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jueves, septiembre 28, 2006

LA SIMULACION Y EL ENGAÑO.

MÉXICO, PAÍS DE SIMULADORES
Una Nueva Clase



Escrito por Rafael Loret de Mola
27-09-2006Desafíohttp://www.lacrisis.com.mx/
http://www.transiciónmexicana.com.mx/
*Pujas Radicales
*Seria Sentencia.

Miguel de la Madrid, en cuyo régimen se produjo el primer gran “boom” del narcotráfico a cambio de elevar la cifra de líderes políticos y de opinión asesinados –en el gremio periodístico se registraron ochenta crímenes aun cuando en las indagatorias las víctimas tuvieron grado de victimarios, esto es, a decir de los “probos” ministerios públicos, fueron violentados por sus excesos personales, pasionales o sexuales como numen de supuestas perversidades íntimas-, elevándose las dependencias respecto a la poderosa nación vecina en todos los renglones de la “vida institucional”.

No son pocos los analistas, con información bastante sobre el periodo deplorable de la administración delamadridiana, que señalan a este personaje como el peor de cuantos han desempeñado la Primera Magistratura. Bueno, todavía falta el juicio definitivo sobre el señor Fox.

Pues bien, De la Madrid engendró políticamente a buena parte de los resistentes priístas del presente, entre ellos, claro, Emilio Gamboa Patrón, quien fue visto como una especie de vicepresidente en el periodo señalado por su influencia y cercanía con el mandatario, quien disimuló con una aparente mediocridad personal las redes de reclutas proyectadas hacia más allá del 2000. Nadie puede negar tino e influencia en un entorno marcado por la continuidad.

Recuérdese la célebre advertencia del “general” Arturo Durazo Moreno, favorito de José López Portillo y director de la policía defeña durante la regencia de Carlos Hank González -1976-82-, acerca de los riesgos de la transición política: –Sería lamentable –le dijo a López Portillo– que el país quedara varado por una “cofradía” de homosexuales.

El señalamiento, desde luego, era directo contra el grupo delamadridiano cuya gestación se había dado a partir de alianzas íntimas inconfesables. Fuera del contexto homofóbico del aserto, Durazo, cuyo perfil de bravucón y mafioso le convirtieron en uno de los mayores villanos de libro, pretendía consignar los riesgos de convertir a la política en una especie de burlesque institucional constreñidos los merecimientos a las identidades y preferencias sexuales. Tan grave, sí, como los abusos heterosexuales contra las mujeres con capacidad para ascender y hacer carrera en el sector público.

El hecho es que De la Madrid llegó a la Presidencia y dejó hacer a su camarilla cuanto le vino en gana, incluso delegando funciones y responsabilidades políticas en su secretario de Gobernación, Manuel Bartlett, cuya formación represora acaso nació por antiguos complejos familiares: su padre, Manuel Bartlett Bautista debió huir de Tabasco, cuando fungía como gobernador, disfrazado de mujer para eludir el violento cordón de inconformes. En tales fuentes abrevó uno de los políticos más tortuosos de los últimos tiempos, vigente aún por su excepcional habilidad para abanderar causas controvertidas como la también sinuosa “ley Televisa” que debiera apellidarse, igualmente, “Azteca”.

¿No es interesante, acaso, encontrar hoy en el palenque político, con capacidad de maniobra y extensos vínculos, a varios de los antiguos personeros del señor De la Madrid, como si éste fuese una especie de “santón” intocable bendecido tan solo por sus compromisos soterrados?

La interrogante nos lleva, sin remedio, a las puertas de la “casa de transición” en donde despachan Felipe Calderón y un cerrado grupo de jóvenes con fisonomía casi idéntica: si no fueron monaguillos durante su primera infancia merecerían haberlo sido. En ella, sí, se efectuó la breve, si bien significativa, reunión entre De la Madrid y Calderón, plena de reflectores.

Debate.
El encuentro, de acuerdo a la versión oficial “conveniente”, se dio en el marco de las relaciones “institucionales” -¡cómo gusta a los panistas de hoy exaltar el segundo apellido del PRI!-, con el alegato, además, de que en sociedades maduras, en donde la democracia no está a discusión, los miembros de partidos adversarios no deben ser fuentes de intransigencias obcecadas. Se toma, claro, el modelo estadunidense para subrayar lo bien que se llevan allí los republicanos y demócratas que se prestan, unos a otros, la Casa Blanca.

Pese a lo anterior, el contexto es diferente en México. Por una razón sobre todo: el dominio priísta extendido a siete décadas debe ser considerado como una dictadura durante la cual, como no pocos panistas emblemáticos sostuvieron en su momento, se cercenaron los derechos políticos y cívicos de una gran parte de la ciudadanía para privilegiar a una cerrada elite de aristócratas disfrazados de “revolucionarios”. Al respecto, y he allí lo lamentable, no se ha dado deslinde alguno ni, mucho menos, se ha producido un juicio histórico definitorio para poner a cada cual en su lugar. ¿O acaso podrían situarse en planos semejantes al mártir Madero y al “chacal” Huerta? ¿Al constitucionalista Carranza y al golpista Obregón? ¿Al benemérito Juárez y al iluso rubio de Miramar, Maximiliano?

Antes de signar bienaventuranzas sin más sustento que el oportunismo es menester, si se trata de conciliar a los mexicanos con sus esencias mayores para hacerlos fluir hacia un destino común, pleno, revisar a fondo nuestra historia y no pretender que los crímenes del pasado han quedado zanjados por la parodia con la que se usó a Luis Echeverría como carne de cañón para deshacer al priísmo en las vísperas de las elecciones federales. La tímida, vergonzosa cobertura de la “fiscalía” creada para profundizar en los “crímenes del pasado” sólo reveló una vergüenza más: la continuidad, sí, de las consignas superiores sobre todo aliento de justicia colectiva.

Y es lo anterior lo que debiera tomar en cuenta Calderón antes de solazarse en el levantamiento de brazos que con tanto fervor promueven quienes carecen de un elemental sentido de la historia. Ya antes, la poderosa e inescrutable Elba Esther Gordillo, la “novia de Chucky”, significó con su alianza con Felipe el resistente peso del corporativismo que cancela, por sí, toda pretensión de cambio estructural a vista y paciencia de un conglomerado manipulable.

El Reto.
Pareciera que la “nueva aristocracia” no se detiene ante colores y siglas distintas. Los grupos que la conforman tienen otra clase de identidad, más allá de la política partidista. ¿Acaso los hijos de Salinas y Zedillo no incorporaron a su grupo a los vástagos de la “pareja presidencial” para deleite y desarrollo de las exitosas revistas “del corazón”, modalidad española alrededor de las cortes monárquicas ahora hondamente arraigada en el “jet set” mexicano?

Regístrenlo, amables lectores, como parte de la perspectiva actual en donde tantas mentiras se amparan gracias a la amnesia colectiva o al desdeñoso desinterés de los ignorantes. Sólo así podrán descifrar el galimatías que significa el hecho de que, seis años después de la alternancia política, quienes negocien e impongan condiciones sean, precisamente, cuantos surgieron y se formaron al calor de aquellas mafias dominantes revalidadas hoy en el México de las simulaciones.

Por ello, claro, se tocan, desde ahora, los proyectos de Calderón y De la Madrid. Ya se habla, claro, de un Plan Global de Desarrollo. ¿Un término fresco o una reválida sin memoria pública?

La Anécdota.
Cuando Andrés Oppenheimer entrevistó, en 1986, a Mario Vázquez Raña, llegó a una tremenda conclusión:
–Quien dice no recordar en donde estudió la primaria no puede ser otra cosa que un farsante.
Ello, claro, porque Vázquez, beneficiario de buena parte de los negocios ocultos de Echeverría, gallego de origen, pretendía tapar sus raíces por razones inescrutables.

Hoy, el símil con la maestra Gordillo es contundente:
–Quien no recuerda el nombre de la Normal en donde supuestamente cursó sus estudios de profesora –
me dice un mentor “indisciplinado”-, ni puede señalar quienes fueron sus compañeros, es sencillamente una simuladora.

Tal el caso de Elba Esther por más que sus corifeos pretendan suavizar los antecedentes.-

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