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jueves, enero 25, 2007

GLOBALIZACIÓN:¿QUIEN GANA, QUIEN PIERDE?

Más perdedores globales.

Enrique del Val Blanco.
25 de enero de 2007.

En su edición de la semana pasada la revista inglesa The Economist confirma, a pesar de la ideología que la caracteriza, lo que cada día más personas hemos dicho desde hace mucho tiempo respecto de la globalización imperante en el mundo, que, como es sabido, ha sido defendida a capa y espada por los editores y la mayoría de los articulistas de la misma.

Bajo un supuesto esquema de imparcialidad informa sobre lo que está ocurriendo en el mundo y, contrastando con lo evidente de la situación, no ceja en la defensa de una política económica que lo único que provoca es que haya más perdedores que ganadores.

El propio mensaje que trae en la portada como título y que traducido al español dice "hombre rico, hombre pobre, los ganadores y perdedores de la globalización", así como también la viñeta reflejan que una vez más, y como ha ocurrido siempre durante todas las etapas del sistema económico imperante en el mundo, hay más perdedores que ganadores.

Lo único que podríamos calificar como diferente es que ahora los perdedores crecen más rápido que nunca en la historia. No se entiende por qué con la evidencia que existe todavía insisten en continuar profundizando en la citada globalización, y que no se ve para cuándo podrá cambiar, digamos, "el marcador".

En su editorial y en las páginas dedicadas a defender la globalización, la presentan como si ésta fuera un mal necesario ante el cual es difícil escaparse estés donde estés, y que es imposible detenerlo. Informan y demuestran que diariamente, como resultado de esta etapa del capitalismo, se ha permitido, entre otras cosas, que en Estados Unidos los salarios reales de los trabajadores hayan caído a la mitad de lo que se ha incrementado la productividad, mientras que los salarios y bonos de los patrones han aumentado de una manera espectacular.

Según la revista, hace 20 años la diferencia salarial entre trabajadores y patrones era de 40 veces; hoy es ya de 110 veces. Y como van las cosas se seguirá ampliando esta diferencia que atenta no sólo contra la economía de millones de personas sino también, digamos, contra los principios morales que, según algunos dicen, tiene este sistema funesto. Aunque por otro lado tampoco es cosa de sorprenderse dado que, desde sus inicios, en este sistema los únicos que ganan, y ganan bien, son los que detentan el capital y nadie más.

Esta situación, que se ha ido agravando paulatinamente en todo el mundo, ha provocado que incluso en Estados Unidos su Congreso aprobara, por la mayoría de miembros de ambos partidos, un incremento al monto del salario mínimo después de 10 años de haber permanecido inalterado. Aquí es de destacarse la actitud de varios congresistas del Partido Republicano que, a pesar de la aversión que tienen a este tema, votaron a favor de él. Esto es un reconocimiento adicional de cómo está afectando la globalización a los estadounidenses.

En otra parte de la revista ponen de ejemplo a China donde, gracias a que ha entrado al mercado, la productividad ha crecido cuatro veces desde 1990 y más de 100 millones de personas han salido de la pobreza. Sin embargo, lo que sería conveniente es ver de qué forma han podido escapar de una situación tan precaria y pasar a otra donde tienen salarios de subsistencia, trabajan 10 horas diarias y carecen de cualquier protección sindical; lo que por otro lado, además de ser ésta una manera de hacer dumping en decenas de productos, y no la famosa y siempre bien defendida competencia según las reglas ortodoxas que han fijado los teóricos del sistema, ha ocasionado el cierre de empresas y el desempleo de millones de trabajadores en otras partes del mundo, incluyendo a nuestro país.

Los párrafos que los expertos de la revista dedican a la relación que existe entre la globalización y la tecnología son verdaderamente sorprendentes, pues siguen con recetas trasnochadas y hacen castillos en el aire. ¿Por qué será tan difícil que entiendan que lo que incentiva a la deslocalización y el incremento en la productividad son los bajos salarios y las deplorables condiciones laborales, como ocurre hoy en China y otros países pobres?

Otra parte también nada despreciable de este número es la defensa a ultranza de los altos salarios de los patrones bajo el argumento, si es que así se puede llamar, de que es necesario que así sea, ya que "es el precio necesario para atraer a los mejores patrones". ¿Y cuando hablan del precio de la fuerza de trabajo y de los trabajadores? Como en muchos otros números de la revista, éstos no cuentan, a pesar de ser quienes en realidad hacen que el sistema funcione.

Como si se tratara de un típico noticiario o cualquier revista estadounidense semanal que relata hasta el mínimo incendio de un basurero en una comunidad y la dan como noticia de primera plana, The Economist menciona el caso de una comunidad llamada Galaxi, en el estado de Virginia, donde han cerrado tres plantas fabriles debido básicamente a la competencia salarial de otros países, como ha sido el caso de China.

Y de nuevo se ven las diferencias entre ganadores y perdedores; porque hay algunos países, pocos por cierto, que aunque pierden, sus trabajadores que por estas razones han perdido el empleo todavía pueden salir adelante. El gobierno estadounidense ha encontrado la forma de subvencionar a los desempleados que quieren abandonar el país por razones fundamentalmente de deslocalización de las empresas que los habían contratado.

En el resto de los países de este planeta no existe este tipo de protecciones y la deslocalización se encuentra a la orden del día, sin importar que de pronto se vayan a la calle cientos o miles de obreros y empleados que han trabajado por años en una u otra empresa. Hasta países como el nuestro han sufrido la deslocalización hacia China, merced a que la única diferencia con nosotros son salarios más bajos.

Lo único que está claro es que desde su origen esta globalización iba a afectar y está afectando a más personas de las que se pueden beneficiar. Y por más defensa que hagan los gobiernos, organismos financieros y patronales y revistas tan reaccionarias como The Economist, la realidad es terca y la globalización tal y como se está desarrollando es evitable. Así lo demuestran cada día más y más personas en el mundo.

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