El Hijo Desobediente
Mentiras de campaña
Edgar González Ruiz
Insulso y mentiroso, igual que el propio candidato panista, es su libro El Hijo Desobediente. Notas en campaña (Aguilar, México, 2006), que hace pocos días presentó Calderón como parte de su campaña.
El texto, que consta de 163 páginas ilustradas con fotografías egocéntricas del auodenominado “Hijo Desobediente”, así como de algunos de sus parientes y de varios panistas, lleva como portada la imagen de la que pretende ser la nueva pareja presidencial, que ya ha estado beneficiando a varios de sus parientes, como ha demostrado el escandaloso caso de Hildebrando, el cuñado incómodo.
El libro mezcla recuerdos personales con apuntes de su campaña política y su tónica es el autoelogio, mediante frases vagas, hipócritas, rimbombantes, carentes de autenticidad. Calderón quien en su trayectoria política nunca ha beneficiado a nadie, a excepción de sus parientes y allegados, se presenta como un salvador de la nación que le enseñará a salir de la pobreza, guiado por su inmenso amor a la humanidad y por sus ideales de solidaridad, de “bien común” y, sobre todo, por el amor a su país, según él.
El abanderado panista cultiva, así, un lamentable género editorial donde le han antecedido personajes cuyos autoelogios son sólo igualados por sus abusos: el empresario Hugo Salinas Price, quien en su libro Mis Años con Electra habla de sus trampas y corruptelas, a la vez proclama ser un Quijote; Marcial Maciel (en la larga entrevista Mi Vida es Cristo, publicada por los propios Legionarios); Vicente Fox (en su libro electoral Fox a los Pinos, y en el cómic Fox del pueblo, también difundido en el 2000); Carlos Medina Plascencia (en su libro Ahora es cuándo, donde se llena de alabanzas a la vez que omite hablar de su cuestionado activismo religioso) y, sobre todo, Martha Sahagún, la primera dama que ha demostrado convincentemente cómo la ignorancia puede estar en proporción directa con la abundancia económica.
Variando nombres y circunstancias, el libro de campaña de Fecal es uno más de esos productos típicos de los empresarios-políticos. Significativamente, en varios de los pasajes referentes a la vida con su esposa y sus hijos, es más patente la falta de autenticidad de los dichos de Calderón, que llega a extremos ridículos.
Según la encumbrada pareja panista, a sus hijos siempre les dicen “…el por qué de las cosas que hacemos…Y las hacemos por algo muy simple: amor por México”. Pero la propia Margarita añade “El amor por México…bueno, para empezar es algo indefinible. Más bien son actitudes…”.Puntualiza la aspirante a suceder a Sahagún: “Los mexicanos me gustan porque son como yo, como es Felipe, como son nuestros hijos…”.
Cabe añadir que Fecal y su esposa no son pioneros en el uso de un vacío sentimentalismo que apela al “amor” como arma política. La pareja de los Bush, con toda la sangre que ha derramado ese mandatario, suele recurrir a la prédica del “amor”, palabra ciertamente indefinible y poco comprometedora.
Dentro de toda esa retórica hipócrita y apologética, salta la afirmación de Fecal de que “La parte más fuerte de mí es Margarita, mi esposa”, con lo que reafirma su apego al modelo monárquico de la llamada pareja presidencial implantado por Fox.
Desde luego, el candidato panista no alude siquiera a cualquier hecho que empañe una reputación que existe sólo en su publicidad de campaña. No se refiere prácticamente a la guerra sucia contra la izquierda ni a sus prácticas abusivas y perversas de colectar millones de pesos entre empresarios para invertirlos en atacar a López Obrador, ni a su aceptación de la ley Televisa, ni detalla las actividades de personajes como su asesor franquista, Antonio Solá, y menos aún alude a los negocios turbios de sus cuñados y a los problemas que otros de sus parientes han tenido en su gestión política.
Tramposo por vocación, Calderón miente sistemáticamente mediante el ocultamiento y selección de los hechos, además de que usa eufemismos y rodeos para referirse a proyectos suyos que atentan directamente contra los intereses de los que menos tienen.
Con la bandera de que el país debe ser ”competitivo” sugiere incrementar los privilegios para los empresarios, a la vez que eliminar derechos y beneficios para los trabajadores y para los menos favorecidos, promover privatizaciones e instaurar un orden represivo para evitar ya no la delincuencia sino la disidencia.
Leemos, por ejemplo: “…nuestro reto es modificarlas costos de las empresas productivas, nuestro reto es aligerarla carga de quien invierte y produce en México. ¿Cuáles son los costos que tenemos?. Para ustedes, ya sea que tengan negocios o fábricas, costos muy fuertes son la electricidad, el gas, los impuestos- incluyendo lo complicado que es pagarlos-, las regulaciones burocráticas, la falta de infraestructura…”
(p. 68).
En otros términos, hay que poner al Estado al servicio de los empresarios, que generalmente no están dispuestos a reconocer los derechos de los trabajadores, ni siquiera, si les es posible, a cumplir con sus obligaciones de remunerar el trabajo.
A su vez, ese gobierno al servicio de los más ricos requiere del fortalecimiento sin precedentes de los cuerpos represivos, a fin de acabar con los disidentes, con las posibilidades reales de alternancia en el poder, y para proteger las grandes fortunas de los embates de la delincuencia organizada en gran escala, de los que vienen a ser los empresarios del crimen.
La obsesión de Fecal por el tema de la inseguridad, congruente con las preocupaciones del capitalismo, sale a relucir no sólo en sus discursos de campaña y en las páginas de su desafortunado libro, sino en su casa misma, en la ciudad de México, llena de guardianes contratados por una empresa privada de seguridad, pues más que un temor real por algún asalto o delito violento, el panista parece temer la presencia misma, el ingreso a su local, de quienes no comparten sus ideas, y a quienes al parecer trata de intimidar de esa manera. Desde esa perspectiva, es comprensible que en su libro Fecal no se refiera a la necesidad de fortalecer los salarios de los profesores de las escuelas y universidades públicas, pero sí a la de aumentar las percepciones de soldados y policías, política que evoca los tiempos de la represión diazordacista. Con el pretexto del narcotráfico, al referirse a la situación de Sinaloa, Fecal asegura en su libro, que “le urge a Sinaloa y a todo México un ejercito muy vigoroso, muy decidido…” (p. 115). Y la urgencia para el derechista es en realidad, la anulación de la posibilidad de desarrollo democrático para el país.
En la tramposa cosmovisión de Fecal no existen los ancianos y, por tanto, no tienen necesidades ni problemas, sino que quienes para él importan son los jóvenes, a quienes cree poder manipular fácilmente con un discurso fascistoide acerca de la agresividad y del éxito comercial. A diferencia de los otros candidatos, el abanderado panista no ofrece servir a los mexicanos, sino más bien imponerles una forma de ser (egoísta, agresiva, avariciosa), y en su delirio, como él mismo señala, ha llegado a pregonar ante los estudiantes del Tecnológico de Monterrey: “Yo, amigos del Tec, quiero un México campeón del Mundo y por supuesto que lo vamos a tener” (p. 92) y en otros pasajes del texto insiste “Yo quiero que México se avoque (sic) a ser competitivo y ganador” (p.68); “Yo quiero un México liberado de sus complejos y tabúes…” (p. 43). Es decir, los mexicanos que voten por Fecal no lo estarán haciendo por un servidor público sino por un monarca que pretenda, con una autoridad de raíces religiosas, dictarles normas sobre cómo deben ser y vivir.
Calderón insiste hasta el cansancio en sus dictados autoritarios para forjar “un México que no se agache y se achicopale frente a un mundo que le compite…” (p. 98), “…un México ganador, fuerte y seguro de sí mismo…” (p. 115), al mismo tiempo que evita completamente cualquier mención de hechos como la represión en Sicartsa y en Atenco, la existencia y naturaleza del EZLN y de otros grupos armados, y cualquier tipo de conflictos sociales que, parecería, para Calderón no existen en México.
Al igual que la ideología de la inseguridad, la idealización de la juventud y el desprecio por el valor de la historia son postulados del neoliberalismo radical que Fecal expresa en su libro. Según él, el PRI y el PAN representan el “pasado” de México (que incluye la justicia social y el estado laico) mientras que el representa el futuro dictado por las exigencias de un mundo capitalista supuestamente sin ideologías. Por eso afirma: “…México tiene una rica historia, pero no podemos vivir obsesionados por el pasado. Hay que vivir hacia delante, hay que vivir y tener proyectos que nos permitan ganar una vida mejor para cada mexicano” (p. 42).
Uno de los aspectos del PAN que le han acarreado más críticas y costos políticos, son sus raíces católicas conservadoras, así como la inveterada presencia en él de grupos extremistas de esa filiación. Fiel a su retórica hipócrita y tramposa, Calderón no abunda en el tema, pero sí deja claro que él comparte esas raíces al grado de que su padre, su abuelo materno -quien fue sinarquista-, sus suegros, algunas de sus tías y otros de sus ascendientes provienen de la militancia política religiosa, en la que él mismo participó, relata, en grupos maristas. También enumera entre sus principales simpatizantes y colaboradores a una colección de dirigentes de la ultraderecha: Luis Pazos, Manuel Espino, Ana Teresa Aranda, Luis Felipe Bravo Mena, Francisco Salazar Saénz, etc.
Al principio del libro, al mencionar cómo fue posible su candidatura, Calderón sugiere un historia donde sus ambiciones chocan no propiamente con los designios y preferencias de Fox sino con los de Martha Sahagún, empeñada en ser presidenta de la República, en lo cual tuvo la complicidad, se insinúa, de Ramón Muñoz, el influyente asesor de Fox. Es una versión que seguramente tiene algo de cierto pero planteada de tal forma que la única parte inocente en el juego político resulta ser Calderón, quien pese a ello se ha valido del apoyo de la pareja presidencial en su candidatura e incluso ha dado a entender en entrevistas con los medios que brindará impunidad a los Fox y obviamente a sus propios parientes presuntamente involucrados en delitos de cuello blanco.
Además de algunos datos aislados acerca de la historia familiar y política de Calderón, el libro es tan hipócrita y falto de autenticidad que prácticamente no tiene valor testimonial, excepto de manera indirecta, exhibiendo el increíble grado de egolatría al que ha llegado Calderón, pues en su visión del mundo es natural negar por completo sus errores y explayarse a la vez en asuntos como sus gustos musicales y sus recuerdos culinarios, que carecen por completo de interés, pues la importancia que Fecal pueda tener no reside en el hombre, mezquino y vulgarmente tramposo, sino en los poderosos intereses económicos que lo apoyan y sin los cuales no existiría como figura política.
En la parte final del libro, Calderón se extiende en sus delirantes profecías sobre lo que será el país luego de su gobierno, que traerá felicidad al de Estados Unidos y a los grandes empresarios del turismo y de la construcción, entre otros, y donde habrá sofisticados sistemas policíacos para vigilar segundo a segundo que no se cuestione el orden panista.
Evidenciando que concibe la del 2 de julio como una elección de Estado, Fecal describe anticipadamente cómo será la noche del 2 de julio: “a lo largo del día h etenido conocimiento de cómo van las cosas y sé que he ganado. Pero la pregunta fundamental es si tengo o no la mayoría en el congreso de la Unión. Me imagino dos escenarios; el deseable, contar con la mayoría, y el probable, que no cuente con ella” (p. 152)
Ante esa previsión, sugiere eliminar la disidencia apelando a la “unidad nacional” mediante un gobierno “de coalición”. Esto es, instaurar en la práctica una dictadura derechista donde se implantarían leyes, que el PAN ya ha propuesto, contrarias al estado laico y a los derechos de los trabajadores.
Indudablemente, este 2 de julio hay que estar alertas ante el fraude electoral que en su libro está sugiriendo Fecal y por tanto contra la posibilidad de que México caiga en una dictadura derechista.
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sábado, junio 24, 2006
El libro de Fecal
Publicadas por Edgar González Ruiz a la/s 12:57 a.m.
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