NOTA ORIGINAL PÚBLICO MILENIO
El 9 de julio de 2005, dos jóvenes estadunidenses, Daniel Strauss y Shanti Sellz, recorrían el desierto de Arizona cuando encontraron a tres migrantes mexicanos que, abrasados por el intenso calor, padecían hambre y sed extrema, vómitos persistentes y difícilmente podían caminar por las ampollas. Estaban en riesgo de morir, como ha sucedido en ese inmenso desierto a cientos de indocumentados.
Strauss y Sellz intentaron trasladar a los tres migrantes ante un médico de Tucson, pero una patrulla de la migra estadunidense les marcó el alto. Los dos jóvenes fueron detenidos, acusados de cometer dos delitos federales graves: transportar extranjeros ilegales y conspirar para hacerlo. Los cargos implican una pena máxima de quince años de prisión. Sus abogados han señalado que, en virtud de las leyes de ese país, no es ilegal prestar ayuda humanitaria.
De los tres migrantes, dos fueron expulsados de inmediato del país, sin recibir atención médica. El tercero estuvo detenido durante dos meses como “testigo material” del caso y fue expulsado sin vista previa tras declarar ante una cámara de video, que se utilizó para acusar a Strauss y Sellz, como señaló Amnistía Internacional.
Ambos jóvenes norteamericanos, hombre y mujer, pertenecen a un grupo de voluntarios llamado No más muertes, integrado por organizaciones y una red de personas que se dedican a evitar las muertes de indocumentados en el desierto de Arizona.
El lunes 9 de octubre pasado, 16 meses después de que rescataron a los tres indocumentados, Strauss y Sellz estuvieron en la ciudad de México. Durante el acto inaugural de la Semana Internacional del Migrante, recibieron un reconocimiento por su labor humanitaria, de parte de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH).
Ese día, Daniel y Shanti no fueron noticia. No aparecieron en ningún noticiario radiofónico, televisivo o periódico capitalino y menos estatal. Los dos se arriesgaron para proteger a los indocumentados, como lo siguen haciendo otros norteamericanos. Como Enrique Morones, dirigente de Ángeles de la frontera, y Robin Hoover, fundador de la agrupación Fronteras humanitarias, quienes estuvieron en la ceremonia y que durante años se han dedicado a proteger y brindar asistencia a migrantes en Arizona y California.
Cuando Estados Unidos militariza la frontera con México y levanta su muro para impedir el paso de migrantes, José Luis Soberanes Fernández, titular de la CNDH, recordó que la creación de franjas de alta vigilancia, con brechas que obligan a los indocumentados a transitar por zonas de alto riesgo para integridad física, han dado como resultado más muertes, pero no menos migración, como lo demuestra que en desiertos, montañas y ríos de la línea fronteriza de ese país han fallecido casi cuatro mil migrantes en los últimos doce años.
Los medios dedican páginas y páginas, horas y horas, a chismes y noticias estúpidas de artistas y deportistas, a resaltar acciones de los delincuentes y declaraciones de políticos mafiosos. En cambio, jóvenes ejemplares, valientes, comprometidos con uno de los derechos humanos fundamentales, el de proteger y conservar la vida, como Daniel y Shanti, no son noticia. No existen para el periodismo actual.
COMENTARIO: Y mientras norteamericanos arriesgan sus vidas y libertades por mexicanos, aquí muchos de los que se autodenominan "gente bien" no dejan de menospreciar a los que tienen que abandonar este país forzozamente ante la falta de oportunidades y malos empleos, como si fuera su obligación aguantarse y morirse de hambre.
El 9 de julio de 2005, dos jóvenes estadunidenses, Daniel Strauss y Shanti Sellz, recorrían el desierto de Arizona cuando encontraron a tres migrantes mexicanos que, abrasados por el intenso calor, padecían hambre y sed extrema, vómitos persistentes y difícilmente podían caminar por las ampollas. Estaban en riesgo de morir, como ha sucedido en ese inmenso desierto a cientos de indocumentados.
Strauss y Sellz intentaron trasladar a los tres migrantes ante un médico de Tucson, pero una patrulla de la migra estadunidense les marcó el alto. Los dos jóvenes fueron detenidos, acusados de cometer dos delitos federales graves: transportar extranjeros ilegales y conspirar para hacerlo. Los cargos implican una pena máxima de quince años de prisión. Sus abogados han señalado que, en virtud de las leyes de ese país, no es ilegal prestar ayuda humanitaria.
De los tres migrantes, dos fueron expulsados de inmediato del país, sin recibir atención médica. El tercero estuvo detenido durante dos meses como “testigo material” del caso y fue expulsado sin vista previa tras declarar ante una cámara de video, que se utilizó para acusar a Strauss y Sellz, como señaló Amnistía Internacional.
Ambos jóvenes norteamericanos, hombre y mujer, pertenecen a un grupo de voluntarios llamado No más muertes, integrado por organizaciones y una red de personas que se dedican a evitar las muertes de indocumentados en el desierto de Arizona.
El lunes 9 de octubre pasado, 16 meses después de que rescataron a los tres indocumentados, Strauss y Sellz estuvieron en la ciudad de México. Durante el acto inaugural de la Semana Internacional del Migrante, recibieron un reconocimiento por su labor humanitaria, de parte de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH).
Ese día, Daniel y Shanti no fueron noticia. No aparecieron en ningún noticiario radiofónico, televisivo o periódico capitalino y menos estatal. Los dos se arriesgaron para proteger a los indocumentados, como lo siguen haciendo otros norteamericanos. Como Enrique Morones, dirigente de Ángeles de la frontera, y Robin Hoover, fundador de la agrupación Fronteras humanitarias, quienes estuvieron en la ceremonia y que durante años se han dedicado a proteger y brindar asistencia a migrantes en Arizona y California.
Cuando Estados Unidos militariza la frontera con México y levanta su muro para impedir el paso de migrantes, José Luis Soberanes Fernández, titular de la CNDH, recordó que la creación de franjas de alta vigilancia, con brechas que obligan a los indocumentados a transitar por zonas de alto riesgo para integridad física, han dado como resultado más muertes, pero no menos migración, como lo demuestra que en desiertos, montañas y ríos de la línea fronteriza de ese país han fallecido casi cuatro mil migrantes en los últimos doce años.
Los medios dedican páginas y páginas, horas y horas, a chismes y noticias estúpidas de artistas y deportistas, a resaltar acciones de los delincuentes y declaraciones de políticos mafiosos. En cambio, jóvenes ejemplares, valientes, comprometidos con uno de los derechos humanos fundamentales, el de proteger y conservar la vida, como Daniel y Shanti, no son noticia. No existen para el periodismo actual.
COMENTARIO: Y mientras norteamericanos arriesgan sus vidas y libertades por mexicanos, aquí muchos de los que se autodenominan "gente bien" no dejan de menospreciar a los que tienen que abandonar este país forzozamente ante la falta de oportunidades y malos empleos, como si fuera su obligación aguantarse y morirse de hambre.
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