ASIMETRÍAS
Fausto Fernández Ponte
Narco y Simulación
I
Desde el sexenio de Miguel de la Madrid (1982-1988) la percepción pública ha sido de que los cárteles del narcotráfico han infiltrado al Estado mexicano mismo.
Y en el sexenio de Carlos Salinas --personaje de siniestra fama dada su vena perversa para la política-- esa infiltración alcanzó el ápice mismo de la pirámide del poder.
Esa infiltración prosiguió durante el sexenio de Ernesto Zedillo y se consolidó, al parecer enraizadamente, en el periodo sexenal de Vicente Fox, otro de triste celebridad.
El crecimiento del fenómeno --el de la infiltración-- no escapaba a su perspicacia perceptiva de la ciudadanía rasa. Es un narcoestado, decíase por doquier.
Con el señor De la Madrid esa percepción se nutrió de ciertos sucedidos --el asesinato del periodista Manuel Buendía, considerado crimen de Estado-- muy documentados.
Con el señor Salinas, las actividades sospechosas de uno de sus allegados más cercanos, Justo Ceja, alimentaron la percepción pública. Hoy, el señor Ceja está prófugo.
Y con el señor Zedillo, las suspicacias ciudadanas se acentuaron, particularmente en lo que toca a ciertos jefes militares de alta jerarquía. Que protegían al narco, decíase.
II
Con el señor Fox --cuyo patetismo se colmó al permitir que su segunda esposa, Marta Sahagún, fuera un poder fáctico sospechoso de grotesca corrupción--, creció la percepción.
Y creció tanto esa sospecha ciudadana que no son pocos los mexicanos que piensan que la infiltración de los cárteles se tradujo en impunidad y cinismo para sus jefes de jefes.
Hágase la salvedad de que la conjugación, aquí, del verbo infiltrar no es, a nuestro ver, la más apta para describir el fenómeno. Es mucho más que una infiltración. Es asociación.
Y esa asociación se entiende no como la figura jurídica --de sociedad civil--, sino en términos de relaciones de poder entre vertientes de éste. Son relaciones de hecho.
Y como relaciones de hecho --que no de derecho, cabría reiterar-- su naturaleza exhibe peculiaridades propias: es, por un lado, simbiótica y, ergo, estratégica para el narco.
Por otro lado, es una relación coyuntural, variable, efímera, mutante e inasible a cualesquier afanes de trascendencia --permanencia-- e institucionalización.
Empero, peso a tales avatares, la existencia objetivamente discernida del fenómeno de la infiltración es un verismo en la cultura de intrincamientos del poder en México.
III
De ese verismo dieron cuenta las operaciones militares en el estado de Michoacán y la ciudad de Tijuana, en donde los jefes de jefes fueron avisados de antemano de dichas acciones.
¿Quién les avisó a los jerarcas de los cárteles dedicados al tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias psicotrópicas? El tema parece ser tabú en la alta burocracia.
Más aún, ls suspicacia popular discierne que los mandantes en esos cenáculos de la alta burocracia civil y militar --la de la coacción legal-- sabían lo siguiente:
Uno, que ningún capo di tutti capi considerado pez gordo estaría presente en el lugar en donde se realizarían las operaciones militares.
Y, otro, que esa premisa arrojó por secuela que las operaciones militares no serían efectivas en cuanto a objetivos declarados: capturar a los jefes de jefes del narco.
Sin embargo, se realizaron las operaciones, porque los móviles de dichas acciones eran estrictamente políticos, lo cual explicaría su exagerada proyección mediática.
Este alarde burdo de simulación confirmaría precisamente la existencia del corrosivo fenómeno de la infiltración y, por inferencia, de otro fenómeno secuencial.
Ese otro fenómeno es el crecimiento del poder fáctico de los cárteles. Ese poder actúa así por su enorme capacidad de compra de voluntades de personeros del poder formal.
Glosario:
Inasible: Que no se puede asir. Coger
Rasa: Dicho de una persona que no tiene un título u otro adherente que lo distinga.
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