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domingo, julio 09, 2006

LAS ELECCIONES EN MEXICO Y LOS LIMITES DE LA MODERNIZACION.

Por: Juan Francisco Coloane (especial para ARGENPRESS.info) (Fecha publicación:09/07/2006)

La reciente elección presidencial en México, con un resultado sometido a un proceso jurídico-institucional, coloca en tela de juicio una vez más la fisonomía del espacio político bajo las condiciones económicas actuales en el estado liberal. La estrechez del resultado electoral, la tecnología en los procedimientos, o el uso de mayor o menor corrupción para mantenerse en el poder, impide ver algo más subyacente y profundo. Esto tiene que ver con la sustentación política de la modernización económica, entendida esta por: la privatización acelerada, la desregulación desmedida del rol del estado, y la apertura unilateral de los mercados.

De un sopetón, en los años 80, se le asesta un golpe a un tipo de estado que no ofrece respuesta política más allá de las recomendaciones de organismos internacionales de ajustar las economías con un rostro humano, del funcionamiento de democracias representativas al borde de la ilegitimidad, o directamente transformadas en gobiernos autoritarios de elite.

En el caso mexicano, a partir de la “caída” del Partido Revolucionario Institucional (PRI), en el año 2000 a manos del Partido de Acción Nacional(PAN), se abría ese espacio de ejercitar el liberalismo en política, que según sus críticos, el PRI no habría permitido durante los 70 años de su permanencia al poder. De acuerdo a la perspectiva liberal más clásica, en México, por 70 años bajo el comando del PRI, no había ni libertad económica ni libertad política. El sistema unipartidista impuesto por el PRI con mucha habilidad política, se sostenía sobre la base de una cultura política que quebró la “rígida estratificación de clases (aristocrática, criolla, militar y religiosa) que se prolongaba desde los tiempos coloniales, y que subordinó fuerzas sociales, antes autónomas, a la institución política gobernante permitiéndole encarar con eficacia la modernización a mediados del siglo XX.” (Zamitz, en Orozco/Dávila.Gedisa.2001).

¿Alguien esperaba que esta elección pudiera haber tenido un desenlace inmediato diferente? Claramente que no. La expectativa de que venciera Andrés López Obrador, el candidato del partido de la revolución democrática,(PRD) aunque hubiera sido por un voto era desmedida. Aún situando el análisis en una evaluación extremadamente negativa de la administración de Vicente Fox, era imposible que triunfara el candidato el PRD sin el apoyo de los sectores descolgados del partido revolucionario institucional (PRI), y de la izquierda dispersa.

El mítico centro político construido en las últimas dos décadas, se lo acaparaba el partido de acción nacional (PAN) del Gobierno. Al mismo tiempo, una buena parte del PRI, con una postura que no le acomoda a su raíz histórica, pero todavía con más del 20 por ciento, comienza su puesta a punto para dar el manotazo.

Existe un segundo factor divulgado antes de la elección, de por qué no podría ganar el PRD. En un régimen presidencialista en exceso, tanto los partidarios del PRD, como los del PRI, sabían mejor que nadie que con la mayor parte de la maquinaria del gobierno operando en favor del candidato del PAN, el prospecto de una victoria del PRD se hacía muy inviable.

Ajuste económico y vacío político.
Definitivamente, el ajuste económico de los 80, que es el instrumento de la modernización en las economías, al cumplir dos décadas de implementación, no ha podido generar un sistema político que absorba con eficacia y eficiencia la rectificación social (y de distribución de poder) en un proceso económico devastador en dos planos: el social y el político.

Desde las Filipinas de los recordados Marcos y Aquino, a la Ghana del capitán Rawlings, pasando por los EEUU del período de Reagan, el Reino Unido de la época de Tatcher, hasta el México de De la Madrid y Salinas de Gortari, sumando a ellos el insular Chile, de Pinochet y los gobiernos de la Concertación, por colocar casos más emblemáticos, el ajuste se imponía bajo regímenes con el sello autoritario detrás.

México ha sido el país fundacional en la implementación de los ajustes estructurales de los años 80. Se ha instalado la creencia de que Chile es la bandera mayor de la aplicación de ese ajuste, en virtud de que el “experimento principal del ajuste”, si se le puede llamar así, estuvo durante el Gobierno de Miguel de la Madrid (1982-1988). Después, la liberalización económica más agresiva, la produjo Salinas de Gortari. Así se cumple el dicho de que “los reformistas del régimen no sólo debían estar dentro de él, sino que también dentro del poder”. ( Zamitz; ibid)

En los años 90, México opta por disminuir su oposición a los EEUU y comienza la senda de los tratados de libre comercio que era la estrategia global adoptada en la administración de George Bush, padre, bajo la égida del Western Hemisphere Free Trade Area, dentro de la American Enterprise Initiative; o: Area de libre comercio para el hemisferio occidental dentro de la Iniciativa empresarial para las Américas. Así surge el Acuerdo de Libre Comercio para Norte América o NAFTA, como primer paso, fundándose la primera generación de acuerdos de libre comercio, que es un “modelo” para la prolongación más ambiciosa de los ajustes de las economías.

Existe una reticencia en muchos círculos de divulgación, para reconocer los acuerdos de libre comercio como el marco de un ajuste permanente de las economías. Con los sucesivos gobiernos del PRI, en los años 90 hasta su caída con el triunfo de Vicente Fox en el año 2000, el clima de transformación sociocultural provocado por la liberalización económica, deriva en un problema de opción más radical: pasar de ser un país latinoamericano a uno norteamericano; o puesto en forma menos drástica: integrar la norteamericaneidad de los EEUU, dentro de la compleja identidad mexicana.

Todo esto ocurre en un plano dual, en el cual el carril económico corre a una velocidad mayor que el político y por qué no, que el cultural. México no encuentra el sistema político correspondiente, el que dé una respuesta a esa agresividad en el plano de la economía. EEUU por otra parte, al acelerar estos procesos, produce en su circuito más próximo, una herida que le revierte como propia (problemas de fronteras e inmigración desde el sur) y la cual no ha podido absorber en el marco de su sistema expansivo.

Surge el Movimento Zapatista como una respuesta al ajuste económico. Al mismo tiempo, la ruptura del PRI y la formación del PRD se transforma en una cumbre en la fractura política de México, porque neo conservadores como el PAN siempre los hubo. En México, se estaría dando por los múltiples pliegues en su identidad, una situación en que el espacio de la nación-pueblo moderna, nunca se da en forma simplemente horizontal. No hay una equivalencia lineal, entre el acontecimiento duro formado por la economía y la estrategia de supervivencia, con la idea y necesidad de formar un sistema político correspondiente. No se daría esa equivalencia lineal, entre el sistema económico implantado bruscamente en México, y la idea de política que aún no surge de una sociedad, entendida como un lugar de engranajes más completos y no circunscrito a las elites. La respuesta política al ajuste económico desde la perspectiva de un estado liberal, es esquiva, y México es un ejemplo explosivo. La votación de Felipe Calderón por un porcentaje inferior al 40%, no contribuye a legitimar el sistema económico, e indica una vez más, que el ajuste se ha podido llevar a cabo bajo regímenes políticos definidos como autoritarios, dictatoriales, o democracias de elite.

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