Lo que todo legislador debiera saber sobre su imagen pero no se atreve a preguntar
POR RAFAEL LUVIANO
Algunos políticos llegan a un cargo de elección popular con todo el apoyo de las más altas cúpulas del poder público o privado, con grandes cantidades, aún en contra de los topes electorales, de recursos como respaldo y una exposición incesante en los tiempos de medios, hasta en horarios de la más alta audiencia o pagando desplegados en los diarios de mayor circulación. Situaciones que hacen dudar, en el mayor de los casos, de que los capitales en juego puedan ser de origen limpio, como ocurrió en las recientes precampañas.
Sobre todo, este caso se ejemplifica con un partido político que a principios de año todavía presentaba varias propuestas. Rostros sin atractivas ofertas aunque pretendiendo jugar a como diera lugar para la presidencia de la República. Esto orilló a que los conversadores de café o en lo oscurito, hablaran de los recursos de los cárteles del narcotráfico. Como que cada una de estas desprestigiadas organizaciones tenía a su prospecto, a su propio gallo: cientos de millones de pesos fueron erogados en medios electrónicos y nunca de dio cuenta cabal de la procedencia de esos caudales. Como que las precampañas todavía no están auditadas y mucho menos reglamentadas.
A final de cuentas, todo fue para el ganador. Dominó quien secuestró a este instituto político para luego perder escandalosamente el 2 de julio. En el pecado llevó la consecuencia de sus siniestras acciones, pues a través de diversos métodos arrasó a todos sus rivales, pisando callos por doquier. En este terrible juego las únicas ganadoras fueron las televisoras, como también lo han sido en las últimas tres campañas presidenciales.
De ahí la necesidad de esa reforma electoral, que requiere necesariamente de reglamentar las precampañas, para evitar que ese poder fáctico-mediático siga en el río revuelto ganando todo: prueba de ello fue su apoyo incondicional al candidato de la derecha. Son cuantiosos los recursos públicos y privados que jamás se sabrá, como con los Amigos de Fox, de dónde salieron.
Sin embargo, este escenario no es el común denominador para quien aspira a un cargo público en el Senado, el Congreso de la Unión o las cámaras locales, como la Asamblea Legislativa del Distrito Federal. Sobre todo pensando que los aspirantes a diputados en nuestro país, son los que menos recursos tienen para estructurar una campaña. En la mayoría de los casos muchos aspirantes tienen que salir poniendo como las aves de corral.
Por tanto, si carecen del capital, por muy buen prospecto que se parezca, mejor ni entrarle al juego electoral, que ahora es de posicionamiento en medios y para ello se requieren relaciones, perfil, recursos humanos, materiales, económicos y una buena oferta que puede estar ligada a una trayectoria, además de construir acertadamente una imagen pública. Claro, hay excepciones. Las más notables se dan cuando uno escucha hablar a un personaje que no puede ni pronunciar su nombre, mucho menos hilar una oración con inteligencia, conocimiento y habilidad; o también suele suceder que a un individuo nadie lo conozca en un distrito y, aún así, gane llegando casi de milagro a una cámara.
Creo que no existe rigor científico en ninguna encuesta, ni una verdad inamovible, aunque se señala una tendencia sobre cómo ve la gente hoy a los diputados en la ciudad de México. Al parecer, inmerecidamente, están en los lugares más bajos de la aceptación popular, pues este espacio debería ser para personajes como Fox, que casi nada hizo en todo un sexenio: sólo enriquecer a la familia, si es que eso cuenta y lanzar discursos como confetis, pero sin ninguna correspondencia con la realidad.
Muchos creen que es mucho lo que se les paga para lo que hacen, es decir, que un diputado se la pasa meciéndose en la hamaca. Pero ante esta percepción equivocada.
¿Cómo mejorar la imagen de un representante popular?
¿Qué ha implicado que su imagen pública se deteriore y poco se haga para evitarlo?
¿Qué se puede hacer para reestructurar esta percepción?
¿Cómo lograr mayor responsabilidad, representatividad y un ejercicio más profesional en el desarrollo de una función de tan alta investidura?
Y esto va para los que estuvimos, a los que están y a aquellos cuyas aspiraciones son las de posicionarse en la preferencia pública de cara al 2009.
Para posicionarse, un legislador, muchos pensarán que tendría que invertir cuantiosos recursos en traer cotidianamente un fotógrafo, un reportero o una eficiente secretaria y un ramillete de edecanes (mejor si son extranjeras), como hace no mucho lo hacía un ex diputado local que trabaja en industrializar basura y explotar pepenadores.
Nada más irreal, pues esto sólo contribuye a distorsionar la imagen que más vendieron los medios durante varias décadas según las necesidades del público. Así, la información de las cámaras era parte de las notas amarillistas que lo mostraban como un espacio de pleitos, insultos, chantajes, golpes e incapacidades. Una versión escandalosa y debilitada del órgano parlamentario.
Asimismo ser diputado o senador oscilaba en la percepción pública entre no trabajar, hacer siesta en las sesiones, crear obstáculos para trabar la función del Ejecutivo. Con individuos ebrios que se orinaban en las calles (esto le pasó a un diputado panista del norte), que golpean y amenazan a la autoridad y no desempeñan adecuadamente en el ejercicio de su responsabilidad. Muchos deben estar concientes que por uno que se involucre en un escándalo mediático, deberían pagar todos. Así es, en el reparto de culpas este fenómeno de la percepción ciudadana.
De esta manera una apreciación que provino de los mismos medios, coludidos con el Ejecutivo, se apoderò de las pantallas, de los monitores y de las páginas impresas, cuyas consecuencias aún no se dimensionan entre la población.
Desafortunadamente en México a través de golpes mediáticos se ha desprestigiado a las cámaras, pues se ha estudiado que el Legislativo puede afectar los factores reales de poder en México, entre otros el capital: no en balde ahora se debate el asunto de los cabilderos, que son personajes que representan esos intereses. Ahora hasta se regula su ingreso y el reglamento interno del Congreso se reforma, para permitir esto. En espera que estos personajes no produzcan los escándalos que se dieron con la British American Tobacco, la cual ejercía un soborno a diputados de la 59 legislatura, según el panista Miguel Ángel Toscano, para evitar que el precio del tabaco subiera para los consumidores.
Por otro lado, para armar una imagen pública, un político requiere un asesor parlamentario que le permita no sólo conocer el protocolo legislativo o los usos y costumbres de una cámara, sino cómo vestir y comportarse en esos ámbitos, además de conjeturar sobre todos los temas, con certero conocimiento de causa.
Más allá de las informaciones generadas en sus comisiones; interpretar adecuadamente el Reglamento Interno de la ASAMBLEA LEGISLATIVA DEL DISTRITO FEDERAL y el Estatuto de Gobierno; además, saber la tendencia informativa del día y aprender a desarrollar una oratoria de corte legislativo; estar al tanto de los sucesos económico-político-sociales que afectan al país y conocer a los principales líderes de opinión, tanto en medios electrónicos, como escritos.
Asimismo, ahora ya existen algunas empresas ex profeso que ofrecen los servicios antes mencionados. Obviamente a un costo elevado, que si el asambleísta está dispuesto y puede pagar redundaría en su éxito profesional y parlamentario. Sin embargo, el legislador, de manera natural cuenta con los medios suficientes para lograr los objetivos que le demanda su actividad como representante popular, que tiene que ver con las actividades que realiza y las propuestas que beneficiar aún a sus representados.
La imagen pública de un diputado, en este tiempo en que la realidad cambia a la velocidad del vértigo, básicamente deberá responder a la necesidad de un cambio, en relación con los viejos estereotipos: ¿Que es lo que se percibe pretende la gente, de quienes llevaron a un puñado de hombres y mujeres al triunfo en las urnas? Las variaciones de imagen indudablemente estarán ligadas a su comportamiento político: de ahí que los escándalos, las declaraciones mal hechas, los pleitos en una cámara, las alianzas que pueda convenir o no y el abandono del discurso retórico para centrarse en acciones concretas una vez que se está en el encargo, que la gestión camine o se atrase son fundamentales para hacer crecer o minar una figura pública.
Es visible que algunos legisladores conocen los códigos y en particular el lenguaje de cada medio de comunicación. Algunos porque están entrenados para ello, otros porque han ido aprendiendo en la práctica: acaso las diversas ocasiones en que han estado en el trapecio, recorriendo las cámaras, les han permitido adiestrarse a base de aciertos y errores. Es así como muchos han ido aprendiendo, en detrimento de los primerizos. Otros pueden tener como origen haber estudiado la carrera de comunicadores, periodistas, sociólogos o carreras afines que les permiten sentirse más en su ambiente para poder crear una imagen. A veces de manera casi instintiva y otras con un gran conocimiento de causa.
Tal vez por esto algunos legisladores se desenvuelven con gran naturalidad entre flashes y reflectores, con un agudo oficio mediático y con notable habilidad, utilizando las ventanas electrónicas e impresas para cuestionar las políticas de los opositores o descalificar a los políticos hostiles a su ideología.
Un político contemporáneo, con excepción de los que provienen del pleistoceno reconocen la importancia del marketing político, la imagen pública y la videocracia. Lo contrario es delatar improvisación y pobre conocimiento de los vehículos modernos como medios de comunicación. Un común denominador entre varios políticos es el empleo de Internet como medio propagandístico, aunque algunos, de manera sorprendente, se nieguen a modernizarse, como le ocurría a la diputada Villavicencio de la III Legislatura, a quien, a pesar de un encargo de alto rango, no se le podía enviar un mail, por carecer de dirección electrónica. Los que sí lo hagan, deben exhibir una disposición por escuchar y atender al usuario, al ciudadano Web.
En otro orden de ideas, La ASAMBLEA LEGISLATIVA DEL DISTRITO FEDERAL cumple 18 años desde su instalación. Todos los que llegamos aquí lo hicimos con amplias expectativas y con múltiples ideas, mediante las cuales aspirábamos a representar a la ciudadanía en la compleja labor de buscar respuesta a los dilemas de los habitantes de esta ciudad.
La ALDF ha producido decenas y decenas de leyes durante estos años. Gran parte de los diputados trabaja intensamente estudiando las iniciativas legislativas y, además, tratando de dar respuesta a diversas situaciones que se generan en sus diferentes distritos, cuarenta locales, para ser exactos.
Sin embargo, en general, sentimos que los logros están muy por debajo de lo que todos quisiéramos y creemos posible. De ahí la necesidad de crear un Congreso Local, con todas sus atribuciones, sin ninguna limitación.
Es frecuente entre nosotros la sensación de impotencia para incorporar una idea o para responder a una necesidad planteada por la realidad. No es fácil ser diputado. No sólo es difícil obtener logros legislativos o distritales, sino que también afectan fuertemente el descrédito que caracteriza a la política, la pérdida de confianza en quienes se dedican a ella y, especialmente, la distancia de los jóvenes o de aquellos que ven a un legislador con desprecio o como alguien virtualmente inalcanzable.
Entre los asambleístas hay mujeres y hombres con grandes capacidades, con fuerte sentido de la responsabilidad, con sólidos valores, en fin, con virtudes cívicas indiscutibles. El deterioro de la imagen pública del papel de los parlamentarios no se debe a que sean flojos, incapaces, abusadores o corruptos.
El problema es más profundo y tiene que ver con el retraso de la política respecto de la sociedad contemporánea.
Se han producido transformaciones en el carácter de nuestra economía, en los estilos de vida de las personas y en el papel de los medios de comunicación social. El retraso de la política no es irreversible ni fatal, podemos revertir la tendencia. Si nada hacemos, la vida política corre el riesgo de verse cada vez más rechazada por la opinión de la gente. Y esto no es trivial, pues la cosa publica no puede realizarse sin la mediación de la política.
Requerimos de un país donde las instituciones del Estado no humillen a las personas y, por el contrario, la respeten y favorezcan su desarrollo. Un país donde el poder del dinero no construya el reino de los privilegios y la omnipotencia y, desde ese plano, replantearnos la búsqueda de respuestas a los problemas que el ciudadano vive cotidianamente en las calles.
Comento: Pues para empezar, ya van a tener suficiente chamba con las iniciativas de Ley que va a mandar nuestro presidente legítimo Andrés Manuel Lopez Obrador a ambas cámaras. Si ustedes señores legisladores, se ponen las pilas, pueden pasar a la historia como verdaderos patriotas. Allí está su oportunidad de ser verdaderamente útiles al pueblo que dizque los eligió.
/tr> |
miércoles, noviembre 22, 2006
ÓRALE MIS LEVANTADEDOS, AHÍ LES HABLAN.
Publicadas por Armando Garcia Medina a la/s 10:44 p.m.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario