jorge Carrasco Arrizaga escribe en Proceso:
México, D.F., 26 de junio (apro).-
No es extraño ni condenable que la cúpula empresarial de México haya tomado partido por el candidato del PAN, Felipe Calderón Hinojosa. Los une el conservadurismo político y el liberalismo económico. Tampoco está en duda su interés legítimo de opinar sobre las elecciones del próximo domingo. Lo reprobable es la coacción del voto que están haciendo en favor de Calderón y de los candidatos panistas al Congreso. Amparados en el cómodo argumento de la libertad de expresión, se embarcaron en una velada pero suficientemente clara y bien organizada promoción del voto en contra del candidato de la coalición “Por el bien de todos”, Andrés Manuel López Obrador.
Aprovechándose de su condición de empleadores o de representantes de ellos, los dirigentes del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), que reúne a industriales, banqueros, comerciantes y prestadores de servicios de todo el país, distribuyeron durante meses cartas, folletos y pasquines entre sus trabajadores para “orientarlos” de cara a las elecciones.
El mensaje fue uno: votar por los candidatos que desde su perspectiva garanticen estabilidad, en rechazo de aquellos que proponen “experimentar” con la economía o “regalar lo que no es suyo”.¿Cómo puede reaccionar un trabajador que recibe de quien le paga una indicación como ésta? La intimidación es latente. Por eso, las investigaciones que hace la Fiscalía Especializada para la Atención de los Delitos Electorales sobre coacción del voto por parte de empresarios.
En semanas recientes, el CCE empezó a difundir en la televisión propaganda en el mismo sentido para que los mexicanos, ya no sólo sus empleados, voten por los candidatos que mantengan la política económica de los últimos lustros, “porque apostarle a algo distinto implicaría retroceso”.
En franco desafío al Instituto Federal Electoral, ese árbitro sobre el que han pedido respeto y que discutió la inconveniencia de esa campaña, apelan a la libertad de expresión para defender su proselitismo y mantenerlo en el aire por el tiempo que ellos decidan.Se colocan así en los límites de la normatividad electoral, que establece sólo para los partidos políticos la facultad de orientar el voto.
Informados como pocos en el país, los dirigentes empresariales saben que cualquiera que llegue a la Presidencia tiene un margen reducido para emprender cambios sustanciales en el modelo económico. El Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, la autonomía del Banco de México, y el Congreso dividido que se anticipa, por no mencionar el marcaje al que estará sujeto el nuevo presidente, dan poca oportunidad a los experimentos que esos representantes empresariales dicen temer.
Su oposición es más bien ideológica, de rechazo a los que no son como ellos. Apelan a la libertad de expresión para defender su pensamiento, pero excluyen al que piensa diferente.Esa actitud nada tiene que ver con el ejercicio democrático. Si perciben que sus trabajadores o la mayoría de los votantes se inclinan por un candidato que no es de su agrado, los empresarios tendrían más bien que tender puentes con quien podría ser el próximo presidente.
Ni siquiera cuando se acababa la dictadura de Pinochet en Chile, de la que tanto se beneficiaron, los empresarios de ese país se embarcaron en una campaña como la del CCE. Aprendieron a vivir y hacer negocios en democracia.
Tampoco la dirigencia empresarial española se propuso amedrentar a la población a la muerte del dictador Francisco Franco. Más bien acordó con los partidos políticos y dio lugar al famoso Pacto de la Moncloa, que definió los grandes trazos económicos de España y que tanto dicen admirar los empresarios mexicanos.
Extraña el comportamiento de la cúpula empresarial mexicana porque su pragmatismo tendría que tenerla concentrada en la manera en que hará negocios en los próximos seis años. Y si no hay condiciones para los negocios en el próximo gobierno, el presidente y su partido lo pagarán en las urnas.
También llama la atención la conducta de los dirigentes empresariales porque ellos mismos, en voz de Dionisio Garza Medina, presidente del poderoso Grupo Sada, expresaron en 2003 su desilusión con el gobierno de Vicente Fox por su desempeño económico.En vísperas de las elecciones federales intermedias de ese año, las declaraciones del industrial fueron avaladas por el Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, integrante del CCE.
Salvo los ingresos extraordinarios por el elevado precio internacional del petróleo, nada ocurrió en la economía de México en los últimos tres años como para que los empresarios emprendieran la promoción del voto en contra de López Obrador como una forma de respaldar la actual conducción económica.
Con esta actitud contribuyen al ambiente de odio generado por la larga campaña electoral y se suman a la descalificación ideológica del otro, del que no es como ellos. De las acusaciones de Calderón de que López Obrador “es un peligro para México” a las de los empresarios de que votar por el candidato de la coalición equivale a “un retroceso” no hay ninguna distancia.Ambas son producto del rechazo a quien disiente de lo establecido.
Y la costumbre ha sido la de la protección gubernamental a los grandes empresarios. No es sólo el socorrido tema de López Obrador sobre el Fobaproa.
No hay que irse muy atrás en el tiempo para encontrar los millonarios apoyos que, pese a todo, recibieron los empresarios en los gobiernos de Luis Echeverría y José López Portillo.Tampoco hay que esforzarse mucho para dar con los que sacaron millones de dólares en las crisis de los gobiernos de Miguel de la Madrid y Ernesto Zedillo o para encontrar a los beneficiarios de las privatizaciones, fraudulentas y no, de Carlos Salinas y el mismo Zedillo. Cuál es el miedo, si no hay nada que realmente amenace los fueros empresariales en México
.Comentarios: jcarrasco@proceso.com.mx
Una razón mas para votar por AMLO y la mayoría perredista al Congreso.
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viernes, junio 23, 2006
MIEDO A LA DEMOCRACIA.
Publicadas por Armando Garcia Medina a la/s 11:54 p.m.
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