¿Transición con las mismas alimañas?.
Rosario Herrera Guido.
Transición es una palabra castellana cuyas raíces latinas son “transitio” y “onis”, y que juntas significan ir más allá, transformar y cambiar. Unas raíces que ante la lastimosa y grotesca “transición” presidencial entran en un verdadero contrasentido, pues no puede haber transición de poderes con las mismas alimañas que el “gobierno del cambio” prometió fumigar, aplastar con sus briosas botas, aclarar los crímenes de Estado, expulsar a los dinosaurios, limpiar de sabandijas las instituciones y hacer cuentas con los saqueadores de México.
No puede haber transición, es decir, dar pasos adelante, cuando sólo se puede trepar por impotencia, con el apoyo y la complicidad de los peores personajes de la más descompuesta clase política de México.
Ahí va Calderón alzado en hombros por la Tremenda Corte de Trespatines, encumbrado por Leonel Castillo, el penoso magistrado, vergüenza histórica para todos los nicolaitas y los mexicanos democráticos y republicanos.
Ahí va Calderón, que sin pudor alguno aceptó pisotear millones de votos en su contra, con la interminable cuenta de trucos y falacias de un sórdido tribunal ¿amenazado o comprado?
Ahí va Calderón, con el confiable tribunal, que descartó de la manera más simplona y ofensiva todas las posibles pruebas del fraude: no había manera de probar el impacto de los mensajes de la campaña del odio contra Obrador ni de la cruzada foxista por su Delfín (que significa también calderón y heredero), como tampoco de saber el impacto de la propaganda pagada por los empresarios. Cuando no se trataba de hacer un dictamen psicológico sino jurídico, legal, pues están prohibidas todas estas acciones traidoras a la democracia y a México.
Pero... ahí va Calderón con sus psicólogos improvisados, que en lugar de aplicar la ley la violentaron. Todo por el imperio de la “mano dura”.
Ahí va Calderón, por la banda presidencial, fraguado por el Yunque, el bruno grupo que viene a repetir las guerras de la extrema derecha, cuyos fines son “la vida”, cobijado por los sectores más conservadores de la Iglesia católica. Siendo candidato, en entrevista con la periodista Carmen Aristegui, a las preguntas sobre la anticoncepción, la eutanasia y la homosexualidad, invariablemente contestó: “yo estoy por la vida”, como un catecismo machacón, sin argumentos.
Ahí va Calderón, forjado por el Yunque, la cofradía fundada en Canadá a finales de la Segunda Guerra Mundial, cuya filosofía es tan pragmática como peligrosa: que en contra del lema marxista “proletarios del mundo uníos”, abandera la consigna “millonarios del mundo uníos”.
El Yunque, fundado justo cuando los capitalistas abandonaron la resistencia en Hong Kong, ante la amenaza de que la China comunista se haría cargo de la isla, que había sido rentada al imperio británico durante 100 años, mismos que vencerían en el crepúsculo del siglo XX. Un oscuro grupo que se encarga de seleccionar a los jóvenes que prometen ser grandes capitalistas.
Todo por una ambición sin límites: si los millonarios manejan el dinero, manipulan la política, controlan el poder, administran los negocios, manosean los credos religiosos y gestionan la pobreza, pueden transferir los grandes capitales a sus herederos.
Hasta Roberto Madrazo, en plena campaña, declaró que el PAN había dejado de ser un partido político para convertirse en una organización secreta que tiene planes de alcance mundial: la concentración de la riqueza y la administración de la pobreza, que permita proteger y acrecentar tal caudal.
Ahí va Calderón, hacia la silla presidencial, con la negra herencia salinista a cuestas, arrastrando consigo el turbio pasado de México.
Ahí va con Elba Esther Godillo, a quien durante años los maestros democráticos de Michoacán le reclamaban en todas las marchas y las bardas: “queremos a Misael Núñez, vivo o muerto”; un clamor que también se escuchó en otros estados, pidiendo justicia para los maestros disidentes desaparecidos.
Ahí va Calderón, sin memoria histórica y ¿sin conciencia de culpa?
Ahí va rumbo la gran silla, cada vez más grande, con “una valiosa maestra sin la que el nuevo gobierno no podría llevar a cabo la gran reforma educativa que requiere México”.
Ahí va Calderón con los charros sindicales, los discípulos “estrella dorada” de Fidel Velázquez, que le ofrecen carteras a la disidencia para eternizarse en la dirigencia. Eso sí, jamás sin la cobardía y la complicidad de los agremiados.
Ahí va Calderón, con su séquito de alimañas, víboras prietas, tepocatas y dinosaurios: Echeverría (el genocida por un día), el impune del gober precioso, el exitoso Zavala-Hildebrando, el compadre de Gordillo (Ugalde), el experto en complots (jefe Diego), el presidente y los empresarios, que no merecían más que un coscorrón de parte del inatacable Tribunal Electoral, por haber intervenido en las elecciones fuera de la ley.
Ahí va Calderón con Luis Téllez, su brillante asesor, el responsable de ofrecer el maíz y el frijol en las negociaciones del TLCAN, el empleado del grupo Carlyle, empresa de armamento y alimentos, uno de los grandes intereses de la familia Bush.
Ahí va Calderón, el heredero, el protector de la dinastía y el enemigo de la democracia, el abanderado por el capitalismo salvaje, que pretende reducir los derechos de los trabajadores, privatizar los recursos estratégicos de la nación, alimentar una política de Estado, debilitar hasta quebrantar la educación pública y estimular el corporativismo.
Ahí va Calderón con Televisa y TV Azteca, con el “cuarto poder”, capataz de los tres restantes poderes, el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, representados todos como nunca por el mismo Fox. Por ello su primera entrevista se la brinda a López Dóriga, el fiel paje del “cuarto poder “, a falta de poder propio alguno.
Ahí va Calderón hasta con José Gutiérrez Vivó (“el periodista que se llenaba la boca de ser un locutor libre”).
Ahí va Calderón, a quien ¿voces perversas convencieron? de que todos los seres humanos tienen un precio y que todo está en llegarles al precio.
Ahí va Calderón, después de sembrar tanto veneno entre todos los mexicanos, ofreciendo el antídoto para tanta cizaña.No era necesaria la lámpara de Aladino para saber que “todo estaba escrito”, como reza la sabiduría popular. El cuento chino con el que Fox catequizó a sus electores en el 2000, al final del “sexenio del águila rota” terminó como comenzó: “yo voy a sacar de Los Pinos al PRI, que está plagado de alimañas, víboras prietas, tepocatas y dinosaurios”.
Todos los signos del “poder” comprueban que la premonitoria novela Los recuerdos del porvenir, de Elena Garro, anuncian el porvenir de los recuerdos. La historia se repite. Sí, repetición con diferencia –según Gilles Deleuze– pero repetición, con unos cuantos personajes “nuevos”, pero con el mismo lastre a sus espaldas, las mismas ambiciones e indecencia, tan píos como perversos, porque el “poder” enceguece, embrutece y enloquece: permite imaginariamente crecer el yo hasta de los más pequeños, gozar del culto a personalidad, rodearse de serviles, excederse en bienes, valerse del influyentismo, el nepotismo dinástico, el “bienestar de la familia” consanguínea, partidista y cómplice, que bien vale la pena desvirtuarse, como reza la jerga popular de la política vulgar, al punto de “aprender el arte de comer mierda sin hacer gestos”.
Hoy descubrimos que se pueden descongelar los días y que se puede recuperar la memoria de otro tiempo y otro espacio. Después de todo, el porvenir es el estado perfecto en el que se puede recuperar la otra memoria. Recordar, rescatar, recuperar. El porvenir de los recuerdos de Elena Garro nos enseña que nos desconocemos por reconocernos en los otros y que por ello de generación en degeneración repetimos los mismos actos. Como dice Garro:
“Extraviados en sí mismos, ignoraban que una vida no basta para descubrir los infinitos sabores de la menta, las luces de una noche o la multitud de colores de que están hechos los colores. Una generación sucede a la otra, y cada una repite los actos de la anterior. Sólo un instante antes de morir descubren que era posible soñar y dibujar el mundo a su manera, para luego despertar y empezar un dibujo diferente. Y descubren también que hubo un tiempo en que pudieron poseer el viaje inmóvil de los árboles y la navegación de las estrellas, y recuerdan el lenguaje cifrado de los animales y las ciudades abiertas en el aire por los pájaros. Durante unos segundos vuelven a las horas que guardan su infancia y el olor de las hierbas, pero ya es tarde y tienen que decir adiós y descubren que en un rincón está su vida esperándoles y sus ojos se abren al paisaje sombrío de sus disputas y sus crímenes y se van asombrados del dibujo que hicieron con sus años”.
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sábado, septiembre 09, 2006
LA TRANSICIÓN CON LA MISMA FAUNA.
Publicadas por Armando Garcia Medina a la/s 2:40 p.m.
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