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viernes, febrero 02, 2007

PURE DE MONOS Y ALGO MAS

TRAÍDO DEL BLOG DEL CHAMUCO VIRTUAL










ÍNDICE POLÍTICO
FRANCISCO RODRÍGUEZ ¿DE VERDAD ES TAN TONTO?

HAY QUIENES SOSTIENEN aquello de que "el tamaño es importante". Otras, otros, apuntan lo contrario. Señalan estas últimas personas que en el caso de Vicente Fox se encuentra el mejor de los desmentidos a la aseveración.

A este "guanajuatense", agregan, le queda mejor aquello de "entre más grandote más…" (ponga usted el adjetivo que mejor encuadre) que los mexicanos solemos usar desde la infancia, cuando en el salón de clases de la escuela primaria el último de la fila, por alto, no se encuentra entre los más inteligentes.

¿De verdad es tan tonto Vicente Fox? Yo espero que no lo sea. Que las apariencias engañen. Que no se cumpla aquello que decía "don Jesús (Reyes-Heroles) de Veracruz": que la apariencia es realidad.

Y es que si en serio es tonto, más tontos seríamos quienes durante seis larguísimos años, pese a todo, lo mantuvimos de nuestras rentas al fisco. Aún lo hacemos, pagándole jugosa pensión.

Amparado en ello, pero sobre todo en una reflexión de mi hermana Claudia, ahora pienso que Vicente Fox "le hace al loco". Que padece alguno de esos síndromes que los psicólogos encuadrarían en la falta de cuidado materno, por lo que él mismo asume actitudes que llaman la atención indiscriminada para, en una de esas, pesca la de la ya difunta doña Mercedes.

"Vivo", muy "vivo", a grado tal que me aseguran usó a su actual esposa, Marta Sahagún, como "tapadera" en sus muchos negocios al amparo del poder presidencial que usufructuó para beneficio personal y familia, Vicente Fox dice tantas zarandajas en sus apariciones públicas que, me dice un compadre que radica en San Miguel de Allende, "en lugar de alquilarse como orador o speaker, debería poner un anuncio para que lo renten cual comediante".

Ahí sí que Fox arrancaría lágrimas de risa entre el auditorio, y no las de pena ajena que muchos derramamos cuando escuchamos o leemos la más reciente de sus estupideces oratorias.

Mi compadre sanmiguelense, además, solicita que ya dejemos de considerar a Fox cual guanajuatense, pues alega que en su estado no se dan en maceta personajes como el que habita en San Francisco del Rincón. Aduce que "Chente" el "exPresiChente" nació en el Distrito Federal. Allá ellos que le permitieron gobernar Guanajuato, ¿no cree usted?

Pero volviendo al punto. Imagínese usted al grandote Fox en una audición del Madison Square Garden, pues a él le fascinan las plazas en EU, recitando su rutina ante el respetable, que ya no tendría por qué pagar 400 dólares por butaca.

¿Cuántos no caerían desternillados de tanta carcajada, cuando el comediante Fox hablara ya no de temas literarios, sino del "cambio" en nuestro país, el Seguro Popular, los 15 minutos de Chiapas, el crecimiento anual de 7%, o su lucha anticorrupción?

Y ahora sí hasta podría llevar de "patiño" a la mujer que, grandote grandote, le dice "pollito".

Como para ca… de la risa, ¿no cree usted?

www.indicepolitico.com / pacorodriguez@journalist.com


RUTA NORTE:
Nota original
Hervor de Zócalo

rutanortelaguna@yahoo.com.mx


El actual poder económico y político es detentado en México por los empresarios. Si la económica y la política antes eran dos esferas distintas de la vida pública, desde hace algunos años fueron conciliadas por una casta que inspirada en la divinidad del dinero operó en busca de un doble propósito: acceder al poder y, ya allí, acabar con todo vestigio de estatización socializante. No es gratuito, por ello, que un empresario guanajuatense, mocho e ignorante, en 2000 haya devenido presidente luego de que su estructura tomó por asalto al panismo tradicional.

Si bien De la Madrid y Salinas sentaron las bases del pensamiento tecnocrático afectísimo a las privatizaciones, fue con la llegada de Fox a la presidencia cuando se consumó el triunfo de los empresarios dentro de la política. Lograrlo les costó décadas de organización, lucha dentro del clero católico, control en cámaras industriales, infiltración en el PAN, pleito sin cuartel contra la izquierda atea. El resultado de esos apetitos fue el asentamiento de un modelo obsesionado por la utilidad, por el éxito macroeconómico, muy católico, sí, pero (así lo exige el mercado) ajeno por completo a cualquier sentimentalismo social.

Pasado el tiempo, la insensibilidad de los empresarios casados a ultranza con su amado paraíso neoliberal provocó que hiciera agua y perdiera las elecciones de 2006. Tan difícil fue sacar adelante el “triunfo” que apenas arañaron medio punto mañoso y conservaron la batuta durante un sexenio más. Pero las expresiones de descontento social no se detienen luego de unas elecciones o por decreto, dado que la lucha de clases no es una categoría abstracta, manejable con discursos emitidos desde la televisión.

En la vida concreta de los ciudadanos, los 25 años de neoliberalismo contumaz han dado como resultado no sólo un deterioro gradual y sostenido de la calidad de vida de la clase media, sino un incremento despiadado de la pobreza extrema, un desastre sin precedentes en el campo, un rezago educativo peligroso y una permanente agresión a las luchas políticas que contradicen, aunque sea en poco, a las omnímodas leyes del mercado.

Por ello, concentraciones como las del miércoles pasado en el Zócalo reiteran el fracaso de un modelo hecho sólo a la medida de las naciones ya poderosas y de sus personeros ubicados en países como el nuestro. En otros lugares se han dado cambios que apuntan no a la abolición del neoliberalismo, pero sí a la moderación de su salvajismo extremo; contra esa corriente, la casta ultraconservadora mexicana se ha negado a perder privilegios y ha preferido acuchillar a la gente antes de ver en peligro sus intereses. Y así seguirán

DE EPIGMENIO IBARRA:
Nota original
La psicósis del Dr. Ortiz

eibarra@milenio.com


Decenas de miles de locos desfilaron ayer por las calles de la Ciudad de México y de otras 14 ciudades del país para dar rienda suelta a su locura. Dicen, gritan, reclaman —qué espectáculo— por el supuesto encarecimiento de los productos básicos. Se quejan, además, de sus bajos salarios. Y no están solos; su padecimiento se ha convertido en una pandemia. Millones más de enajenados recorren diariamente las plazas y mercados de México padeciendo una extraña y masiva patología que los hace sufrir alucinaciones cuando tratan de hacer sus compras; la tortilla, la leche, el limón, la cebolla, el tomate, la carne —creen ellos— han subido de precio. Más locos están todavía los campesinos, los trabajadores, los empleados a quienes la locura ha privado de sus facultades y no son capaces siquiera de las más elementales operaciones aritméticas. Hoy resulta que su salario o de plano no les alcanza para sobrevivir o súbitamente les rinde menos y se sienten incluso con el derecho de alzar la voz y manifestarse en las calles. Están tan locos, tan rematadamente locos, que se han olvidado ya que el 2 de julio fueron a votar —así lo revela Felipe Calderón en Davos— cruzaron su boleta y se decidieron nada más y nada menos que por el “libre mercado”.

No puedo seguir así. No con este tono. La gravedad de la situación. El calibre de la ofensa es tal que confieso que me dejé llevar, al iniciar la redacción de este artículo, por el propósito de burlarme de quien con sus declaraciones se burla del pueblo de México. Si no fuera tan indignante que el gobernador del Banco de México, el Dr. Guillermo Ortiz, sea capaz —y en este momento— de decir tal sarta de estupideces, hasta un chiste o muchos podrían hacerse del diagnóstico de psicosis que le endosó a millones de mexicanos. Otro tanto sucede con lo dicho por Calderón a propósito de las verdaderas intenciones de los votantes del 2 de julio. Que ellos se crean sus propias mentiras vaya y pase. Que las conviertan en coartadas para encubrir sus teorías económicas también y eso mientras las receten a los suyos. Que nos las endilguen a todos los mexicanos y nos digan locos o desmemoriados ya es algo inaceptable.

Están jugando con fuego y este país no da más. Claro, como los estallidos pronosticados no se producen —vaya usted a saber por qué— creen que la gente les ha extendido patente de corzo para seguir medrando. Porque a estas alturas del partido el llamado modelo económico neoliberal, esta versión criolla al menos, ha servido para enriquecer a muy pocos y hundir en la miseria a millones. Viven ellos; Ortiz, Gil Díaz, el mismo Calderón y los suyos —sólo en eso se parecen al resto de la población— apenas librando el día que pasa. Sólo el hoy les importa; el mañana, el futuro no existen a menos, claro, que se trate del suyo; total hay un HSBC o una telefónica extranjera —otra— en su futuro. Su visión les alcanza sólo para calcular los daños o mermas que su poder puede sufrir. Sólo miran a sus pares, a sus cómplices, a sus acreedores. A esos que, en efecto, votaron no por Fox o por Calderón ni por el PAN —igual podían haber votado por el PRI— sino por el libre mercado; libre claro en la medida en que esa libertad les beneficie sólo a ellos.

Hace 25 años gobiernan el país; son el verdadero poder tras el trono. José Ángel Gurría, entonces secretario de Estado de Carlos Salinas de Gortari, tenía razón al hacer su predicción. Tenía razón porque tenían ya el poder en las manos y no estaban dispuestos a soltarlo. El cambio de estafeta presidencial fue para ellos sólo eso; un cambio de estafeta en el sentido más literal del término; se pasaron de un presidente a otro sólo una varita, una triste varita, ni siquiera un simbólico bastón de mando. Todo fue para ellos, en 1996, en 2000, un cambio meramente cosmético, escenográfico. La democracia, en su vocabulario, significa únicamente la sustitución de un gerente; de un encargado del despacho de relaciones públicas por otro. Si acaso en el proceso electoral se alza o se alzara de nuevo en el futuro un candidato con una propuesta alternativa que amenace la continuidad del modelo, entonces la democracia, todo el andamiaje legal para garantizar la equidad en los comicios, la Constitución, el Estado de Derecho, las instituciones, todo, absolutamente todo, se vuelve desechable; son intolerantes, autoritarios y rozan siempre —no importan los ropajes o la retórica democrática— la tentación dictatorial. Nos miran, miran al país con desprecio, tanto que son capaces de tildar a millones de locos.

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