LAS NARCOTIENDITAS.

Tepito y las narco-casitas

viernes, 02 de marzo de 2007

María Teresa Jardí A propósito de la denuncia que en primera plana del POR ESTO! de ayer aparece sobre las mil quinientas narco-casitas donde se vende droga en unas cuantas ciudades de Yucatán y de Quintana Roo, lo que no deja de ser una crónica anunciada y no atendida por gobernantes que lejos de cumplir con su deber le apuestan a la delincuencia organizada para enriquecerse como si fueran inmortales, me viene a la memoria una anécdota de cuando Manuel Camacho Solís era jefe de Gobierno del D.F. A un asesor de Ignacio Morales Lechuga, que entonces era el Procurador General de Justicia de la capital de la entonces República Mexicana, se le ocurrió que se podía rescatar Tepito a base de dar a conocer la historia de la cultura de ese importante barrio mexicano. Ya entonces era del dominio público la escandalosa venta de droga al menudeo que se hacía en vecindades de ese lugar, en particular en la colonia Morelos, que se puede considerar, me dicen, parte de Tepito y en Peralvillo que enlaza ese lugar con la colonia Guerrero, donde curiosamente se ubicaba la parte de la Procuraduría General de la República que albergaba al Procurador, y la que tenía enfrente otra instalación donde estaba la entonces Policía Judicial Federal, es decir, la parte más importante de esa institución encargada, en teoría, de combatir el narcotráfico. No fue más allá el asunto de una exposición de arte tepiteño en la propia PGJDF y alguna otra en el propio barrio, si mal no recuerdo. Y a la luz de la historia posterior del país es obvio que el negocio de la droga, de la venta de armas, de la venta de productos electrónicos de contrabando y de prendas de vestir clonadas de marca, etc. pudieron más, suponiendo que haya existido la más mínima voluntad de combatir los delitos o alguno de los muchos delitos que de manera tan pública se cometían que ya ni la Procuraduría podía negar su existencia y no de que se haya tratado sólo de una maniobra de distracción de cara a los denunciantes de lo que ahí ocurría. Más tarde con el PRD en el gobierno capitalino ya no se hizo ni la finta de combatir el fenómeno. Por lo que hoy Ebrard, el actual jefe de Gobierno capitalino, entonces secretario de Gobierno de Manuel Camacho Solís, entonces priístas, hoy perredistas ambos, no haría más que cumplir con la ley en el caso de las expropiaciones que evidentemente llenan los requisitos legales, porque el combate a la delincuencia es un beneficio para el pueblo en su conjunto y cuando un inmueble sirve para proteger delincuentes su expropiación se vuelve de utilidad pública, más allá de que además tampoco es que se trate de una idea original. A estas alturas del mundo alguien, casi siempre, habrá concebido la idea que se le ocurre a otro y en Madrid en el Barrio de Lavapiés el gobierno madrileño hizo lo mismo. Es decir, el gobierno está para servir al pueblo y controlar la delincuencia es una función del gobierno y las leyes sirven para regular esa función. Punto. Y lo que tendría que vigilar el movimiento ciudadano y la única Presidencia Legítima de México, es decir, la que encabeza AMLO, es que el hecho no sirva para que el rico más rico del planeta u otro casi igual de rico de los cuatro o cinco o diez mexicanos que aparecen en la revista Forbes, mientras millones se mueren de hambre, se apodere de Tepito incluidas las propiedades expropiadas para beneficio propio como en buena medida pasó con el Centro Histórico de la capital del país.