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viernes, julio 28, 2006

FECAL Y EL APOYO DE SUS PERDEDORES.

Publicado em el Reforma:

Rafael Segovia.

Las sombras del presente.

Por el momento no hay Presidente y las dudas de que lo habrá dentro de poco se manifiestan con una fuerza sorprendente. La confusión se ha enseñoreado del país e incluso aquellos deseosos de una situación clara, donde sus ambiciones encontraran la manera de darse a conocer abiertamente, se enredan en su propio escepticismo y caen en un rasgo distintivo de los hombres sin partido: el atentismo, que es lo peor que les puede suceder.

Cada día que pasa ven cómo se disuelven sus esperanzas. Quedarse seis años más en la sala de espera no les resulta tolerable, dado que la mayoría de estos hombres no se cuecen al primer hervor. Sus traslados se han convertido en sus peores enemigos, saben que no son personas de fiar, ideológicamente inconsistentes y desde un punto de vista político demasiado transparentes.

Los arribistas están ya desnudos, por haber fracasado su labor celestinesca. Hombres desconocidos empiezan a mostrar las orejas, junto con la caída de la imagen de Felipe Calderón por sus dudas, su falta de propuesta y sus equivocaciones, algunas de ellas mayúsculas, como haber intentado negociar con un hombre tan desacreditado como el presidente del Congreso del Trabajo, o como suspender la gira prometida para enfrentar a Andrés Manuel López Obrador.

Las huidas, el temor de quienes se suponían sus amigos, sus fieles, hombres como el presidente de la República o el presidente de su partido, se encuentran -curiosamente- en España, en la madriguera de Aznar, del Opus y de los legionarios, con y sin mayúscula, grietas de la derecha española y, de aceptar el modelo, lo serán de la derecha mexicana.

Ahí está el Yunque para probarlo.La obligación de un candidato a la Presidencia es imponerse a quienes pretenden actuar por su cuenta. Espino, en el PAN, levantó casi de inmediato el pendón de la independencia, de la suya y de la de su grupo, el Yunque, sin que Calderón tuviera un gesto de protesta.

Aceptó por miedo a perder la elección de manera estrepitosa como algunas encuestas lo anunciaban, cosa aprovechada por el presidente del PAN para ensanchar su campo personal y político, reforzar el tono agresivo y conservador del panismo más reaccionario, lo que no es del gusto de todos los que se sienten cerca del PAN.

No parece ser el tono preferido por el conservadurismo empresarial, que se preocupa poco por no decir nada por las contradicciones doctrinarias: quieren una política conservadora y moderna.

Calderón parece haber elegido ya al personaje clave de su equipo. Josefina Vázquez Mota parece ser la mujer de su elección política: panista con una cierta -no exagerada- tradición católica, que se detiene justo en la frontera de lo mocho; persona de la confianza de Fox, simpatizante de las políticas sociales siempre que no vengan de la izquierda, no tiene el aspecto repelente de las diputadas panistas, que parecen encontrar su marco natural en una kermés de caridad y no en la Cámara de Diputados.

Puede ser una decisión acertada, aunque también es el temor a cometer un error más. La lista de quienes aspiran a un cargo en el gabinete, así no sea más que una cercanía con quien aspira a presidir este país, se alarga día tras día sin concretarse en nada aceptable.

Desde los niños bien extraviados en el mundo político, más preocupados por su imagen que por las ideas, hasta la maestra y el líder sindical, pasando por el campo de escombros donde transcurren días de agobio para lo que queda de los partidos, el terreno político es un páramo donde sólo destaca el triunfo de Televisa, que logró imponer a Gamboa Patrón como jefe -de alguna manera hay que llamarlo- de la bancada priista.

Triste fin de un partido, actor fundamental -quizás el actor más importante- en la fundación del sistema político más sorprendente del siglo pasado.

A nadie se le puede ocurrir comparar al general Calles con Gamboa Patrón o a Álvaro Obregón con Enrique Jackson. Las derrotas, cuando tienen una magnitud casi escalofriante con ribetes ridículos, aparecen, en el acto final, no en el Congreso de la Unión, sino en una carpa de barrio, bajo, por supuesto.

Ateniéndonos a las cifras, el gran, en principio el único perdedor ha sido el PRI, y el segundo es el propio Felipe Calderón. Sus tergiversaciones, la confusión de sus temas y declaraciones, sus dudas, todo en él revela un hombre inseguro, convencido de la debilidad de su cacareada victoria, de su miedo-pánico a los años que vienen.

Acercarse a unos líderes sindicalistas, retratos vivos de la corrupción no rampante sino manifiesta del país, es declarar su temor a la presencia de sindicatos que comparados con los que le aceptan son un ejemplo de honestidad.Legalidad y legitimidad le siguen devorando.

Recuerda en sus declaraciones a los auténticos bandidos que se mueven por todos lados. Acusados de los peores crímenes, contestan: a mí que me los prueben. Podrá decir y dirá: el IFE me declaró vencedor. El problema para Fox, para el PAN y para él, es la duda que planea y parece concretarse precisamente sobre el IFE.

La duda sobre la actuación de este instituto, los juicios más que severos emitidos por hombres de ciencia, investigadores y profesores más allá de los vaivenes políticos, le llevan a encerrarse en la política del silencio, de un aparente desprecio por quienes, a su leal saber y entender, no entienden la historia de la nación y las necesidades de sus clases gobernantes, con las que no se debe siquiera discutir.

Se limitará a hablar con los gobernadores, con los héroes de la jornada como Natividad González Parás, que no perdió más porque no lo tenía. Con ésos sí se va a entender.

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