Es mejor el desorden que el caos |
martes, 20 de marzo de 2007 | |
Por Pedro Díaz Arcia
Muchos estudiosos de la economía norteamericana opinaron entonces que el proyecto conservador de corte tradicional, facturado por el siniestro binomio Nixon-Ford, no logró su aspiración de reemplazar el liberalismo de la posguerra. Entre otras causas por la agudización de la crisis económica capitalista, la traumática derrota sufrida en Vietnam y la pérdida de credibilidad y de legitimidad del Poder Ejecutivo, por el escándalo Watergate, que culminó con el ascenso al poder, en 1974, de un Presidente no electo.
En 1975, la primera Cumbre económica capitalista, con la participación de los "siete grandes", encabezados por los Estados Unidos, proyectaron las bases para un desarrollo capitalista en espiral sin crisis económicas cíclicas, que se quebraron entonces como pompas de jabón. En definitiva, se trataba de un frente erigido sobre el zócalo de la pugna por mayores beneficios y el zafarrancho por una mayor tajada en el reparto de la explotación de los países del tercer mundo. En 1992, durante el primer período presidencial de Bush "father", éste se apoyó en Richard Cheney, quien a su vez colaboró con Lewis Libby y Paul Wolfowitz en la preparación del informe conocido como Guía de Planificación de la Defensa, base conceptual que abogaba por el dominio militar estadounidense en el mundo para establecer un "nuevo orden". La estrategia trazada en el documento llamó a incrementar la superioridad militar y prevenir que surgieran nuevos rivales desafiantes del status de los Estados Unidos en el mundo. De presentarse este antagonismo, según la revista Adbusters, la gran potencia del Norte lo podría disuadir "como requiere una amenaza exterior, que si no puede ser encontrada debe ser fabricada". ¡Cualquier semejanza con los motivos que condujeron a la agresión de Estados Unidos contra Irak por la "posesión de armas de destrucción masiva" es pura coincidencia! Un filósofo y destacado político del siglo pasado, decía que una táctica muy empleada por los enemigos de los pueblos era poner en boca de sus dirigentes cosas absurdas que nunca habían dicho, para entonces atacarlos con "todos los argumentos a la mano". ¡Qué bien!, Estados Unidos acusa a un país de tener las armas que no posee y que amenazan a la potencia norteamericana y a la alianza de las grandes potencias occidentales para justificar la agresión, con su enorme poder destructivo. A finales de la administración de Bill Clinton, los estrategas del dominio global norteamericano fundaron el Proyecto para una Nueva Centuria Americana (PNAC). Muchos de los autores de la doctrina fascista, que representaban los intereses de las grandes empresas transnacionales en espurio contubernio con la élite gobernante, pronto pasaron a tener importantes responsabilidades en el gobierno de George W. Bush. El PNAC actualizó sus proyecciones y anunció la necesidad de proteger a la Patria Estadounidense, creando escenarios para un impetuoso desarrollo del armamentismo, la preparación para guerras simultáneas, ataques preventivos, sistemas de disuasión más eficaces, un papel más activo como gendarmes de la política del mundo y el dominio del ciberespacio en defensa de la nación norteamericana. Con bíblica sentencia proclamaron: Es el Siglo Americano; El Siglo de las Luces; se equivocaron una vez más: realmente, abogaban por "El Siglo de las Tinieblas". Se considera que actualmente, Washington gasta en defensa tanto o más que todos los países del planeta juntos. Según interesantes datos de la revista Argenpress, de marzo de 2006, el presupuesto del Pentágono para la compra de armas nuevas pasó de 61 mil millones de dólares en 2001 a más de 80 mil millones en 2004. La Halliburton, donde el vicepresidente Cheney fue gerente general, tenía contratos con el Pentágono ascendentes a 427 millones de dólares en 2001, pero antes de 2003 consiguió contratos de defensa por 4,300 millones, de los cuales aproximadamente el 25% fueron acuerdos únicos, sin licitación. Es el orgiástico maridaje entre los centros de poder militar, económico y financiero, con la bula sacerdotal del Ejecutivo: "Dirty Bush". Si no fuese por la paciente, ética, humana y desinteresada actuación de los Estados Unidos en defensa de nuestros países, ¿Qué sería del orden en el mundo? ¿Qué hacen millones de personas en distintas latitudes protestando en las calles por una guerra cuyas ocultas razones, por motivos de "alta política", desconocen? ¿Por qué tantas mexicanas y mexicanos se empeñan en penetrar en los "territorios estadounidenses" si el Tratado de Libre Comercio los hará más solventes, libres y, sobre todo, más respetuosos de la democracia representativa? ¡No, si no hay que moverse de casa para recibir los beneficios del "American way of life": con taquitos transgénicos y todo...! ¿De qué nos quejamos, si Estados Unidos nos garantiza el retorno al desorden? ¡Entonces, no nos quejemos pues: que es mejor el desorden que el caos! |
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