Bush, apaleado por Chávez
A unas horas de finalizada la gira del carnicero de Irak por países latinoamericanos, es evidente, si cupiera duda, que nada ha tenido que ver, como aseguró antes de iniciarla, con impulsar la justicia social ni disminuir la marginación y la pobreza en la región. El portador de "malos espíritus" que dijeran los sacerdotes mayas de Guatemala no ha hecho ni dicho nada en estos días que permita apreciar cambio alguno en la conducta de saqueo, sometimiento y destrucción ecológica que ha sido la norma histórica en la relación de Estados Unidos con los países al sur del río Bravo.
Muy por el contrario, delirantes promesas sobre la famosa reforma migratoria integral, que de lograrse sería mediante una larga batalla de los hispanos y sus aliados en el coloso del norte, no por la gracia de Washington y ningún reconocimiento a la infamia del muro fronterizo. También, reiteradas menciones a la lucha conjunta contra el narcotráfico y el crimen organizado, cuando éstos son rasgos intrínsecos cada vez más pronunciados del capitalismo mafioso y especulador, y su causa fundamental radica en la enorme demanda de estupefacientes del imperio, cuyo sistema financiero, lavador de dólares, es su mayor beneficiario. Y, por supuesto, la cantaleta del libre comercio como único medio de lograr la "prosperidad". O sea, más gasolina para apagar el fuego social latinoamericano
Según se esperaba, la mendaz promoción del procesamiento de etanol como generador de empleo y remedio al calentamiento global ni siquiera fue acompañada de una reducción de los leoninos aranceles impuestos al energético brasileño. Si llegara a ponerse en práctica el proyecto en la escala que Bush propone, implicaría el certificado de defunción de la selva tropical en Brasil, el arrasamiento de su agricultura campesina y la de extensas zonas de América Central y el Caribe, la profundización del monocultivo y la liquidación de la biodiversidad en cientos de miles de hectáreas. Una verdadera hecatombe que elevaría a la estratosfera el precio de los alimentos, sumaría legiones a los cientos de millones de hambrientos ya existentes, aumentaría las emisiones de gases contaminantes y traería un incremento dramático en el uso de los agroquímicos altamente perjudiciales para la vida. Esta estrategia, destinada a engordar a un puñado de trasnacionales, a mantener el ecocida despilfarro energético de Estados Unidos y a sabotear la integración latinoamericana, ya enfrenta considerable renuencia social, como se desprende de la postura del líder del Movimiento de los Trabajadores sin Tierra de Brasil, Joao Pedro Stédile. Lo más que puede lograr es una intensificación en América Latina de las ya enérgicas acciones contra la política imperial.
En Colombia, aparte del caluroso apoyo al represor y desprestigiado régimen de Uribe, receptor en suministros militares de gran parte de los magros fondos de "ayuda" estadunidense a la región, el gobierno anfitrión no obtuvo nada nuevo de Washington sobre la aprobación del Tratado de Libre Comercio.
Mueven a la carcajada el barquito hospital y las becas bushistas, monumento a la mezquindad, comparados con los crecientes millones de latinoamericanos y caribeños beneficiados por los programas cubano-venezolanos de educación y salud. Toda una metáfora del repudio deparado a Bush y el calor popular que acompañó a Hugo Chávez en su periplo paralelo, coronado con el desbordante recibimiento en Haití. Donde el inquilino de la Casa Blanca se limitó a hacer promesas, el venezolano concretó un sinfín de convenios de auténtica cooperación solidaria e impulso al desarrollo social.
Así como el emperador hizo del etanol el plato fuerte de la parte sudamericana de su gira, es probable que en México lo haya sido la voracidad hacia sus reservas de petróleo y el fortalecimiento de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte, instrumento con que desde el norte se busca la neoanexión, ahora total, del vecino sureño.
Una constante del tour ha sido el despliegue de seguridad más aparatoso que recuerde América Latina, con la virtual ocupación por fuerzas estadunidenses de los lugares visitados y batallas campales entre las fuerzas del orden nativas e indignados manifestantes. Aparte de la arrogancia imperial, su explicación es el pánico que le ocasiona la rebeldía latinoamericana.
Del vigoroso rechazo en América Latina Bush pasa sin transición al vendaval de escándalos, investigaciones a su gobierno y casi unánime desaprobación que lo esperan en casa. Quien siembra vientos...
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