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lunes, julio 10, 2006

CERTEZA, ES AHORA EL NOMBRE DEL JUEGO.

Ricardo Rocha escribe en el Universal:

Hora del Tribunal.

El conteo de Felipe Calderón está bajo sospecha. Y eso, al que menos conviene es al propio Felipe. Aferrarse a una superioridad severamente cuestionada puede tener consecuencias desastrosas para el país. Y no me refiero al escaso margen de 243 mil 934 sufragios, 5.8 % del total, un poco mas de medio punto porcentual. No, ya habíamos quedado en que en la democracia se gana o se pierde por un solo voto.

Lo que ocurre es que, lo que antes significó un gigantesco apoyo, ahora se convierte en un pesado lastre: el impúdico intervencionismo del presidente Fox para imponer a Calderón y exterminar a López Obrador; la utilización de todo el aparato gubernamental en la exaltación del panista y la destrucción del perredista, y el favoritismo del IFE -a veces soterrado en las sombras cibernéticas y en ocasiones en la estridencia de la estrategia mediática- son ahora un fardo amarrado a las espaldas del candidato del PAN.

La única forma de liberarse de él es que el propio Felipe solicitara y avalara el conteo voto por voto, con el fin de soltarse del peso de la sospecha. Le daría grandeza y certidumbre. No sé si está dispuesto a hacerlo, con el riesgo que implica perder la elección. Es un problema de conciencia.

De cualquier modo, la pesadilla del Instituto Federal Electoral ha terminado con todo y el ilegal último capítulo de asumirse falsamente como el que determina al ganador, cuando sus únicas facultades son organizar, arbitrar la contienda y hacer un primer conteo de los votos, que es lo que ha malhecho hasta ahora.

De aquí en adelante corresponde al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación: realizar el cómputo final de los votos que recibe todavía en forma de paquetes electorales directamente de los consejos distritales sin siquiera escala en el IFE; resolver las impugnaciones interpuestas por los partidos; y formular la declaración de validez de la elección presidencial.

En términos de sus atribuciones constitucionales, puede: depurar la elección y en función de la argumentación respectiva abrir paquetes y contar voto por voto si lo juzga necesario; reponer sufragios ilegalmente anulados y nulificar casillas fraudulentas; incluso anular la elección si determina que hubo un proceso electoral inequitativo y viciado en su conjunto. Así de grandes y delicadas son sus atribuciones.

Afortunadamente, hay una diferencia de un planeta a otro. Mientras que los consejeros del IFE tuvieron dudosas procedencias, los magistrados del Tribunal Electoral están apuntalados por una vasta experiencia curricular y un sólido prestigio personal. Debiéramos pues confiar en sus capacidades y honestidad para sancionar con estricto apego a derecho lo que está siendo no sólo una elección presidencial, sino un momento crítico de la vida del país.

No será una tarea fácil para el TEPJF. No sólo por la enorme responsabilidad jurídica, política y social que entraña. Sino por las previsibles presiones que habrá sobre nuestro máximo tribunal electoral, para que se convierta en una simple ventanilla de trámites y ponga el sello de recibido en una elección que ya se considera resuelta: desde las altas esferas del poder alegarán que es lo que más conviene a la estabilidad del país; desde los centros financieros y económicos amenazarán con un caos -que son capaces de armar ellos mismos- si no se resuelve cuanto antes y a su conveniencia; y por supuesto de parte de quienes ya se proclamaron triunfadores porque se han atenido al impacto IFE-mediático a sabiendas de que faltaba este tramo fundamental y legal del proceso.

Es imperativo que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación tenga la fortaleza moral para resistir esos embates. Aunque en una elección tan cerrada la resolución de incidentes casilla por casilla podría cambiar el resultado, desde luego que en el centro de la tormenta está la necesidad de contar voto por voto para darle claridad a un proceso tan cuestionado como cuestionable. Se trata de la salud de una nación ahora tan severamente lastimada. Se trata incluso de la fortaleza o debilidad de un nuevo gobierno según sea el caso. Certeza es ahora el nombre del juego. Y esa es la responsabilidad histórica del TEPJF. Nada más y nada menos.

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