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miércoles, agosto 02, 2006

ESTOY DE ACUERDO CON LOS ÚLTIMOS 3 RENGLONES. LO DEMAS ES VÍSCERA PURA..

Luis F. Aguilar.REFORMA.

El espejo.

La insensatez postelectoral se ha vuelto contagiosa. Cada vez es más difícil no perder la cabeza, no levantar el tono de la voz y no mandar al diablo a todos esos señores, siempre los mismos, que repiten a diario los mismos pronunciamientos a favor de la legalidad, la resistencia civil pacífica, la estabilidad política, la defensa de la democracia y la legitimidad del gobierno, valores en los que creemos pero que se vuelven increíbles en sus bocas.

Cada vez más resulta difícil tratar de encontrar un núcleo de razón en las concentraciones capitalinas de un líder plebiscitario, sobre el que ya se ha dicho todo lo que sensata e insensatamente se puede decir y que no parece ser sujeto de razones.

Cada vez cuesta más a los que van en vehículos públicos y privados a sus trabajos mantener la sangre fría frente a los perredistas que bloquean e invaden calles de la capital sin importarles los males que ocasionan.No sé si estemos viviendo una peligrosa situación límite, que pudiera terminar en una crisis política que cimbre los cimientos de la República.

Tampoco sé si todo el estrépito que ocurre sea una estrategia calculada para ablandar al Tribunal Electoral o simplemente para que el líder salve la cara ante sus seguidores y venda negociadamente cara su derrota en las urnas, después de conocer el dictamen del Tribunal.

O si el estrépito sea tal vez el prólogo a la historia de alguien que se cree llamado a ser caudillo de la nación y que, ante un eventual dictamen judicial adverso, prefiere quemar sus naves y escalar peligrosamente el conflicto social, condenándose muy probablemente al aislamiento con su capilla de leales o su puñado de guerreros.

Tampoco me importa saber si lo que ocurre obedece al propósito de crear un movimiento de seguidores numerosos, disciplinados y entrenados a la confrontación, de modo que a partir del 1o. de septiembre exista una protesta social permanente ante los actos de gobierno y que la protesta sirva para mantener viva la esperanza de sus creyentes, no dar oportunidad a que dentro del PRD aparezca un competidor fuerte con otras propuestas políticas y para fortalecer su movimiento a la espera de nuevas elecciones federales que él podrá encargarse de anticipar generando todo tipo de problemas.

Lo único que creo saber es que este mes de julio ha sido un espejo en el que nos hemos visto ciudadanos, políticos, intelectuales, medios, tal como realmente somos, sin el maquillaje de nuestras ilusiones, racionalizaciones y panegíricos.

Hemos visto a la política mexicana tal cual es, con sus profundas limitaciones y sus alocados desbordamientos. El espejo en que nos hemos visto en este lluvioso y húmedo mes de julio nos ha mostrado los efectos de nuestras distorsionadas ideas y expectativas sobre la política. Enuncio sólo dos realidades.

1. En nuestra mente la política es poder, lucha por el poder y ejercicio del poder. Nada mal, si no fuera porque millones piensan que el poder es el atributo de una persona, la capacidad personal de alguien para imponer su propia voluntad sobre los demás.

Nos fascinan o nos atemorizan los hombres poderosos. Son nuestros ídolos y santos. Nuestra historia nacional es considerada el producto de las gestas de individuos con fuerza, que hicieron polvo a sus adversarios y que, después de ello, fueron hombres providenciales y benefactores de la nación.

En nuestro concepto el poder es la última referencia de la política, su firmamento, no la norma racional que estructura y encauza el poder. El hombre poderoso, retador y vencedor de cualquiera, representa la política en toda su pureza, pone las reglas (no las sigue) y nuestras esperanzas de cambio personal o colectivo descansan en su extraordinario y magnánimo poder. Él es dios, no mundo.

2. La ley nos resulta extraña y no le otorgamos valor para la convivencia y la supervivencia. Nos resulta agradable el Estado Nación, el Estado Social prestador de servicios, pero se nos indigesta el Estado de Derecho. Nuestra sociedad es cualquier cosa menos una realidad organizada por leyes generales y por poderes que las respetan y las hacen respetar imparcialmente.

Nuestra vida social está estructurada, en cambio, por una tupida red de relaciones personales, por grupos protectores influyentes a los que nos adherimos, por intercambios de favores, por el miedo a los infractores, por arreglos con prestadores públicos y privados de servicios, por vínculos de sangre y amistad... por cualquier cosa menos por leyes a respetar y a exigir que se respeten.

La sociedad mexicana es la normalización de la anomia, "una anarquía organizada". La ley no es una realidad social, no importa y genera problemas más que beneficios. Nos gusta vivir sin que las acciones de los demás sean previsibles porque exigibles. Puro milagro cotidiano.

Es natural entonces que el político de verdad, el poderoso por definición, desafíe a la norma y pretenda chantajear a las autoridades que se encargan de su cumplimiento. Recibirá asimismo fácilmente la aclamación de millones de mexicanos que del poder personal y no de la norma esperan una cascada de bienes para sus vidas desafortunadas o no.

En estas semanas hemos visto las consecuencias de nuestro modo tradicional de concebir y practicar la política. Estamos acostumbrados además a considerar que hay riesgo de inestabilidad política si se aplica la ley, la cual no sirve entonces ni para los tiempos normales ni para los críticos. En el desamparo optamos por la protección del señor poderoso, no por los jueces.

A lo mejor el inminente juicio del Tribunal Electoral cambia la historia del país y por primera vez pone por encima el gobierno de leyes y no el de los hombres. La transición esencial tendría finalmente su comienzo.

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