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martes, octubre 24, 2006

EL MILENIO Y SU CATÁSTROFE.

El Affaire Arreola.

El incidente que protagonizaron por un lado Federico Arreola, exdirector general de Milenio Diario y promotor financiero de la candidatura de Andrés Manuel López Obrador, y por otro, Carlos Marín, quien sucedió a aquél en ese cargo en el citado periódico, tiene varias interpretaciones.
El incidente consistió en que el señor Marín resolvió cesar la publicación de la columna del señor Arreola sin dar explicaciones, pero éste señaló que se le había censurado porque en su texto criticaba la política editorial del periódico. Si ese es el caso, La reacción del señor Marín, si bien es explicable, no es justificable.
Los medios de difusión no pueden darse el lujo, hoy, de impedir críticas a su política editorial en sus espacios --páginas o tiempos si se trata de radio y televisión--, pues ello es un indicador de incongruencia que ocasiona un costo a cualquier empresa, el de la pérdida de su credibilidad.
Acerca del incidente que nos ocupa, este tiene connotaciones de conflicto personal entre los señores Arreola y Marín y, por ese carácter, se nos ofrece al público como un episodio no exento de frivolidad al que se le quiere otorgar trascendencia preceptiva. No hay tal.
El señor Arreola criticaba constantemente su sucesor. Este, obviamente, se sentía irritado por ello. La sombra del ex director pesaba mucho sobre la del director, quien se sentía sometido a escrutinio por alguien a quien consideraba ya sin autoridad jerárquica como escrutinizador.
Empero, el hecho mismo de la suspensión mueve a sospecha de censura, la cual es una práctica muy extendida en la cultura de los medios de difusión en México. Estos actúan caprichosamente en cuanto a reconocer la pluralidad de opiniones, réplicas y contrarréplicas.
Por supuesto que no le estamos diciendo a las empresas de los medios difusores cómo diseñar y aplicar sus políticas editoriales, pero mucho contribuiría a reducir la frustración social si los medios difusores fueren todos abiertos a recoger y trasmitir al público la pluralidad ideológica y política en México.
La moraleja de este incidente es la de que los asuntos internos de un medio difusor --pugna de poder, en el asunto que involucra a los señores Arreola y Marín- que se resuelven vulnerando un principio, el de disentir e inclusive criticar, tienen un efecto catastrófico para la empresa cuando son conocidos en el exterior.

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