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miércoles, agosto 30, 2006

Reformar al Estado, o perder la República

POR DR. SANTIAGO NIETO

www.aye.com.mx

Era una tarde de otoño, del año 1787. Con el caer de las hojas, un ama de casa se acercó a Benjamín Franklin, quien salía de la convención constituyente norteamericana. “Y bien doctor“ –cuestionó la dama –“¿Qué tenemos: una monarquía o una república?”. Cuentan que Franklin, se detuvo un momento, tocando su barbilla en señal de reflexión, y contestó pausadamente a la mujer: “Una república … si es que pueden conservarla”.

En estos días, los mexicanos debemos reflexionar mucho sobre ésta anécdota: ¿Estamos conservando nuestra República o la estamos perdiendo por nuestra falta de visión? Es claro que estamos ante una coyuntura histórica desastrosa (escribo a unas horas del informe, sin saber a ciencia cierta que puede ocurrir). Centurias hace que el país no estaba tan dividido, tan polarizado, tan encarnizadamente molesto con el que piensa diferente. Podría asegurar que, desde 1988, las instituciones del Estado y la clase política no se encontraban tan cuestionadas como ahora y que, desde hace muchos años, la legitimidad del Presidente, por su propia estulticia, no se encontraba tan erosionada como hoy (se erosionaba por otras cosas, pero no por estulticia).

En ese marco, Fox deberá rendir un informe ante un congreso que, por lo menos en un tercio de sus integrantes, le será francamente hostil. En ese marco, el próximo presidente de la República habrá obtenido su cargo con el voto del 13% de la población de la República; en ese marco también, los partidos habrán dilapidado casi siete mil millones de pesos en sus campañas electorales, sólo de recursos públicos, de los cuales, un 60% habrá ido a parar a los bolsillos de los medios de comunicación electrónica. No se necesita ser un genio para percatarse que algo anda mal, si frente a estos excesos de la clase política, tenemos un país de 60 millones de pobres, de 10 millones de analfabetas, de crecimiento geométrico de la criminalidad.

¿Cómo salir de este callejón sin salida? Hoy, que todo polariza y todo nos divide, creo que la reforma del Estado puede ser un único camino para encontrar la reconciliación nacional. Pero tendrá que ser una reforma del Estado integral, no simulada; una reforma pactada entre todos, y no la imposición de los vencedores a los vencidos, como la que vimos el día de ayer en el reparto de puestos de San Lázaro, entre priistas y panistas.

Quiero soñar con una reforma que transforme nuestro trasnochado sistema presidencial en uno que brinde al país gobernabilidad y democracia. Poco importa si esa estabilidad se consigue por una segunda vuelta o a través de la construcción de un régimen semi parlamentario. Una reforma que dé seguridad a los inversionistas con los temas de reforma fiscal y laboral, pero que combata a fondo las enormes desigualdades sociales mexicanas, no con base en una política de caridad, sino con un programa de justicia social reivindicatorio; que cambie el obsoleto modelo de informe presidencial, pero que obligue al ejecutivo a rendir cuentas de sus actos y de sus omisiones y, a éste en particular, a rendir cuentas de los actos de su esposa y su parentela política; una reforma que sacuda a nuestras instituciones, empezando por las obsoletas; que reconozca que el petróleo es nuestro. Una reforma que se traduzca en una nueva Constitución, que logre que este país, otrora una república orgullosa de si misma, vuelva a verse al espejo sin bajar la mirada.

Tal vez mi punto de vista podrá parecer muy ingenuo, típico de un académico que no ve las condiciones imperantes en la República. Sin embargo, más ingenuo me parece, creer que con base en un discurso de aplicación letrista del Estado de Derecho y con una campaña fuerte en los medios de comunicación, los seguidores de la Coalición por el bien de todos van a claudicar en sus demandas. No lo creo, al contrario, creo que este discurso abona al enfrenamiento social. Lo mismo del otro bando: es ingenuo pensar que las movilizaciones sociales, por si mismas, podrán desencadenar el cambio de las instituciones de México. Dejemos de ser ingenuos, pero soñemos soluciones, para poder responder que supimos conservar la república. De lo contrario, el único escenario posible será el enfrentamiento inmediato y, con el paso de los años, la balcanización.

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