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miércoles, julio 26, 2006

UNA JALADA JURÍDICA: "EMPATE TÉCNICO"

Elecciones en México... el día después.

Fernando Montiel T.
Rebelión

Niebla.
La atención total está centrada en un punto, en un momento, en un elemento. Del segundo siguiente nadie tiene certeza alguna. Imágenes difusas aparecen, consecuencias naturales todas, de ideas igualmente confusas, inacabadas, etéreas. Los miedos y las esperanzas de todos, en uno u otro sentido son el material con el que se construyen estos futuros tan inciertos.

¿Qué punto es ese? ¿De qué momento estamos hablando? ¿Cuál es tan misterioso elemento? La resolución del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), árbitro último de la contienda en la que nuevamente, tras el sueño de 1988 y el respiro de 1994, el corazón de la izquierda volvió a latir en Tenochtitlán, centro del antiguo Imperio Azteca.

¿Imágenes difusas? ¿De qué? De lágrimas de alegría, de rabia contenida, de miedo, de incertidumbre, de inestabilidad... ¿de violencia?. ¿Y las ideas de dónde emanan esas imágenes? Son pocas y obscuras la mayoría de ellas. Nadie sabe nada. Lo que va a ocurrir después del momento cumbre que tiene en vilo el alma de millones es algo que pareciera estar fuera de toda racionalización. Saltan posiciones maniqueas, infantiles, que blanden argumentos de victoria y revancha, de venganza, derrota y triunfalismo. La explosión del momento mismo en que se dé a conocer la decisión es tan brillante que ciega respecto a lo que ocurrirá después. ¿Hay un día después? La pregunta flota en el aire y busca el consuelo de su respuesta.

La visión política de las élites y las masas en México parecen estar concentradas tan solo en un factor: qué va a decir y a decidir el TEPJF. ¿Felipe Calderón? ¿Apertura de urnas? ¿Nulidad del proceso?. Como ya muchos han señalado, independientemente del resultado habrá inconformidad... ¿violencia? “Ingobernabilidad” es el pulcro término que prefieren políticos, politólogos y comentaristas. Violencia e ingobernabilidad no son sinónimos, cierto, pero son primos cercanos... tal vez demasiado cercanos. Inconsolable, la pregunta ahora como un ruego exige una respuesta: ¿Hay un día después?

“Sí” o “No” denotarían rigidez intelectual. “Tal vez” sería una señal de pereza y mediocridad. “No lo sé” lo sería de incapacidad. ¿Son todas las opciones?. Dicen que sólo un filósofo o un tonto respondería a una pregunta con otra pregunta. El criterio de identidad es, naturalmente, la pertinencia y sensatez de la pregunta-respuesta. ¿Profundiza o esquiva el problema? ¿Invita a la reflexión o a la respuesta mecánica?, ¿es útil o inútil para los fines que se persiguen?. Una pregunta-respuesta del tipo “¿Cómo sería ese día después?” arroja luces de esperanza. La madeja se empieza a desenredar. Salimos de la niebla y encauzamos la reflexión. Políticos-filósofos o filósofos políticos. No importa el autor. La pregunta nos permite dos certezas: los tontos son incapaces de ver las consecuencias de sus actos más allá del día en que viven; y es posible hacer algo para tener el futuro deseado, útil, profundizando en el problema, reflexionando, con pertinencia y sensatez y evitando la rigidez, la pereza, la incapacidad y la mediocridad.

Noche
Que si hay un día después no queda duda ya. La pregunta, gracias a su respuesta, evoluciona, se transforma, se replantea: ¿Es un día que nos gustaría vivir?.

Pocas cosas nuevas pueden argumentarse en tres sentidos muy concretos: el triunfo de Felipe Calderón del Partido Acción Nacional (PAN) sería el infierno para los simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador, abanderado del Partido de la Revolución Democrática (PRD) en particular y de la “Coalición por el Bien de Todos” en General. En efecto espejo, la decisión del TEPJF de abrir las urnas para contar voto por voto y casilla por casilla como exigen López Obrador y sus simpatizantes sería el caldero en el que herviría la tríada PAN-candidato-simpatizantes. Son escenarios apocalípticos en uno u otro sentido. Concentrados como están en el momento en que el TEPJF dé su veredicto, poca energía se ha utilizado en cualquiera de los dos bandos en pugna para explorar sus posibilidades reales de éxito como gobierno.

“Ten cuidado con lo que deseas porque lo puedes conseguir” es lo que sugiere la sabiduría popular. ¿De verdad sabrán en lo que se meten Calderón, López Obrador o sus simpatizantes al buscar “ganar” bajo las condiciones actuales? ¿Será posible que no se les haya ocurrido que el momento del triunfo y la euforia pueden no alcanzar para mantener en el poder al nuevo presidente los seis años que dura su gestión? ¿Qué de verdad es tan difícil ver que el país les va a explotar con estos márgenes de “legitimidad”? ¿Son ciegos? ¿tontos? ¿perversos?

Confirmar el “triunfo” de Calderón o recontar los votos y declarar ganador a López Obrador tendría un resultado simétrico: Catorce millones de votantes en la izquierda esperarían el llamado a la resistencia civil en el primer caso y catorce millones de votantes en la derecha esperarían lo mismo con el triunfo de López Obrador. No importa de dónde sea la resistencia. Ni uno solo de los dos grupos está capacitado en acciones de resistencia civil pacífica (una cosa es marchar pacíficamente y otra resistirse pacíficamente que va mucho más allá).

No se les puede culpar, legítimamente, a nivel de masas, los simpatizantes de ambos bandos tienen la certeza de haber triunfado. En uno u otro sentido, el triunfo de alguno de los dos provocaría en el contrario sensaciones de engaño, frustración, furia. Pacífica sin duda puede ser la voluntad de resistirse pero: ¿saben de verdad hacerlo? ¿conocen las condiciones del éxito de la resistencia no-violenta? ¿de verdad las conocen o sólo creen conocerlas? Soplarían vientos de ingobernabilidad, la falta de pericia y la prisa puede conducir el proceso a espirales de las que después puede ser difícil salir o controlar. Basta una chispa... ¿de violencia?.

Son los dos peores escenarios. El triunfo inmediato y a rajatabla de alguno de los dos contendientes sería interpretado como una declaración de guerra. El triunfalismo de los unos lastimaría como sal en las herida de los otros. El dolor sería intenso pues no es lo mismo ser derrotado desde el principio, que sentir que se ganó y que luego el triunfo les fue arrebatado. Nuevamente, ambos grupos sienten, creen, legítimamente que el triunfo les pertenece. Andan como desollados diría Octavio Paz.

Una tercera opción, que suena mucho y fuerte, no es necesariamente mejor: nulificación del proceso electoral. Por irregularidades, por incapacidad para definir un ganador, por “conveniencia” política, por desesperación... por la razón que sea. El mensaje sería contundente: El Instituto Federal Electoral (IFE) fue incompetente para conducir unas elecciones medianamente aceptables. Es descalificado. Los votos por uno u otro partido, por uno u otro contendiente fueron inútiles al no conseguir un posicionamiento claro de su opción: son descalificados con sus candidatos, partidos y coaliciones. El dinero utilizado para publicidad en medios de comunicación, recursos humanos y materiales sirvió solamente para engordar las arcas de unos cuantos. No prestó el más mínimo servicio a la sociedad, al proceso o a la democracia. Un desperdicio. Nadie gana. Todos pierden todo menos los señores del dinero. Y al final, solamente queda el hartazgo, el asco, el fastidio, el cansancio y la incertidumbre. Estamos en el principio pero varios escalones más abajo, al borde del precipico... ¿cerca de la violencia?

¿Apertura parcial de urnas? Un placebo ¿o nocebo?. No haría más que retrazar lo inevitable dejando medianamente descontentos a los dos contendientes. Es una suerte de compromiso en el que lo único que compartirían las partes sería la insatisfacción compartida por una decisión tibia sobre el presente y que no promete nada en el futuro. Como sea, algún resultado tendría que arrojar el recuento de los votos y entonces regresaríamos ahí en donde vive Cancerbero, en la entrada del infierno, una vuelta a las tres disyuntivas sobre la mesa. Esta opción no es más que una evasiva que endosa la tensión al día de mañana... otra vez: ¿es un día que nos gustaría vivir? La tensión acumulada estallaría una vez que acorralado, el Tribunal se decida por uno de los caminos bosquejados. ¿La falta de creatividad conduce a la violencia? Tal vez no siempre, pero esta puede ser una excepción. Es como caminar de noche, entre la niebla y al borde de un risco.

¿Día?
Se necesita una brújula. Eduardo Galeano lo sintetiza poéticamente: para eso sirven las utopías, para caminar. ¿Una brújula como utopía? Puede ser. ¿Cuál es la luz que podría orientar nuestros pasos, para cruzar la niebla, a través de la noche y hacia el amanecer político-electoral salvando el risco y su violencia intrínseca? Propuestas. Una, dos o tres. Todos estamos en el mismo lugar, cada quien puede tener una brújula que le conduzca, más o menos en la misma dirección. Convergencia por sensatez.

Si los hechos son inéditos, los conflictos lo son también, e iguales deberían ser las soluciones. Creatividad es la clave, mucha o poca, no importa, creatividad con los dos pies en la tierra. El Tribunal Electoral podría declarar un empate técnico. Los votantes de Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador sentirían que sus votos han servido de algo: no fueron descalificados a rajatabla como ocurriría en un proceso de anulación y habrían conseguido un pase a un segundo momento. Están en la batalla, el esfuerzo tuvo su recompensa. Pero, ¿un segundo momento? Sí.

La brújula indicaría que el segundo tramo del camino consiste en una nueva elección: La primera segunda vuelta en la historia de México. Inédito el problema, inédita la solución. ¿Qué no existe la figura en el Código Electoral? Se puede crear, no estamos hablando de los diez mandamientos de Moisés escritos por dios sino de una ley humana, derivada, que puede ser modificada. El momento se puede negociar. ¿Un año? ¿Dos? ¿Seis meses?. ¿Es difícil? Corto y ancho es el camino al infierno. ¿Qué costaría mucho? ¿Cuánto vale la estabilidad del país y su gobierno? ¿Mientras tanto? ¿Un interinato? ¿Por qué no?. ¿Es esto peor que alguna de las cuatro alternativas reseñadas?

La alternativas que vendrían con una segunda vuelta no son pocas ni desdeñables: los partidos tendrían la oportunidad de allegarse de la legitimidad que endosarían los votantes de las fuerzas políticas que fueron eliminadas en la primera ronda; el IFE conseguiría la oportunidad de re-legitimar su actuación convocando a una observación electoral nacional e internacional masiva, antes, durante y después en todos los aspectos técnicos del proceso, para garantizar, ahora sí, la transparencia y la certidumbre; el gobierno ganaría la oportunidad de articular incipientemente, en los hechos, lo que sería el comienzo de una reforma electoral profunda.

Pero lo más importante: la sociedad podría aprovechar el periodo inter-electoral para tejer diálogos horizontales y verticales.¿Por qué diálogos? Porque el fantasma de la violencia solamente desaparecerá con el crecimiento del diálogo y la despolarización, en todos los niveles, entre la mayor cantidad de actores posibles. Hoy los diálogos son solamente verticales y horizontalmente lo único que se tiene son monólogos. Diálogos de sordos.

La visión es limitada al momento de la decisión del TEPJF; sobre lo que vendrá después no hay nada. Junto con el empate, el interinato y la segunda vuelta se podrían tejer mesas ciudadanas de discusión, debate y consenso con participantes de diferentes fuerzas políticas, organizadas por institutos políticos, académicos, ciudadanos y religiosos entre otros, que pueden contribuir a desescalar el conflicto.

Hoy este diálogo es casi nulo; y así, la reconciliación casi imposible. ¿Los temas? gobernabilidad democrática, optimización de campañas electorales, desarrollo de plataformas heterodoxas de gobierno, continuidad política más allá de las banderas políticas (políticas de Estado), reconciliación política y colaboración inter-partidista, el papel de los medios de comunicación en las contiendas electorales, leyes respectivas, etc.

Habrá un país el día después –o al menos se da por sentado que esa es la voluntad de la mayoría de los mexicanos-, cómo será ese país es algo que todavía podemos definir. Dicen por ahí ¿cuándo construyó Noé el Arca? Antes del diluvio, no antes, no después. No todo lo que hay es lo que vemos en la niebla –la niebla misma-, de la noche solamente se puede salir caminando, la pasividad haría la noche eterna y pasos equivocado nos podrían llevar al risco. Recordemos: ancho y corto es el camino al infierno. ¿Salidas fáciles merecen tal nombre? Creatividad es la brújula que utilizamos para caminar, y podemos caminar en la noche con una, dos o tres, brújulas; cada una nos puede llevar a caminos diferentes, pero no importa, siempre que al final la meta sea la que todos desean: un amanecer.
fernando.montiel.t@gmail.com

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