiembre.
Dos hechos me impresionaron del Informe que dio Alejando Encinas: la abrupta y torpe salida de los legisladores panistas antes de que el jefe de Gobierno leyera su Informe y que en las arcas del GDF hubiera más de 13 mil millones de pesos para cualquier contingencia.

Correo electrónico: gloaeza@yahoo.com

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