La palabra "desengaño" es definida de la siguiente manera por el diccionario de la Real Academia de la lengua española:
desengaño.
1. m. Conocimiento de la verdad, con que se sale del engaño o error en que se estaba.
Tomen esto en cuenta por que hoy en el Reforma aparece una columna en la que, si nos fijamos en el uso de la palabra, indica que se está acusando al operativo Tony Tijuana de ser un ENGAÑO. Y considerando que este operativo es igual que se ha hecho en otros estados, tenemos entonces que los operativos del ESPURIO han sido eso: un ENGAÑO.
Aquí la columna:
Sergio Aguayo Quezada
El desengaño
Hace cinco semanas el gobierno federal desplegó a miles de soldados y policías en Tijuana. Decidieron enfrentar al crimen organizado disputándole el control del territorio. La apuesta fue grande y los riesgos empiezan a aparecer en la medida en la que se hace evidente la falta de resultados.
Presidente débil y Estado anoréxico. La ecuación captura la esencia del sexenio pasado en asuntos de seguridad. Se trata de un problema mayúsculo porque al menos el 22 por ciento de la población y 40 por ciento del territorio fueron dejados a merced del crimen organizado; la sociedad se defendió con silencios, evasiones y soluciones individuales. Los secuestros, los asaltos a mano armada y las ejecuciones hicieron insoportable la existencia e imposible la indiferencia. Y en ciudades como Tijuana se desataron las protestas.
Jesús Alberto Capella es un hombre joven y claridoso que tomó la riesgosa opción de combatir a los sicarios y a quienes los arropan o patrocinan desde los diferentes niveles de gobierno. Como presidente del Consejo Ciudadano de Seguridad Pública de Baja California, Capella ha movilizado a la sociedad y organizado marchas por el territorio y publicado desplegados; "lo único que me falta es encuerarme enfrente del palacio de gobierno en Mexicali o en el Zócalo", dice.
Cuando la Federación envió la tropa a Michoacán, Capella provocó un alboroto al exigir públicamente que Los Pinos ordenara el despliegue de militares en Baja. Y en medio del estruendo de las trompetas y las panderetas de una legión de comunicadores gubernamentales nació, el 2 de enero, la "Operación Tijuana"; desde el gabinete se informó que a esa ciudad llegarían 3 mil soldados y marinos, lanchas rápidas, vehículos artillados... la ciudadanía respiró aliviada.
El sábado 10 de febrero el presidente Felipe Calderón continuó con la ofensiva mediática y con motivo de la celebración del día de la Fuerza Aérea lanzó una emotiva consigna a gobierno y sociedad: "rescatemos a México", dijo. En párrafo aparte puntualizó que por lo pronto su objetivo es liberar ocho estados: Guerrero, Michoacán, Baja California, Sinaloa, Chihuahua, Durango, Tamaulipas y Nuevo León. Remachó con uno de los giros retóricos con más solera: se aplicará -aseguró- "toda la fuerza del Estado" para "arrebatar a los delincuentes los espacios públicos".
La sonoridad retórica está plenamente justificada porque en los ocho estados -seis de ellos ubicados en el estratégico norte- viven 24 millones de personas en un territorio de 763 mil kilómetros cuadrados. Era absurdo, era riesgoso, que el Estado concediera tanta libertad de acción al crimen organizado que imponía su ley. Dada la corrupción, ineficacia o impotencia de los 350 mil policías, la alternativa estaba en llamar a las Fuerzas Armadas, a la principal reserva que el Estado tiene para salvaguardar la seguridad nacional amenazada.
Sacar a la tropa de los cuarteles -me confirman funcionarios de alto nivel- tenía como primer objetivo demostrar la firmeza del Presidente y recuperar el espacio cedido a, y ganado por, el crimen organizado. Al amparo del mazazo mediático se procedería a captar la inteligencia requerida para la detención de los principales capos y el desmantelamiento de los batallones de sicarios. La estrategia parecía tan sensata como realistas los objetivos.
Acabo de visitar Tijuana donde dialogué con una muestra más que representativa de conocedores del submundo criminal y de sus resortes. El entusiasmo inicial ya fue sustituido por el desconcierto y el desaliento de académicos, líderes sociales, periodistas... Con la explicación colectiva puede tejerse una cronología de las cinco semanas pasadas desde el 2 de enero: 40 días después de instalados los retenes, éstos empezaron a relajarse; a las tres semanas se hizo evidente que no se detendría a capos cuyos apodos, manías y lugares de reunión son citados con precisión; al cumplirse el primer mes se reiniciaron los secuestros y 10 días después -12 de febrero- ya son cinco las víctimas.
Nadie entiende la tibieza del gobierno federal aunque abundan las especulaciones que convergen en una inquietante conclusión: ¿si ni el Ejército pudo -se preguntan-, qué será de nosotros? Entretanto, el alcalde tijuanense, el ambicioso y rico Jorge Hank Rhon, aprovecha el momento para seguir aplanándose el camino hacia una gubernatura en manos panistas desde 1989. Funcionarios de la presidencia municipal que Hank encabeza contradicen abiertamente a la Federación y aseguran que en lugar de los 3 mil militares prometidos sólo llegaron 400; también difunden spots ensalzando a los policías municipales que el Ejército hiciera famosos quitándoles sus armas.
Es un error concluir que las armas nacionales fueron derrotadas; imposible porque nunca hubo una verdadera batalla. Hasta el momento de enviar esta columna el "Operativo Tijuana" se ha concretado a seleccionar los lugares más lucidores para la imagen. De mantenerse la situación actual se confirmaría la debilidad del Estado que tal vez desplegó a sus efectivos sin contar con una estrategia integral o con la inteligencia requerida para desmantelar a los cárteles. Las carencias se confirman porque nada se está haciendo para reducir el preocupante incremento en las adicciones; más del 90 por ciento del presupuesto sigue dedicándose a la erradicación y la interceptación de narcóticos que son, por cierto, las principales metas de una estrategia elaborada en Washington hace ya varias décadas.
En Tijuana el crimen organizado sigue entero y la sociedad digiere como puede lo que está pasando, mientras espera inquieta el regreso de sicarios alebrestados por las pérdidas monetarias, las extradiciones y las molestias causadas por un operativo cuyo rasgo más distintivo ha sido la búsqueda del brillo mediático. El desengaño.
Y eso que la columna de Sergio Aguayo es francamente tibia. Además de que omite mencionar dos cosas muy importantes. UNO: que una vez que los policías locales de Tijuana fueron despojados de sus armas tuvieron que detener a un ladrón a pedradas, luego se armaron con resorteras y canicas, y finalmente les regresaron las armas por que a nivel internacional de pendejo no bajaban al PELELE--y de pilón a ningún policía le encontraron información que lo incriminara por el uso de su arma en actividades delictivas (o por lo menos la PGR nunca dio información en ese sentido.) DOS: que a varios pefepos de los que mandaron a Tijuana los tuvieron que arrestar por andar haciendo desmadre completamente briagos en un bar de prostitución en la zona norte de Tijuana (la zona de tolerancia de la ciudad.) Y eso que los que estaban bajo sospecha y por eso les quitaron las armas eran los municipales.
La realidad es que NADA cambió con el operativo patito en Tijuana. NADA. Los retenes no hicieron más que hacerle perder el tiempo a la gente. NINGÚN capo cayó y en ningún momento se hizo UN SÓLO operativo que de verdad le pegara al narco en Tijuana. Para lo único que sirvió este operativo patito fue para hacer pantalla en la tele y nada más.
Y lo dijimos hasta el cansancio. Esto no tiene otra intención más que intentar desesperadamente hacerle creer a la gente que el PINCHE ENANO ESPURIO DE MIERDA es el presidente cuando el Presidente Legítimo de México se llama ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR.
Lo más interesante es que el ENGAÑO que le armaron sus asesores de imagen a fecal (o sea Juan Camilo Mouriño y Max Cortázar) ya ha quedado al descubierto faltando todavía medio mes para llegar a la marca de los 100 días de la usurpación de la presidencia.
Fecal está en serios problemas. Además de haber demostrado un MIEDO enorme al haberse escondido detrás de las botas del ejército, queda desenmascarado como lo que es: un MENTIROSO al que sólo le importa su imagen y nada más.
Lo interesante es que esto ocurre en un estado que se supone que es panista--pero que no lo es; Baja California es ABSTENCIONISTA. Esto practicamente ha sellado la suerte del PAN en Baja California. Y si Jorge Hank gana la elección estatal, el PAN no llegará al 2009.
¿Quién les manda hacer fraude electoral?
Una razón más para apoyar al peje en el 2007.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario