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viernes, septiembre 22, 2006

COMO LOS TRES MOSQUETEROS.

Jorge Camil

PRD: vasos comunicantes.

La semana pasada, en medio de la tormenta electoral que nos ha consumido desde el 2 de julio, comenzó a brillar la proverbial luz al final del túnel. Una luz lejana, temblorosa, no bien definida, pero que podría llevarnos a puerto seguro, y que yo interpreté como un soplo de aire fresco en medio de la sofocante turbulencia social; una luz que ofrece soluciones sin el deber de claudicar, sin negociar, sin bajar la guardia; sin aceptar de brazos caídos a un presidente marcado por la sospecha y condenado a gobernar bajo la sombra del fraude electoral; un presidente que como Carlos Salinas de Gortari estará obligado a ganar la Presidencia desde la Presidencia.

Sólo que Calderón no es Salinas, ni el PAN es el PRI de entonces, ni México la República conformista de 1988. Hoy vivimos en un país dividido, donde los pobres, una creciente mayoría, se acercaron a unos cuantos centímetros de la victoria pero quedaron más cerca que nunca del abismo. Es posible que víctima de mis buenos deseos haya escuchado lo que no se dijo.

Pero en una breve entrevista televisiva con Víctor Trujillo, Carlos Navarrete, líder perredista en el Senado, esbozó con claridad de miras y el lenguaje seguro del que sabe lo que quiere, una estrategia que pudiera estar cocinándose en el cuarto de guerra del PRD. Con tono firme, sin ambages, y con un discurso coherente y democrático, el nuevo senador dibujó la estrategia del PRD; un PRD moderno, realista, y fortalecido por 20 años de lucha contra el sistema. Primero Salinas y luego Fox (que los vio y los oyó, pero que los obligó a caminar por un campo minado durante todo el sexenio). Un PRD con un acervo político que incluye un puñado de gobernadores, la segunda fuerza del Congreso y un enorme apoyo popular.

La nueva estrategia pudo haberse iniciado con la toma de posesión de las curules ganadas el 2 de julio (en medio de especulaciones que apostaban a debilitar al partido insinuando que los perredistas deberían renunciar a sus puestos en apoyo del movimiento popular). Se doraba la píldora con la presidencia interina y otros espejismos. Sin un Congreso constituido -decían- no se emitiría el bando solemne ni ocurriría la toma de posesión el primero de diciembre. En medio de estas visiones apocalípticas, Navarrete anunció que el PRD había decidido capitalizar su triunfo electoral y consolidarse como partido que apoya el movimiento popular de López Obrador, pero que al mismo tiempo comprende la importancia de negociar con las demás fuerzas políticas que forman nuestra realidad social (¡real politik!).

La idea es modificar el gobierno desde la oposición utilizando una pinza cuyos férreos extremos serían la fracción perredista en el Congreso y el movimiento social. Una especie de vasos comunicantes por los que correría el vital líquido de la democracia. Una democracia instantánea, diría yo, en la que pueblo y legisladores estarían comunicados "en línea", como dicen los cibernéticos, y en la cual los legisladores perredistas recibirían instrucciones directas de sus constituyentes; una democracia como en el ágora griega, en la que también habría rendición de cuentas inmediata. El movimiento social sería la fuerza, y la fracción perredista el brazo ejecutor que buscaría las reformas constitucionales que necesita el país.

Sin quitar el dedo del renglón, y reconociendo la enorme importancia de la movilización social dirigida por Andrés Manuel López Obrador, Navarrete enfatizó la necesidad de cumplir las promesas de campaña a los 14 millones de votantes que escogieron la opción del PRD. ¡No hay tiempo que perder! No podemos darnos el lujo de esperar otros seis años para terminar con la cantilena de siempre: "¡Otro sexenio perdido!" La estrategia se fortalece hoy con las decisiones de la convención nacional democrática, que incluye un gobierno itinerante para mantener y alentar la esperanza popular, y un gabinete paralelo para acotar (¿tal vez acosar?) a Calderón, obligándolo a que incluya en su agenda globalizadora la causa de los pobres. Un verdadero shadow cabinet que corrija, presione, señale errores y faltas de consistencia; que vigile que las tibias propuestas ofrecidas por Felipe Calderón en el contexto del conflicto poselectoral se conviertan en realidades.

Y luego vino la increíble Amalia García Medina, gobernadora perredista de Zacatecas, a enmendarle la plana a un presidente electo que perdió el piso en la Plaza de Toros México y en medio de la tempestad insistió en polarizar más a la sociedad mexicana con su retórica pusilánime al estilo de George W. Bush; una visión maniquea que clasifica y divide al país en "buenos y malos", "pacíficos y violentos". ¡Bravo, Amalia! ¡Qué mujer!
Carlos Navarrete terminó su entrevista con una advertencia ominosa: si llegamos al mes de agosto de 2007 sin haber realizado todas las reformas constitucionales requeridas se habrá perdido nuevamente, tal vez para siempre, el momento político. Así que, señores legisladores, ¡carpe diem! A aprovechar el momento histórico y el triunfo electoral. Y más importante aún, a no defraudar la esperanza popular.

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