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jueves, marzo 15, 2007

BLA,BLA,BLA.

Neocolonialismo PDF Imprimir E-Mail
jueves, 15 de marzo de 2007

Por Ricardo Monreal Avila

Al término del encuentro de Mérida entre el presidente de facto Felipe Calderón y el mandatario norteamericano, George W. Bush, el gobierno de México declaró que se iniciaba una "nueva relación" entre ambos países. En efecto, por la forma y el fondo, por lo dicho y lo realmente acordado, la nueva relación que se presume tiene un nombre claro e inequívoco: neocolonialismo.

Este se define como "el control indirecto que ejercen las antiguas potencias coloniales sobre sus ex-colonias o, en sentido amplio, los Estados hegemónicos sobre los subdesarrollados. Estos países no disfrutan de una independencia plena, sino que están sometidos a los dictados culturales, políticos, lingüísticos y, especialmente, económicos, de otro" (wikipedia.org.es).
Mientras México siga siendo exportador de petróleo e importador de alimentos; proveedor de mano de obra barata y receptor de remesas; país maquilador, en lugar de nación industrializada; paraíso de la inversión especulativa y monopólica, en lugar de una economía productiva y del conocimiento; será un exceso demagógico decir que hay "una nueva relación" entre la metrópoli imperial y su vecino de la barda de atrás, su socio deudor y su amigo satelital.
En el encuentro de Mérida entre el señor Felipe Calderón y el presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, fue más importante lo que se omitió que aquello que se incluyó. Pesaron más los temas olvidados que los temas divulgados. Gravitó más el silencio sobre los temas de interés nacional, que la estridencia del discurso y la fotografía oficial.
Por ejemplo, el representante de facto del gobierno mexicano no dijo una sola palabra sobre la construcción de una valla de más de mil kilómetros de largo en diversos puntos de nuestra frontera Norte y que fue bautizada por el Premio Nobel de la Paz, Mijail Gorbachov, como la nueva Muralla China, en plena era de la globalización y de la caída de los muros.
Se descartó la posibilidad de abordar el tema de la valla --que únicamente desplazará la migración indocumentada hacia zonas de mayor peligro, pero no terminará con ella--, con el argumento de que es una decisión soberana del gobierno norteamericano, fuera del ámbito bilateral. Con esa visión obtusa, tampoco hubiese tenido sentido plantear a los Estados Unidos combatir la demanda interna de narcóticos, controlar la venta de armas, perseguir el lavado de dinero y promover una reforma migratoria, porque todas ellas son decisiones de competencia exclusiva de los norteamericanos. La valla fronteriza pone en riesgo eminente la vida de los migrantes mexicanos y el hábitat fronterizo, y estas dos razones son causa suficiente para concitar no solamente el repudio nacional, sino el rechazo de la comunidad internacional.
El otro tema sensible, arteramente excluido del encuentro de Mérida, fue la revisión del Tratado de Libre Comercio. No todo. Sólo uno de sus capítulos, el de los productos agrícolas. Y no todos ellos; específicamente, lo relativo a la libre importación de maíz, frijol, leche y azúcar, que entra en vigor a partir del 2008. Nada. Ni una coma, ni un punto, ni un renglón. Porque, supuestamente, serían mayores los perjuicios que los beneficios reportados. En lugar de la revisión, se anunció "un grupo de trabajo" para analizar la situación del maíz y el frijol. La situación ya la conocemos todos: 3.5 millones de familias del campo, las más pobres del país, se verán afectadas por la entrada masiva de estos granos el próximo año y el abandono que los últimos gobiernos del PRI y el PAN han hecho del agro.
El señor Felipe Calderón dejó pasar en Mérida una oportunidad que sí supo aprovechar el presidente de Brasil, Lula Da Silva, para los productores del campo brasileño: declararse a favor de una alianza mundial a favor del etanol, un biocombustible que se extrae del maíz y de la caña de azúcar, como alternativa energética al alto costo económico y ambiental de los hidrocarburos. México cultiva ancestralmente ambos productos. Y las familias más pobres del país, con mayor exposición a la migración indocumentada, sobreviven de ello.
Si en la reunión de Mérida se hubiese obtenido un acuerdo México-Estados Unidos para impulsar políticas y fondos de inversión en infraestructura agrícola para relanzar a México como lo que un día fue, el primer productor de maíz y el segundo en caña de azúcar en el mundo, orientados ahora al biocombustible y no al autoconsumo, entonces el encuentro hubiese reportado más beneficios y menos molestias al pueblo de Yucatán, más sustancia y menos glamour, más nueces y menos ruido.
En este sentido, creo que el gobierno de México le debe una disculpa al pueblo yucateco. Una cosa es pedir prestada la casa para recibir una visita, y otra muy distinta es tomarla por asalto, encerrar a sus dueños en la recámara e imponerles un estado de sitio. Desde el paso de los huracanes Wilma y Katrina no se había trastocado tanto la vida civil de los yucatecos; especialmente de los habitantes de Mérida y sus alrededores.
Durante una semana, Yucatán fue técnica y militarmente un "territorio ocupado". Se desarmó a la policía ministerial y municipal; se tapiaron edificios; se levantaron vallas y barricadas; se impusieron retenes; se llenó de armamento y aeronaves con la insignia de otro país; y tropas completas de asalto se movieron y se impusieron en las calles, carreteras e inmuebles de la Entidad con la logística de un ejército extranjero de ocupación. Esto no lo puede permitir nunca un gobierno que se precie de ser digno, nacionalista, independiente y soberano. Esto sólo lo permiten las autoridades de los "Estados coloniales" o las autoridades mentalmente colonizadas, que intentan ser más papistas que el Papa. Lo que se hizo en Yucatán la semana pasada, no lo toleraría ningún gobernador de la Unión Americana en su Entidad, ni mucho menos, el Presidente de los Estados Unidos en su territorio.
Hubo, incluso, censura a medios de comunicación, como la no acreditación del diario POR ESTO!, lo cual refleja una actitud discriminatoria, autoritaria y represora desde cualquier punto de vista.
Si algo nuevo tiene que anunciar el gobierno de facto de Felipe Calderón frente a los Estados Unidos es el reforzamiento del necolonialismo, no el arranque de un gobierno independiente y libre.

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