NOTA ORIGINAL MILENIO DIARIO
No confío en esa evaluación”, dijo un compañero universitario ante la noticia de que la UNAM había alcanzado el lugar 74 entre las mejores del mundo (entre más de 13 mil), según la evaluación anual del diario inglés The Times. Primero creía que la evaluación incluía sólo universidades latinoamericanas. Hubo que mostrarle los datos.
Pero su desconfianza no cedió. Le parecía increíble que en dos años la Universidad Nacional (la de todos los mexicanos) pudiera haber pasado del lugar 195 al 95, y luego al 74. Que hubiera quedado por encima de cualquiera de Latinoamérica ¡y de España!
¿Por qué confiamos en las evaluaciones que revelan nuestra pobreza, la crisis de nuestras escuelas, pero no en las que muestran que algo va bien? La encuesta del Times, sin ser absoluta, sí es confiable y reconocida mundialmente. Mi amigo dudaba de los criterios utilizados: pensaba que la reciente mejora administrativa había ayudado en la evaluación.
No fue así. Los cinco criterios utilizados son estrictamente académicos: la opinión de casi cuatro mil académicos de todo el mundo, la de más de 700 empresas que emplean universitarios a nivel mundial, la proporción de estudiantes en cada facultad, la capacidad para atraer estudiantes extranjeros, y la de atraer a académicos de renombre.
Por eso no puedo estar de acuerdo con mi amigo Horacio Salazar cuando comenta (MILENIO Diario, 12 de octubre) que según Andrés Oppenheimer “la UNAM sacó cero en trabajos de investigación aparecidos en publicaciones académicas internacionales”, y concluye que “de poco vale que en la UNAM sí se investigue, si esa investigación no alcanza a ser calificada como de primer nivel”.
Habría que ver cómo se evaluó ese “cero” en investigación. Hay grupos empeñados en descalificar a las universidades públicas. Cierto, la investigación distingue a las universidades de las escuelas, y toda universidad debe hacer la mejor investigación posible.
Pero sobre todo, habría que reconocer que mucha de la poca investigación que se hace en México es de excelente nivel (aunque quizá no de primera). Que para obtener tan buenos resultados debe haber un buen respaldo académico, que incluye a la investigación científica. Y que en realidad lo triste es que sólo la UNAM, entre todas las universidades del país, públicas o privadas, esté entre las 100 mejores. Viéndolo bien, la desgracia es tener sólo una universidad de excelencia.
No confío en esa evaluación”, dijo un compañero universitario ante la noticia de que la UNAM había alcanzado el lugar 74 entre las mejores del mundo (entre más de 13 mil), según la evaluación anual del diario inglés The Times. Primero creía que la evaluación incluía sólo universidades latinoamericanas. Hubo que mostrarle los datos.
Pero su desconfianza no cedió. Le parecía increíble que en dos años la Universidad Nacional (la de todos los mexicanos) pudiera haber pasado del lugar 195 al 95, y luego al 74. Que hubiera quedado por encima de cualquiera de Latinoamérica ¡y de España!
¿Por qué confiamos en las evaluaciones que revelan nuestra pobreza, la crisis de nuestras escuelas, pero no en las que muestran que algo va bien? La encuesta del Times, sin ser absoluta, sí es confiable y reconocida mundialmente. Mi amigo dudaba de los criterios utilizados: pensaba que la reciente mejora administrativa había ayudado en la evaluación.
No fue así. Los cinco criterios utilizados son estrictamente académicos: la opinión de casi cuatro mil académicos de todo el mundo, la de más de 700 empresas que emplean universitarios a nivel mundial, la proporción de estudiantes en cada facultad, la capacidad para atraer estudiantes extranjeros, y la de atraer a académicos de renombre.
Por eso no puedo estar de acuerdo con mi amigo Horacio Salazar cuando comenta (MILENIO Diario, 12 de octubre) que según Andrés Oppenheimer “la UNAM sacó cero en trabajos de investigación aparecidos en publicaciones académicas internacionales”, y concluye que “de poco vale que en la UNAM sí se investigue, si esa investigación no alcanza a ser calificada como de primer nivel”.
Habría que ver cómo se evaluó ese “cero” en investigación. Hay grupos empeñados en descalificar a las universidades públicas. Cierto, la investigación distingue a las universidades de las escuelas, y toda universidad debe hacer la mejor investigación posible.
Pero sobre todo, habría que reconocer que mucha de la poca investigación que se hace en México es de excelente nivel (aunque quizá no de primera). Que para obtener tan buenos resultados debe haber un buen respaldo académico, que incluye a la investigación científica. Y que en realidad lo triste es que sólo la UNAM, entre todas las universidades del país, públicas o privadas, esté entre las 100 mejores. Viéndolo bien, la desgracia es tener sólo una universidad de excelencia.
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