Navegaciones
Y manojo de llaves...
Héroes en terrenos execrables
Quevedo y los proctólogos
El otro día, en la radio, alguien entrevistó a unos trabajadores de mantenimiento del drenaje profundo de la ciudad de México, y la plática derivó en una lección de servicio y entrega para bien de los demás. Cuando uno deja correr las aguas y las materias contaminantes o simplemente inmundas, no suele pensar que allá abajo hay gente encargada de dragar los intestinos intoxicados de la metrópoli y que se pasa varias horas al día buceando en las miasmas colosales de miles de fábricas y de millones de individuos. Pero alguien tiene que evitar que la digestión de la ciudad se colapse. Si no fuera así, más temprano que tarde se trastocaría el orden cósmico, los desagües y albañales, en vez de seguir tragando nuestros desechos, empezarían a expulsarlos y las dos acepciones de la escatología -reflexión sobre el fin del mundo y discurso de las excrecencias corporales- se harían una sola en un apocalipsis hediondo y mucho más insalubre que el imaginado por Juan.
Al pasar de los desahogos urbanos a los personales, uno topa con otros héroes poco reconocidos pero igualmente merecedores de homenaje: los proctólogos. Hay que tener agallas para convertir a la región más vilipendiada y despreciada del organismo en materia de intervención, reflexión y estudio. Se requiere, supongo, de una gran entereza para sobreponerse al propio desagrado inicial frente al objeto de trabajo, a los prejuicios ajenos, a la incomprensión y a la perspectiva de una vida de burlas -abiertas o furtivas- para escoger la especialidad y decirse ante el espejo, comunicar a los papás, informar al ser amado, la ardua decisión: "Quiero ser proctólogo".
La duda corroe a buen número de personas: ¿Qué motivaciones pueden conducir a un médico general a especializarse en una disciplina que a los profanos suele resultarles temible y despreciable hasta que empiezan a sentarse sobre un almohadón de hemorroides (o sobre algo aun más espantoso), y que a partir de ese momento se les aparece como salvífica? ¿Cómo son los logotipos de las agrupaciones profesionales de proctología? Aquí pueden ver algunos:
http://www.smcrc.org.mx/historia.html
http://www.sbcp.org.br/inicialpublico.htm
http://www.sepd.es/pdf/historia_sepd2.pdf
http://www.medynet.com/aecp/index.htm
http://www.med.univ-rennes1.fr/uv/snfcp/
Mascavidrio, un bloguero venezolano, dice sobre el profesionista y sobre el órgano al que se advoca: "Para mí, un proctólogo tiene que ser la persona más jodedora del mundo, con el mejor sentido del humor. ¿Ustedes se imaginan a uno en una fiesta, contando chistes mientras se toma un güiskisito y comiendo pasapalos, contando cómo le sacó del culo un carrito de juguete a un tipo que 'se sentó accidentalmente' en él? (...) La funcion más interesante del cuerpo la descubrió El Conde del Guacharo, proctólogo extraordinaire: 'El culo es como el freno'e mano del cuerpo, porque cuando uno se va a caer por un barranco, ¿qué es lo primero que hace? -Apretar el culo'".
http://mascavidrionet.blogspot.com/2005/08/el-proctologo.html
http://cristianhernandez.blogspot.com/2006/04/las-listas-de-rob.html
http://www.gacemail.com.ar/Detalle.asp?NotaID=2617
http://aydejeme.blogspot.com/2006/06/mirada-circular-o-la-juris-pupila.html
http://puntocero.iespana.es/IMAGES/revista2.pdf
http://sisbib.unmsm.edu.pe/BVRevistas/gastro/vol_19N2/memorian.htm
Que tiene ojo de culo es evidente, / y manojo de llaves, tu sol rojo, / y que tiene por niña en aquel ojo / atezado mojón duro y caliente, escribió el gran Quevedo. Son cada vez más escasas las ocasiones en que la medicina y la literatura se juntan a tomar un café bien conversado, como dicen los colombianos. Algunos médicos se han vuelto escritores, pero no consigo imaginarme a un poeta o a un novelista realizando con éxito una operación de vesícula, y menos extirpando un tumor rectal. Quién sabe cómo ande el conocimiento de los productos del Siglo de Oro en los círculos proctológicos, pero cometo el atrevimiento de ofrecer a sus integrantes, a manera de homenaje preventivo, el pequeño tratado, muy conocido en otros rumbos del quehacer humano, Gracias y desgracias del ojo del culo, en el que el patizambo genial hace elogio de esa parte de la anatomía para tratar después, y condolerse de, algunos de los agravios posibles que se hacen en su contra. Ni los autores latinos, tan afectos a escribir sobre cochinadas, dejaron, que yo sepa, un texto comparable:
No se espantarán de que el culo sea tan desgraciado los que supieren que todas las cosas aventajadas en nobleza y virtud, corren esta fortuna de ser despreciadas de ella, y él en particular por tener más imperio y veneración que los demás miembros del cuerpo; mirado bien es el más perfecto y bien colocado dél, y más favorecido de la naturaleza, pues su forma es circular, como la esfera, y dividido en un diámetro o zodíaco como ella. Su sitio es en medio como el del sol; su tacto es blando: tiene un solo ojo, por lo cual algunos le han querido llamar tuerto, y si bien miramos, por esto debe ser alabado, pues se parece a los cíclopes, que tenían un solo ojo y descendían de los dioses del ver. (...) Bien mirado es más de ver que los ojos de la cara, que aunque no es tan claro tiene más hechura. Si no, miren los de la cara, sin una labor, tan llanos que no tienen primor alguno, como el ojo del culo, de pliegues lleno y de molduras, repulgo y dobladillos, y con una ceja que puede ser cola de algún matalote, o barba de letrado o médico. (...) Demás de que hablaremos que es más necesario el ojo del culo sólo que los de la cara; por cuanto uno sin ojos en ella puede vivir, pero sin ojo del culo ni pasar ni vivir.
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/01470629766893617632268/p0000001.htm
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/91360408109026506300080/p0000001.htm#I_1_
Algunos intentos por mejorar la imagen de la profesión resultan contraproducentes, si no es que aterradores. Véase, si no, la semblanza del ilustre proctólogo peruano Wilfredo Febres Acosta, redactada por el doctor Hernán Espejo: "Lo recuerdo vívidamente curando heridas con mandil largo, a veces en mangas de camisa, sólo agarrando pinzas y tijeras, con una limpieza y elegancia propias del artífice. Su mejor anestésico era su comprensión y bondad; a veces me decía: 'Tú introduces tus tubos sin que lo sientan tus pacientes y yo debrido heridas sin causar mayor dolor'".
La proctología moderna tiene por divisa la Oración de Harry E. Bacon (algo así como un juramento hipocrático acotado a su aplicación local en esfínter y recto, propone mi escandalosa ignorancia), pero es un documento que escapa a los alcances del profano. Por su parte, el texto de Quevedo no puede considerarse de manera alguna un tratado proctológico, pues se constriñe a abordar los daños accidentales o dolosos causados por el propietario de la abertura corporal (las 17 Desgracias), pero no menciona almorranas, fístulas pólipos, tumores malignos, ulceraciones ni otros padecimientos que ya existían en su tiempo, supongo, y que combaten, en el nuestro, los diligentes proctólogos. Con todo, tal vez les sería útil a éstos que tomaran una de esas frases quevedianas y la colocaran, en pergamino, acrílico o letras lapidarias, en un sitio destacado de sus consultorios, porque esas líneas memorables son, cuando menos, una vindicación formidable de la excelencia y dignidad del tracto al que dedican sus empeños.
http://www.temple.edu/medicine/about/history.htm
http://www.springerlink.com/content/d983t0157154050q/
No hay comentarios.:
Publicar un comentario