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lunes, septiembre 11, 2006

¡FICHOTA!

¡Órale! Dejaron nuevo al Emilitito.

Normalmente no hago comerciales de La Hora del Pueblo, pero me acabo de encontrar con una Fichita que es fichota o fichititititita, según se le quiera ver.
Pues qué les cuento que mejor me la traje...
Que la disfruten.


FICHITAS: EMILIO AZCARRAGA III, TODO LO QUE TOCA SE PUDRE: MUJERES, NEGOCIOS, PAISES

El sello distintivo de Emilio Azcárraga III, nieto del fundador de Televisa e hijo del Tigre que la convirtió en la televisora de habla hispana más importante del mundo, es la frivolidad: como no es muy listo, ve las cosas siempre por encima y todo lo que toca termina por destruirlo.

Tres ejemplos: su primera esposa, Alejandra de Cima, enfermó de cáncer durante su breve matrimonio con él; a Televisa la tiene hoy sumergida en la peor crisis de credibilidad de su historia, y a México lo ha llevado al borde del abismo por su falta de responsabilidad, o de tamaños, ¿verdad?, para manejar un juguete que nunca debió tener en sus inexpertas manos.

En realidad nuestras fichitas acerca de los levantacejas de Televisa que dieron el golpe de Estado del 6 de julio de 2006 debieron haber comenzado con ésta, la de Emilitititito, el principal responsable de la ceguera social que padece hoy en día el Canal de las Estrellas... y de las barras estupefacientes.

Sólo 29 años tenía Emilititittito cuando, a mediados del sexenio de Zedillo, tras la muerte del Tigre, heredó el control y la dirección de la máxima fábrica de estupideces de Iberoamérica. El país atravesaba lo que parecía ser la fase terminal del anciano régimen priísta, en medio de una tremenda crisis económica (la de la devalución de 1994 que produjo la quiebra de miles de empresas en 1995 y la estafa del Fobaproa que nunca terminaremos los mexicanos de pagar), el agotamiento del modelo de control político del PRI marcaba la necesidad de emprender una transición democrática hacia un nuevo régimen.

En Televisa había signos de apertura: Ricardo Rocha, en su programa Para gente grande, estaba desarrollando una televisión de verdad crítica, mientras la voz somnífera, el rostro de hot-cake crudo y la nula creatividad de Guillermo Ortega Ruiz mataban de aburrimiento al auditorio del noticiero nocturno. Era el momento de emprender un cambio espectacular.

Pero Émilitititito, corto de luces como ha sido siempre, achatado por la intensa personalidad de su padre, a quien le gustaban las mujeres, el trago, las aventuras y la buena vida, sólo vio el aspecto más superficial del problema: Televisa le debía mil millones de dólares en impuestos al gobierno de Zedillo y su primera gran tarea al frente del consorcio fue decirle no a esa droga.

¿Cómo lo hizo? Simbólicamente se bajó los calzones y le dijo al dizque "presidente" ese: te doy lo que quieras a cambio de que me condones. Zedillo aceptó. Y ambos acordaron que el pago de los mil watermellons se haría en especie, esto es, en spots promocionales del gobierno federal por cortesía de la casa. Pero Zedillo pidió algo más: la cabeza de Ricardo Rocha y el fin de los programas críticos al régimen que se estaba cayendo en pedazos... ya desde entonces.

A pesar del éxito de sus extraordinarios reportajes sobre las comunidades zapatistas de los Altos de Chiapas, antes y después de la matanza de Acteal (diciembre de 1997), Rocha salió de Televisa al año siguiente y el "cambio" (jajaja) se convirtió en un simple reality-show a cargo de Joaquín López Dóriga, que tenía el noticiero matutino, al que lasmbisconamente bautizó como "Chapultepec 18, la dirección correcta", y era su plataforma de lanzamiento para derrocar a Ortega Ruiz y quedarse con el noticiero nocturno.

Resuelto el tema de la deuda y vuelto a la política de sumisión ante el gobierno, que había sido la divisa de su abuelo y de su padre, Emilitititito abordó otros temas y entre ellos privilegió el de su soltería. Tenía ya más de 30 años de edad y en una televisora que promueve esencialmente los valores familiares, el jefe máximo no podía seguir siendo un quedado. Tenía que casarse, pues, sí o sí, de una forma o de otra. Pero ya.

Y se consiguió una dulce y hermosa mazatleca, una digna representante de las bellas mujeres del puerto patasalada, una rica heredera de las familias de la costera Olas Altas: Alejandra de Cima, hija de los dueños del tradicional y prestigioso hotel De Cima.

Los rumores que circulaban en el puerto hacia finales de 1999, principios de 2000, señalaban que aquello había sido un acuerdo económico, que no era obra del amor el asunto sino de intereses y de negocios. Lo cierto es que Mazatlán comenzó a aparecer a cada rato en los noticieros de Televisa y el matrimonio Azcárraga-De Cima a posar para todas las revistas a colores del jet set, mientras la gente bonita de la sociedad porteña, en el Frogs y alrededor de las albercas del Pueblo Bonito, chismorreaba que la pareja se estaba desintegrando, que no se querían, que ni siquiera dormían juntos.

Luego llegaron noticias más tristes: Alejandra enfermó de cáncer, pidió el divorcio, consiguió una jugosísima indemnización conyugal y prometió invertirla en una fundación de lucha contra el mal que la estaba matando, un compromiso que a la postre, por fortuna, cumplió con dignidad una vez que quedó curada.

La siguiente etapa de la telenovelesca vida de Emilitititititito lo proyecta de lleno, otra vez, al mundo de los negocios durante el sexenio de Fox: el esposo de Marta deroga el decreto mediante el cual las televisoras debían darle 12.5 por ciento de su tiempo al gobierno federal; Televisa se beneficia de las leyes electorales y de la coyuntura política que obliga a los partidos a gastar en espots casi todos los millones que le da el IFE; recibe de Santiago Creel permisos a granel para abrir casinos y centros de apuestas; manipula y obtiene de parte de Fox y del Congreso la aprobación de la Ley de Radio y Televisión que traerá consigo peligrosísimos desequilibrios para el país y, finalmente, en pago de tantos favores y hambriento de más y más ganancias impunes, se incorpora al complot contra López Obrador.

Televisa es el eje del linchamiento mediático para el desafuero y, cuando éste falla, en una pieza clave para ocultar el fraude electoral y dar el golpe de Estado mediático que inventa la "victoria" de Felipe del Sagrado Corazón de Jesús.

Cuando el 8 de julio estallaron las protestas populares contra la imposición de Fecal, la gente destrozó en el Zócalo un camión de equipo de Televisa y desde entonces no ha habido día en que de alguna manera la gente no exprese su repudio a la empresa de Emilititititititititito, caída como decíamos arriba en su peor crisis de credibilidad.

Así que después de destruir a su primera mujer y despedazar la tímida confianza que el gran público había empezado a tenerle a su empresa, a Emilititititititititito nada más le falta reducir a escombros, o contribuir a que se hunda bajo un lago de sangre el país.

Anoche, mientras sus noticieros no informaban del discurso de López Obrador en el Zócalo, donde denunció que la derecha hizo el fraude pero le dejó el paquete de contener el descontento social, tarea que el Peje asumió y llevó a cabo con altísimo grado de responsabilidad, Emilitititititititititito se llenaba la boca de palomitas de maíz y se retorcía a carcajadas con los pésimos chistes de René Franco, un desgraciado aprendiz de cómico que imitaba supuestamente a Andrés Manuel.

Emilitititititititito confirma de esta frívola manera que quiere, que exige la más brutal y feroz represión para poder seguir entreteniéndonos con repeticiones del Chavo del Ocho. Lo que no sabe es que por su altísima complicidad con el golpe de Estado que los mexicanos estamos sufriendo, el pueblo no dejará de pasarle la factura todos los días, hasta hacerlo salir del error en que vive, creyendo que es lo más parecido a Dios, un dios maligno, perverso y cruel, que todo lo que toca lo pudre...

(Original de Musarión)


Está fuerte... ora que le avisen, se va a atragantar con sus palomitas.

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