Publicado en La Caída de FeCal el 25 de septiembre de 2006.
Cuando llegué en julio a la Ciudad de México para vivir en carne propia los plantones de Reforma, en mi hogar de Tlatelolco no contaba con internet pero por suerte me enteré que casi a a la vuelta de la esquina se encontraba la flamante biblioteca pública José Vasconcelos, un sarcófago de concreto tipo Chernobyl en el cual cualquiera puede acceder a computadoras rápidas con internet y a consultar libros, periódicos y revistas. Desde ahí redactaba y mandaba colaboraciones al Sendero del Peje sin gastar un centavo.
Sin embargo, a pesar de todo lo bueno que puediera tener este monolito, me topé con algunos defectos preocupantes en la construcción del edificio. Por ejemplo, los pisos de la estructura de acero donde están los libros están hechos con cierto tipo de vidrio especial verde, muy moderno, pero que vibra a cada paso que da uno. A mi me daba miedo pisarlos y ya había observado varios de estos rectángulos quebrados y cubiertos con cinta de seguridad para evitar un accidente y así los dejaban durante varios días. Y es que si uno se para en el piso 6 o 7 lo único existente para amortiguar la caída era la planta baja.
Para empeorarlo todo, en los corredores de la biblioteca hay secciones del piso con boquetes para subir los materiales durante la construcción que están cubiertos por dos piezas de lozetas que se mueven cada que uno las pisa. ¿Pues qué creen? Que estas se están rompiendo con el paso de los usuarios y lo único que pueden hacer los empleados es ponerle SILLAS. Qué miedo.
Mil y feria de millones de pesos después y hasta ahora toman cartas en el asunto para arreglar los desperfectos. Me suena a que alguien se clavó parte de esa lana.
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