Un versículo bíblico hallado en Romanos 12:21 dice:
Es muy fácil montarse en el papel de crítico y juez, comenzar a lanzar muchas opiniones que pueden o no ser útiles a la lucha que pretende transformar a México. Pero lo que finalmente nos debe definir –irremediablemente– es nuestro andar diario como ciudadanos, no que tanto critiquemos o juzguemos al otro. Debemos tener siempre presente que ser miembros de una sociedad implica pluralidad, unidad y respeto, así es como todas las voces tienen cabida. Claro está que lo anterior no se traduce en que todos tenemos siempre la razón en lo que pensamos, por algo se concretan acuerdos y por algo existe el lenguaje, para comunicarnos y así nos vamos entendiendo.
Antes de proferir palabra contra el movimiento o a favor del mismo, uno debe asumirse como hombre libre y pensante, actuar como tal e identificar los males inmediatos que envuelven nuestra realidad social y en dado caso de poder contribuir al progreso actuar al respecto con rectitud. El empleo del lenguaje es propio para con quienes lenguaje tienen y entienden, pero si antes de comunicar pretendo establecer como cierta “mi postura” estoy cayendo en el error de querer dominar algo o alguien sin ser incluyente, sin obrar bien y eliminando la democracia.
Muchos critican a López Obrador, algunos escriben columnas en diarios nacionales dirigidas a él o a sus simpatizantes. Otros tienen programas en televisión y desde ahí lanzan sus dardos, casi la mayoría por consigna y no tanto por propia voluntad. Hay algunos más (con o sin subsidio del PAN, PRI o Yunque; del medio empresarial o religioso, del que sea) que tienen presencia en la Internet (blogs, foros, mails, etc), para invertir minutos de su existencia únicamente en la figura del Presidente Legítimo de México y algunas veces también se interesan en aquellos que como él, somos mexicanos buscando mejorar las condiciones de vida de todos (no de unos cuantos, sino de todos los mexicanos en general). Su clara intención no es sugerir, opinar, comentar, es atacar directamente, lo cual no tiene nada que ver con la democracia, ni con la esencia misma de la palabra “humanidad”.
Suponiendo que yo no reconociera a López Obrador como mi presidente, que él fuera incluso un enfermo mental (algunos así se atreven a clasificarlo), que él fuera una reencarnación misma del mal, ¿tendría entonces que seguirle manteniendo dentro de mi campo existencial?, claro que no. No me preocuparía de él, no me incomodaría su quehacer diario. Más allá de él, yo estaría proponiendo cosas coherentes para mejorar mi condición de vida en la sociedad y aún si estoy yo bien en todo, ver también por los que me rodean. Insisto, somos parte de una sociedad y en México no debe, ni puede prevalecer el espíritu individualista.
Pero sucede que el pan diario de los que “critican y juzgan” el papel de Andrés Manuel, es él mismo, o sea se nutren del mismo Andrés Manuel. Hay diarios y noticieros que editan a modo sus notas ya sea para omitir en la forma al famoso Peje o para atacarlo en corto, ¿esa atención e inversión de esfuerzo merece un [supuesto] “perdedor de la contienda electoral”? Y ya se, muchos dirán “entonces es lo mismo para ustedes con Felipe Calderón, pues hablan y hablan de él”. No. Al menos en mi caso no es así, es cierto que crítico, juzgo al tal ser fecal, pero porque en este caso el mismo pide a gritos que la sociedad (construida para todos) es evidentemente golpeada y dañada por un usurpador. Eso me mueve a un campo activo, primeramente y en seguida a un campo argumentativo, que puede ser desde el mismo testimonio escrito o hablado, donde puedo evidenciar que lo que estoy sosteniendo es cierto y es válido mi calificativo hacia fecal por que así se lo ha ganado a pulso.
Andrés Manuel no le está haciendo daño a nadie, no hay razón para atacarlo, al contrario es él una representación del bien que puede venir para México. Juntamente con los millones de mexicanos concientes, que valemos tanto como vale el Peje mismo, somos esa presidencia legítima –él mismo lo ha sostenido así– y caer en el error de señalarlo y atacarlo se traduce en atacar a millones de mexicanos libres e independientes. Y atacar un bien desde un ángulo incongruente se vuelve muy peligroso, riesgoso y en perjuicio del mismo que profiere un ataque.
Uno atribuye el tiempo (quiero creerlo así) a acciones correctas, se busca construir –no obstruir– en el tiempo y espacio adecuado para generar un bien a este país. Ni el PAN, ni fecalienigenas, ni el Yunque, ni el clero católico corrompido, ni los medios vendidos, ni empresarios sucios, ni los mismos operadores de los robos a los mexicanos, tienen noción de lo que se debe hacer “bien”, caen por el peso propio de sus palabras. ¿Acaso le ha servido a la gente pobre, a los obreros y campesinos toda la campaña mediática para desprestigiar la lucha social que ha comenzado en México?, ¿No alcanzan sus mentes a comprender que ellos son constructores de su propia ruina?
Si así fuera las notas serían de que los costos de tortillas, del gas, de la leche, han bajado, por que la enfermedad de avaricia se redujo en los que concentran las riquezas y al fin decidieron ver por el pueblo. Esto que digo se relaciona con lo que al inicio cite: uno debe asumirse como hombre libre y pensante, actuar como tal e identificar los males inmediatos que envuelven nuestra realidad social y en dado caso de poder contribuir al progreso actuar al respecto con rectitud.
La palabra “actuar” es la clave, no basta con hablar. Por ambos lados, los que apuestan por deshumanizarlo todo y por los que luchamos a favor de la nación la sentencia es válida y aplicable. Lo que nos mide como sociedad misma es que tanto actuamos para mejorar, que tanto hacemos para conseguir el progreso y solo así, hablando con hechos, lograremos sustentar una y mil teorías que tengamos respecto a algo o alguien, antes no. Por ello hablar mal de los que luchamos por la justicia en México, incluyendo el liderazgo de López Obrador, se vuelve algo fatuo que no conduce a nada a nadie y que no tiene relación con la realidad.
Por otra parte no debemos caer nosotros en la exageración de atribuirle más atención de la debida al usurpador, una persona en particular no podemos señalar como responsable del daño a México y en caso de hacer una lista de culpables también nos tocaría entonces aparecer en ella por tolerar tantos atropellos desde tiempo atrás. Pero el asunto no es de buscar culpables, ni nada más balconear a la ultraderecha fascista, es de hacer cosas que empiecen a construir al nuevo México.
Se me ocurre participar en los espacios donde se pueden proponer acciones de resistencia civil, de apoyo a los pobres (que con o sin resistencia siguen siendo pobres), poder llevar a obreros y estudiantes, a la gente del campo información que fluye solo en las ciudades pero que es relevante también para otras personas. Debemos explicarle a la gente con palabras y acciones como es nuestra lucha, que pretende y como conseguiremos llegar a la meta. Cuando demás ciudadanos vayan descubriendo el rostro humano de nuestra lucha no tendrán de otra más que involucrarse o ser indiferentes (y con ello aliarse ciegamente al sistema dominante), por eso hemos apostado desde este espacio a las revoluciones en el campo educativo, espiritual, cultura, económico, científico, etc porque es de ese modo y haciendo nuestra la sugerencia de la cita bíblica, que podremos derrotar el mal...
¿Cómo será? Haciendo el bien, no solo predicándolo. (Ver ejemplo de la lucha digna que hacen día a día los oaxaqueños).
Tu opinión es importante: revolucionesmx@gmail.com
No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.
Es muy fácil montarse en el papel de crítico y juez, comenzar a lanzar muchas opiniones que pueden o no ser útiles a la lucha que pretende transformar a México. Pero lo que finalmente nos debe definir –irremediablemente– es nuestro andar diario como ciudadanos, no que tanto critiquemos o juzguemos al otro. Debemos tener siempre presente que ser miembros de una sociedad implica pluralidad, unidad y respeto, así es como todas las voces tienen cabida. Claro está que lo anterior no se traduce en que todos tenemos siempre la razón en lo que pensamos, por algo se concretan acuerdos y por algo existe el lenguaje, para comunicarnos y así nos vamos entendiendo.
Antes de proferir palabra contra el movimiento o a favor del mismo, uno debe asumirse como hombre libre y pensante, actuar como tal e identificar los males inmediatos que envuelven nuestra realidad social y en dado caso de poder contribuir al progreso actuar al respecto con rectitud. El empleo del lenguaje es propio para con quienes lenguaje tienen y entienden, pero si antes de comunicar pretendo establecer como cierta “mi postura” estoy cayendo en el error de querer dominar algo o alguien sin ser incluyente, sin obrar bien y eliminando la democracia.
Muchos critican a López Obrador, algunos escriben columnas en diarios nacionales dirigidas a él o a sus simpatizantes. Otros tienen programas en televisión y desde ahí lanzan sus dardos, casi la mayoría por consigna y no tanto por propia voluntad. Hay algunos más (con o sin subsidio del PAN, PRI o Yunque; del medio empresarial o religioso, del que sea) que tienen presencia en la Internet (blogs, foros, mails, etc), para invertir minutos de su existencia únicamente en la figura del Presidente Legítimo de México y algunas veces también se interesan en aquellos que como él, somos mexicanos buscando mejorar las condiciones de vida de todos (no de unos cuantos, sino de todos los mexicanos en general). Su clara intención no es sugerir, opinar, comentar, es atacar directamente, lo cual no tiene nada que ver con la democracia, ni con la esencia misma de la palabra “humanidad”.
Suponiendo que yo no reconociera a López Obrador como mi presidente, que él fuera incluso un enfermo mental (algunos así se atreven a clasificarlo), que él fuera una reencarnación misma del mal, ¿tendría entonces que seguirle manteniendo dentro de mi campo existencial?, claro que no. No me preocuparía de él, no me incomodaría su quehacer diario. Más allá de él, yo estaría proponiendo cosas coherentes para mejorar mi condición de vida en la sociedad y aún si estoy yo bien en todo, ver también por los que me rodean. Insisto, somos parte de una sociedad y en México no debe, ni puede prevalecer el espíritu individualista.
Pero sucede que el pan diario de los que “critican y juzgan” el papel de Andrés Manuel, es él mismo, o sea se nutren del mismo Andrés Manuel. Hay diarios y noticieros que editan a modo sus notas ya sea para omitir en la forma al famoso Peje o para atacarlo en corto, ¿esa atención e inversión de esfuerzo merece un [supuesto] “perdedor de la contienda electoral”? Y ya se, muchos dirán “entonces es lo mismo para ustedes con Felipe Calderón, pues hablan y hablan de él”. No. Al menos en mi caso no es así, es cierto que crítico, juzgo al tal ser fecal, pero porque en este caso el mismo pide a gritos que la sociedad (construida para todos) es evidentemente golpeada y dañada por un usurpador. Eso me mueve a un campo activo, primeramente y en seguida a un campo argumentativo, que puede ser desde el mismo testimonio escrito o hablado, donde puedo evidenciar que lo que estoy sosteniendo es cierto y es válido mi calificativo hacia fecal por que así se lo ha ganado a pulso.
Andrés Manuel no le está haciendo daño a nadie, no hay razón para atacarlo, al contrario es él una representación del bien que puede venir para México. Juntamente con los millones de mexicanos concientes, que valemos tanto como vale el Peje mismo, somos esa presidencia legítima –él mismo lo ha sostenido así– y caer en el error de señalarlo y atacarlo se traduce en atacar a millones de mexicanos libres e independientes. Y atacar un bien desde un ángulo incongruente se vuelve muy peligroso, riesgoso y en perjuicio del mismo que profiere un ataque.
Uno atribuye el tiempo (quiero creerlo así) a acciones correctas, se busca construir –no obstruir– en el tiempo y espacio adecuado para generar un bien a este país. Ni el PAN, ni fecalienigenas, ni el Yunque, ni el clero católico corrompido, ni los medios vendidos, ni empresarios sucios, ni los mismos operadores de los robos a los mexicanos, tienen noción de lo que se debe hacer “bien”, caen por el peso propio de sus palabras. ¿Acaso le ha servido a la gente pobre, a los obreros y campesinos toda la campaña mediática para desprestigiar la lucha social que ha comenzado en México?, ¿No alcanzan sus mentes a comprender que ellos son constructores de su propia ruina?
Si así fuera las notas serían de que los costos de tortillas, del gas, de la leche, han bajado, por que la enfermedad de avaricia se redujo en los que concentran las riquezas y al fin decidieron ver por el pueblo. Esto que digo se relaciona con lo que al inicio cite: uno debe asumirse como hombre libre y pensante, actuar como tal e identificar los males inmediatos que envuelven nuestra realidad social y en dado caso de poder contribuir al progreso actuar al respecto con rectitud.
La palabra “actuar” es la clave, no basta con hablar. Por ambos lados, los que apuestan por deshumanizarlo todo y por los que luchamos a favor de la nación la sentencia es válida y aplicable. Lo que nos mide como sociedad misma es que tanto actuamos para mejorar, que tanto hacemos para conseguir el progreso y solo así, hablando con hechos, lograremos sustentar una y mil teorías que tengamos respecto a algo o alguien, antes no. Por ello hablar mal de los que luchamos por la justicia en México, incluyendo el liderazgo de López Obrador, se vuelve algo fatuo que no conduce a nada a nadie y que no tiene relación con la realidad.
Por otra parte no debemos caer nosotros en la exageración de atribuirle más atención de la debida al usurpador, una persona en particular no podemos señalar como responsable del daño a México y en caso de hacer una lista de culpables también nos tocaría entonces aparecer en ella por tolerar tantos atropellos desde tiempo atrás. Pero el asunto no es de buscar culpables, ni nada más balconear a la ultraderecha fascista, es de hacer cosas que empiecen a construir al nuevo México.
Se me ocurre participar en los espacios donde se pueden proponer acciones de resistencia civil, de apoyo a los pobres (que con o sin resistencia siguen siendo pobres), poder llevar a obreros y estudiantes, a la gente del campo información que fluye solo en las ciudades pero que es relevante también para otras personas. Debemos explicarle a la gente con palabras y acciones como es nuestra lucha, que pretende y como conseguiremos llegar a la meta. Cuando demás ciudadanos vayan descubriendo el rostro humano de nuestra lucha no tendrán de otra más que involucrarse o ser indiferentes (y con ello aliarse ciegamente al sistema dominante), por eso hemos apostado desde este espacio a las revoluciones en el campo educativo, espiritual, cultura, económico, científico, etc porque es de ese modo y haciendo nuestra la sugerencia de la cita bíblica, que podremos derrotar el mal...
¿Cómo será? Haciendo el bien, no solo predicándolo. (Ver ejemplo de la lucha digna que hacen día a día los oaxaqueños).
Tu opinión es importante: revolucionesmx@gmail.com
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