NOTA ORIGINAL MILENIO DIARIO
Hoy el deporte del momento no es el golf por los triunfos de Lorena Ochoa, o el futbol por la volada de Récord que ya le daba el Balón de Oro a Rafa Márquez cuando no estaba ni nominado. O el torneo de apuestas sobre a ver a qué horas se desata la represión perra en Oaxaca (pocas veces una organización como la APPO había sido tan impopular entre la gente pura, decente y bien nacida sólo porque –¡oh sacrilegio!– se atreve a pedir que Ulises Ruin, ese enorme humanista, deje la gubernatura). No. El deporte del momento es pegarle al Peje que, en términos de audiencias, supera a cualquier partido del América. Y no es que sea algo nuevo, de hecho, se trata del deporte de mayor expansión en México desde los linchamientos en Tláhuac y las madrizas de Wildfrido Robledo en San Salvador Atenco que son, para citar al maestro Ángel Fernández, el verdadero “Juego del hombre”.
Me parece muy sano que las personas, los organismos, los medios de comunicación y las instituciones practiquen una actividad recreativa como la de pegarle a AMLO y que, incluso, les rinda dividendos, les tranquilice los demonios internos y hasta los desestrese. Bueno, nomás falta que cuando tengan un hijo también le echen la culpa. Lo que sí es de pésimo y artesano gusto es que no sean capaces de valorar en su justa dimensión las aportaciones de López Obrador como el punching-bag nacional en que se ha convertido.
O sea, nomás lo atacan, lo madrean y hacen leña del árbol caído y, contra cualquier principio de caballerosidad, ni las gracias le dan y, antes al contrario, si se atreve a responder a la madriza tumultuaria, lo acusan de abusivo, gandalla y maléfico. Muy bien que le señalen sus errores con índice acusador, lo llamen acabado, fracasado, extraviado –sobre todo por el desahogo emocional que ello representa— pero en reciprocidad tendrían que mostrar algo de decoro administrando sus rencores antipejistas con el mismo estilo chicagoboyesco con el que Agustín Carstens, inspirado en Pedro Aspe, habrá de llevar el proyecto económico jelipista para –sí cómo no– rebasar por la izquierda.
Ya en el colmo están sus compañeros de sector y de partido que le quieren aplicar al Peje el método “¿Tú también Brutus?” de solidaridad gremial. Están peor que el flamante Andrés Granier quien, en vez de rendirle un sentido homenaje a su Yoda, Roberto Madrazo, lo primero que hizo fue negarlo tres veces.
Puro malagradecido. Chale.
COMENTARIO: Al principio creí que se refería a Ciro y su abusiva expulsión del grupo de columnistas de Federico Arreola, aunque difícilmente podría haberse enterado a tiempo para publicar algo al respecto. A muchos les parecerá irónico que se publiquen en el Sendero tantas notas de Milenio seguidas cuando se realizó en este diario un claro ejemplo de censura totalitaria. La respuesta es simple: hay que resaltar los columnistas que valen la pena de Milenio mientras todavía Ciro y Carlos Marín les den oportunidad de seguirse publicando. Estos columnistas no tienen la culpa que la dirección del diario esté en manos de un par de arrastrados.
Y regresando con lo que dice Jairo del Peje, efectivamente, muchos se enojan que él esté mencionando las verdades dolorosas en este país. Esperan que callándolo podrán hacer que mágicamente desaparezcan, como si cerrando los ojos se pudiera eliminar el desastre económico y político nacional, como si esos muertos y pobres por su condición humilde no existieran. A los perredistas que sienten ganas de golpear al Peje, nada más acuérdense que gracias a él son la segunda fuerza política nacional, y sin él, quedan abajo, muy abajo hasta del PRI, pregúntenle a Cuauhtémoc Cárdenas cómo le fue al partido en 1994 y en el 2000.
Hoy el deporte del momento no es el golf por los triunfos de Lorena Ochoa, o el futbol por la volada de Récord que ya le daba el Balón de Oro a Rafa Márquez cuando no estaba ni nominado. O el torneo de apuestas sobre a ver a qué horas se desata la represión perra en Oaxaca (pocas veces una organización como la APPO había sido tan impopular entre la gente pura, decente y bien nacida sólo porque –¡oh sacrilegio!– se atreve a pedir que Ulises Ruin, ese enorme humanista, deje la gubernatura). No. El deporte del momento es pegarle al Peje que, en términos de audiencias, supera a cualquier partido del América. Y no es que sea algo nuevo, de hecho, se trata del deporte de mayor expansión en México desde los linchamientos en Tláhuac y las madrizas de Wildfrido Robledo en San Salvador Atenco que son, para citar al maestro Ángel Fernández, el verdadero “Juego del hombre”.
Me parece muy sano que las personas, los organismos, los medios de comunicación y las instituciones practiquen una actividad recreativa como la de pegarle a AMLO y que, incluso, les rinda dividendos, les tranquilice los demonios internos y hasta los desestrese. Bueno, nomás falta que cuando tengan un hijo también le echen la culpa. Lo que sí es de pésimo y artesano gusto es que no sean capaces de valorar en su justa dimensión las aportaciones de López Obrador como el punching-bag nacional en que se ha convertido.
O sea, nomás lo atacan, lo madrean y hacen leña del árbol caído y, contra cualquier principio de caballerosidad, ni las gracias le dan y, antes al contrario, si se atreve a responder a la madriza tumultuaria, lo acusan de abusivo, gandalla y maléfico. Muy bien que le señalen sus errores con índice acusador, lo llamen acabado, fracasado, extraviado –sobre todo por el desahogo emocional que ello representa— pero en reciprocidad tendrían que mostrar algo de decoro administrando sus rencores antipejistas con el mismo estilo chicagoboyesco con el que Agustín Carstens, inspirado en Pedro Aspe, habrá de llevar el proyecto económico jelipista para –sí cómo no– rebasar por la izquierda.
Ya en el colmo están sus compañeros de sector y de partido que le quieren aplicar al Peje el método “¿Tú también Brutus?” de solidaridad gremial. Están peor que el flamante Andrés Granier quien, en vez de rendirle un sentido homenaje a su Yoda, Roberto Madrazo, lo primero que hizo fue negarlo tres veces.
Puro malagradecido. Chale.
COMENTARIO: Al principio creí que se refería a Ciro y su abusiva expulsión del grupo de columnistas de Federico Arreola, aunque difícilmente podría haberse enterado a tiempo para publicar algo al respecto. A muchos les parecerá irónico que se publiquen en el Sendero tantas notas de Milenio seguidas cuando se realizó en este diario un claro ejemplo de censura totalitaria. La respuesta es simple: hay que resaltar los columnistas que valen la pena de Milenio mientras todavía Ciro y Carlos Marín les den oportunidad de seguirse publicando. Estos columnistas no tienen la culpa que la dirección del diario esté en manos de un par de arrastrados.
Y regresando con lo que dice Jairo del Peje, efectivamente, muchos se enojan que él esté mencionando las verdades dolorosas en este país. Esperan que callándolo podrán hacer que mágicamente desaparezcan, como si cerrando los ojos se pudiera eliminar el desastre económico y político nacional, como si esos muertos y pobres por su condición humilde no existieran. A los perredistas que sienten ganas de golpear al Peje, nada más acuérdense que gracias a él son la segunda fuerza política nacional, y sin él, quedan abajo, muy abajo hasta del PRI, pregúntenle a Cuauhtémoc Cárdenas cómo le fue al partido en 1994 y en el 2000.
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