GALIMATÍAS.

EDITORIAL

Suponga Usted que...

Suponga el caro leyente que el presidente Felipe Calderón gana la guerra a los cárteles del tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias psicotrópicas. Suponga que declara que los narcos han sido derrotados.

Declarándose a sí mismo vencedor, don Felipe --a quien millones de sus coetáneos consideran espurio pues su asunción a la Presidencia fue fraudulenta-- repliega sus tropas, pero éstas continúan y las acuartelan para mejor ocasión.

¿Qué ocurrirá, entonces? Ganada la guerra, don Felipe podrá concentrar sus esfuerzos en otras prioridades, a saber: cómo continuar la venta de garage de los activos de México a particulares extranjeros.

Empero, si bien don Felipe está convencido de que ganó la guerra a los narcos, éstos no lo consideran así. Y han vuelto a su lucrativo trasiego de estupefacientes y sustancias psicotrópicas. Como antes.

Y como antes quiere decir con la complicidad implícita y no pocas veces explícita del propio gobierno, ese que ya le ganó la guerra a los cárteles. El gobierno no tiene control de ese comercio. Ni es árbitro. Ni lo regula.

Pero suponga usted, leyente, que son los cárteles los que se declaran a sí mismos ganadores en esta guerra y que han sometido al gobierno. ¿Qué ocurriría? Nada. Es como si el señor Calderón hubiese ganado la guerra.

Por absurdo que parezca, esto no es un escenario prospectivo, sino la vida real. El señor Calderón dice que va ganando la guerra a los narcos. Pero éstos continúan su execrable negocio. Y prosperando.

Esto nos plantea lo equívoco de esa guerra del gobierno contra los cárteles. La vía militar no es apropiada. La salida es una educación orientada a comprender y entender al mundo, no a fomentar el lucro.