Sergio Aguayo Quezada.
Slim y Babel.
Mientras un grupo de mexicanos cosecha triunfos internacionales -con las películas Babel y El laberinto del fauno-, fuentes bien informadas aseguran que la revista Forbes anunciará en marzo que la riqueza del mexicano Carlos Slim ha dado otro brinco espectacular. Los dos primeros provocan orgullo, el segundo dolor de estómago.
Aunque es siempre subjetivo definir el "éxito", éste se obtiene cuando se vive feliz con lo que se tiene o se alcanzan las metas fijadas. El "éxito" también depende de la aprobación social que varía dependiendo del grupo y la sociedad; hay una gran diferencia entre lo que el capo espera del sicario y lo que el obispo elogia en el seminarista.
Con imágenes, sonido y actores Alejandro González Iñárritu hace creíbles y atractivas las historias escritas por Guillermo Arriaga quien utiliza técnicas literarias para elaborar obras para cine en donde aborda asuntos tan universales como la incomunicación, la muerte, el amor y la veleidosa fortuna. Tres profesionales completan este notable equipo: Rodrigo Prieto maneja la fotografía, Brigitte Broch el arte y Gustavo Santaolalla la música.
Nunca antes un grupo de cineastas mexicanos había logrado tanto éxito en un tiempo tan corto. En sólo siete años tres películas -Amores perros (2000), 21 gramos (2003) y Babel (2006)- han cosechado 54 reconocimientos. Con la última, Babel, recibió el Globo de Oro y ayer recibió siete nominaciones al Oscar incluida la de mejor director.
Guillermo del Toro destaca haciendo películas de cine fantástico y con El laberinto del fauno, una coproducción con España ambientada en la Guerra Civil de ese país, tiene seis nominaciones. Habría finalmente que incluir el Globo de Oro obtenido por Salma Hayek por una serie televisiva. El éxito de estos mexicanos en el exterior impresiona porque compiten con sus iguales en un ambiente caracterizado por la ferocidad.
Carlos Slim es otro mexicano exitoso.
En El Semanario del 18 de enero del 2007 Dolia Estévez lanza una primicia: en marzo, Forbes informará que su fortuna pasará de 30 mil a 50 mil millones de dólares. Su ascenso es vertiginoso. En el 2004 era la vigésima séptima persona más rica del mundo, en marzo del 2006 ya había brincado al tercer lugar y de confirmarse la cifra llegará al segundo puesto.
Slim es un empresario que se ha ido labrando su fortuna con inteligencia, astucia y trabajo. También ha sido esencial la destreza con la que ha cultivado a los gobernantes, incluso a quienes se odian entre sí. De Carlos Salinas obtuvo Teléfonos de México y de Andrés Manuel López Obrador la posibilidad de incursionar en el mercado inmobiliario del Centro Histórico capitalino.
Su éxito deja mal sabor de boca porque algunas de sus empresas utilizan prácticas monopólicas. Cada mes le pagamos a Telmex tarifas altísimas y Telcel, además de costosa, tiene un arsenal de triquiñuelas para retener al cliente. Si se quiere cancelar el contrato de un celular, el cliente debe presentarse el día exacto en la oficina precisa y cualquier falla o descuido sirve para mantenerlo atrapado en una telaraña de fácil acceso y difícil salida.
Slim no es el único; México es territorio fértil para quienes se disputan el premio al "Monopolio más despiadado".Sabemos lo que pasa pero no podemos combatirlo porque el gobierno se hace el desentendido e intenta frenar el expolio creando pesadas y costosas burocracias cuyo papel es más bien testimonial. La Procuraduría Federal del Consumidor es buena para informar y pésima para defender al consumidor. Esta situación alimenta una creciente irritación entre los consumidores.
Hace un par de años una colega publicó una memorable columna en la que sintetizaba el problema: "... el perdedor en la construcción del imperio Slim tiene nombre y apellido. Sus datos aparecen en cada cuenta de Teléfonos de México y en cada recibo de América Móvil y en cada suscripción de Prodigy. El perdedor es el consumidor mexicano" ("El verdadero innombrable", Reforma, 28 de marzo del 2005). La situación no ha cambiado desde entonces.
El 31 de diciembre, Genaro Villamil escribió en Proceso sobre los altos costos de los servicios de telecomunicaciones que tenemos en México. Un alto funcionario de Telmex, Arturo Elías Ayub, respondió con algunas precisiones y en el ejemplar del 21 de enero Raúl Trejo Delarbre terció en la polémica haciendo una comparación del costo del acceso a internet en México y otros países.
Concluye que Telmex carga "un precio 112 veces mayor al que hubiera pagado si viviera en Japón. La misma velocidad habría resultado 56 más barata en Francia y 14 veces menos costosa en Estados Unidos".
En su columna para El Semanario la aguda periodista Dolia Estévez añade algunas consideraciones sobre el magnate mexicano: "Su único credo es hacer más dinero. De confirmarse el incremento [de 30 a 50 mil millones de dólares], habría duplicado su fortuna en sólo tres años. Quienes lo conocen dicen que padece de un mal compulsivo que procura controlar comprando todo lo que le apetece... como las mujeres que creen que el antídoto de la depresión es el shopping".
Dos historias de éxito con repercusiones bien diferentes. La producción cinematográfica triunfa y nos enriquece con sus reflexiones sobre la condición humana y una globalización que provoca incomunicación; Telmex hace todo lo que puede para que los mexicanos sigamos mal comunicados. Babel es una metáfora de la vulnerabilidad humana y Telmex ejemplifica nuestra indefensión ante la voracidad de los monopolios. En México no existen los Faunos de Del Toro y somos exprimidos ante la indiferencia de una clase política absorta en sus disputas por el poder. Hay de éxitos a éxitos.
La Miscelánea.
Más sobre adinerados. La quincuagésima sexta economía más próspera del planeta es la Fundación Bill and Melinda Gates. Hace poco el diario Los Angeles Times denunció, con base en una sólida investigación, que el 41 por ciento de los activos de la fundación están invertidos en compañías cuyas acciones van en contra del ideario de los Gates: las refinerías más contaminantes del mundo, farmacéuticas que venden a precios inalcanzables el tratamiento contra el sida, etcétera. Aunque la respuesta de la fundación deja mucho que desear debe reconocérsele al hombre más rico del mundo su decisión de donar la mayor parte de su fortuna y renunciar a su cargo en Microsoft para dedicarse de tiempo completo a combatir males universales.
Miguel Ángel Granados Chapa.
El azar favorece al azar
Aunque algunas de sus piezas no lo son, el reglamento de la ley de juegos y sorteos que el presidente Fox emitió para favorecer la industria del azar, fue declarado constitucional y por lo tanto vigente por el pleno de la Suprema Corte de Justicia tras cuatro confusos debates.
La controversia constitucional sobre la ley y el reglamento de juegos y sorteos concluyó con una aberración: el segundo de esos documentos, emitido por el presidente Fox y aplicado por su secretario de Gobernación Santiago Creel, cuando estaba a punto de dejar de serlo, es parcialmente inconstitucional, pero queda vigente.
Todo el reglamento queda vigente. La voluntad del Ejecutivo y su colaborador principal resultó más eficaz que la de un órgano del Congreso y aun que la mayoría de la Suprema Corte. El efecto es que Televisa puede aprovechar sin cortapisas de ninguna especie los 130 permisos que recibió en mayo de 2005 para operar books y salas de sorteos. La cifra es la tercera parte del total de autorizaciones expedidas entonces a siete empresas.
De 1947 data la ley mencionada, que comienza diciendo que los juegos y sorteos están prohibidos en México... excepto los que están permitidos. Desde entonces, nueve presidentes de la República evadieron emitir el reglamento de la ley, un instrumento necesario para su aplicación, porque la discrecionalidad que permitía tal laguna jurídica hacía posible convertir los permisos en favores y cobrarlos.
Quince secretarios de Gobernación (Salinas nombró a tres, Zedillo a cuatro) tuvieron directamente el privilegio de autorizar juegos y sorteos sin modulaciones reglamentarias.
En el sexenio de Fox se impuso la necesidad de emitir una nueva ley, pues la dizque vigente se caía a pedazos, de vieja. Pero el Congreso demoró en procesar la norma necesaria y entonces el Ejecutivo aprovechó la ocasión para anticiparse y emitir un reglamento que en los hechos no completara sino sustituyera a la ley.
Si había transcurrido tanto tiempo sin ese documento legal, la prudencia aconsejaba esperar la ley nueva, en vez de reglamentar la vetusta y al poco tiempo tener que reglamentar la que la sustituyera. Era claro, sin embargo, que la poderosa industria del juego, muchos de cuyos integrantes están vinculados a actividades dignas de atención ministerial y judicial, presionaba para sacar provecho de la penumbrosa situación que produciría la aplicación de un reglamento flamante a una ley añeja.
La Cámara de Diputados, a instancia de legisladores priistas, inició una controversia constitucional por considerar que el presidente Fox se había convertido en legislador pues regulaba situaciones no previstas por la ley. La demanda llegó a la Corte el 30 de noviembre de 2004. Exactamente dos años después el Ejecutivo impugnado dejó de ejercer su cargo sin que la controversia finalizara. Sólo fue resuelta anteayer, después de cuatro debates, pues los ministros discutieron uno a uno buena parte del reglamento.Los ministros dieron la razón al Presidente, y la negaron a los diputados. La conclusión es que el reglamento es constitucional y es válido.
Pero no todo fue tan liso y llano. La mecánica legal que regula las controversias es fuente de absurdos. Una mayoría de ministros estimó que ciertos pasajes del reglamento no debían prevalecer porque no regulan disposiciones de ley sino pretenden valer por sí mismos. Pero aunque la mayoría optó por excluirlos, se quedan en el reglamento y pueden y deben ser obedecidos, porque en controversias constitucionales sólo se priva de vigencia a una norma cuestionada cuando así lo determina una mayoría calificada, de ocho de los 11 miembros del pleno.
En ningún caso se alcanzó esa mayoría. Y el reglamento concebido en la oficina de Creel y emitido por el Presidente rige la poderosa industria del juego.Se dijo en su día que es mejor una regulación expresa, aunque no sea la idónea ni se refiera a una ley adecuada, que el ejercicio de la discrecionalidad prevaleciente durante los gobiernos priistas. Y se dijo también que con la expedición de nuevos permisos se alentaba la competencia, a fin de evitar los monopolios.
Esas explicaciones no correspondieron a los hechos, pues otorgar a un solo peticionario un permiso de cada tres que se expidieron crea un monopolio, no lo destruye.La discusión alargada a cuatro sesiones fue farragosa y confusa. De acuerdo con la transcripción del debate del último día, anteayer, hubo un momento en que votó el secretario general de acuerdos, que carece de ese derecho. Y es que los ministros se adentraron en terrenos que, es de suponerse, no les son familiares, como las peleas de gallos, el raspadito, los naipes, la ruleta.
Y aunque se plantearon la cuestión, tuvieron por constitucional, es decir como aprobada por autoridad competente, la operación de los centros de apuestas remotos. Estimaron que el reglamento no establece, como supusieron los diputados, juegos no previstos por la ley sino que son los mismos admitidos por ésta, sólo que modificados por la tecnología.No es buena noticia para la sociedad el que la Corte deje vigente el reglamento, como no lo fueron su emisión ni sus primeras aplicaciones.
Los juegos de azar (como el que, sin quererlo se jugó en la Corte misma, pues el azar determinó que valiera como constitucional lo que es inconstitucional) no son simples distracciones y entretenimientos. Pueden afectar hondamente conductas individuales y lesionar los vínculos internos de las familias, que tanto dicen los conservadores que les importan. La legislatura que objetó el reglamento concluyó sus funciones. Pero la que la sucedió puede recoger sus razones y aprobar la ley postergada, desprovista de los defectos de un reglamento confeccionado para uso y abuso político.
Cajón de Sastre .
Formado como historiador, con esa visión se adentró Ryszard Kapuscinski en el periodismo, al que dedicó toda su vida, como reportero de agencia y como autor de grandes reportajes que son clásicos de nuestro oficio (para el cual los cínicos no sirven, según su contundente definición) y de la historia contemporánea. Sin tener que resolver el dilema de si importan los personajes o las personas comunes, habló de unos y otras y así compuso las formidables piezas de su visión del mundo.
Entre sus muchas prescripciones escojo esta: "...el intento de abarcar y ordenar la realidad que nos rodea es tarea de la razón. Y el reportaje reflexivo y que llega hasta el fondo de las cosas no es sino resultado de ese esfuerzo. Si somos capaces de abordar ese tipo de escritura podemos ayudar al lector brindándole, por un lado, un intento de explicación de lo que pasa y, por otro, un intento de previsión de lo que tal vez pase en el futuro. La comprensión de la realidad ofrece una mayor sensación de seguridad y estabilidad psíquica".
Modesto Suárez.
Pobreza
A la desnutrición infantil en México se suma el analfabetismo, una propensión mayor a contraer enfermedades, entre otros perjuicios.
Nosotros les decimos que no queremos gente chiquita, pero ellos se los traen a güevo.Empleador de mano de obra agrícola de Michoacán.
En una reunión reciente los ahí presentes hablamos del alza del precio de la tortilla y de sus consecuencias para la población más pobre de México. Referirse a la pobreza y al hambre desde la asepsia de la reflexión analítica pudiera ser una forma de ironía. Sin embargo, considero conveniente comentar dos de los puntos de vista ahí vertidos.
Un sobreviviente de la bomba atómica arrojada en 1945 sobre Nagasaki, Japón, por Estados Unidos, dijo saber lo que era tener hambre. La explosión nuclear devastó una enorme área alrededor de su ciudad natal y familiares de quienes quedaron con vida viajaban hasta dos horas en tren en busca de cualquier cosa de comer por la cual pagaban precios exorbitantes.
La guerra ha sido siempre causa de hambrunas. La devastación del campo y de las ciudades como consecuencia de acciones bélicas ha sido la regla a lo largo de la historia universal. México no ha sido la excepción. En nuestro pasado abundan los conflictos armados con sus secuelas de muertos, heridos y famélicos.
En la guerra de independencia, por ejemplo, ambos bandos -insurgente y realista- devastaron los campos que alimentaban a las ciudades con el fin de someter a éstas. Lo mismo se hizo durante la Revolución Mexicana. De acuerdo con un testigo de la misma, la población de la Ciudad de México padeció hambre y en las calles se veían niños famélicos en un estado físico semejante al de los niños de Biafra o del continente africano cuyas imágenes difundirán décadas más tarde los medios masivos de comunicación en todo el mundo.
La pobreza y el hambre también pueden tener su origen en causas predominantemente naturales, como la plaga que arrasó con los cultivos de papa en la Irlanda decimonónica obligando a miles de irlandeses a emigrar a Estados Unidos, pero también puede surgir durante periodos de paz debido a condiciones sociales inequitativas.
Otro punto de vista expresado en dicha reunión es el viejo planteamiento de que la pobreza es un problema individual, no social. México tiene alimentos suficientes para toda su población, sólo es necesario que cada quien se esfuerce por adquirirlos. En otras palabras, se es pobre porque se quiere.
Dos notas recientes, aparecidas en el diario La Jornada, contradicen la perspectiva anterior. De acuerdo con un investigador del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, en nuestro país hay 1 millón 145 mil niños menores de cinco años -esto es, un 15 por ciento de la población de menores de esa edad- con algún grado de desnutrición. La mayoría de estos niños se distribuye en 700 municipios, esto es, en un 25 por ciento del total de los municipios de México.
En ellos la tasa de mortalidad infantil es de 75 por cada mil menores, una cifra similar a la de África subsahariana. En áreas rurales indígenas y marginadas, la desnutrición infantil es todavía más grave y a ella se agrega el analfabetismo y la falta de agua potable. La desnutrición hace a los niños más propensos a enfermedades y a tener daños neurológicos permanentes.
El segundo caso es el de los pequeños jornaleros que realizan labores agrícolas. Niños, algunos de nueve y 11 años de edad, cosechan limones o jitomates y trabajan en ocasiones 13 horas diarias bajo temperaturas de hasta 40 grados a la sombra. Aproximadamente, 40 mil niños trabajan en los estados de Guerrero, Oaxaca, Chiapas y Michoacán debido a la emigración de jóvenes a Estados Unidos. La pobreza los obliga a trabajar.
En México sabemos que no es necesaria una guerra para generar pobreza y hambre.
Un desarrollo económico excluyente produce también el mismo efecto.
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miércoles, enero 24, 2007
DEL REFORMA.
Publicadas por Armando Garcia Medina a la/s 5:15 p.m.
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