Por María Teresa Jardí
En el instante mismo en que el PAN llegó al poder, de la mano de Salinas, en Baja California, ese partido coqueteó, al menos, con la idea que concretó, de la peor de las maneras, Vicente Fox, la que, con el apoyo del Ejército nacional, continúa poniendo de su cosecha, lo de las extradiciones, Calderón.
Probablemente el gobierno yanqui, encantado con la llegada de la derecha mexicana al poder, eso les sugirió que hicieran, a final de cuentas es lo mismo que han hecho ellos, aunque a lo bestia, como se hace todo en el imperio yanqui, tan, tan, pero tan asesino, y si no que lo digan los niños que anteayer asesinaron en Bagdad. Y si partimos, como sin duda es, de que la guerra contra el narcotráfico es una farsa impuesta por el imperio yanqui para intervenir en América Latina, se podría pensar que no hay nada más a hacer que aliarse a un cártel o grupo, lo mismo da cómo se le quiera llamar, de narcotraficantes que mueven la droga y limpiar al elegido la casa ejecutando a sus contrincantes a cambio del control de la violencia.
Extraditarlos es un poco demasiado y ya Colombia probó las nefastas consecuencias que trae aparejadas la medida, a menos, claro está, que aquí vayan a acabar también con sus familias.
Sí, esa es la elección evidentemente de la dictadura calderonista. Ni siquiera los narcotraficantes son tan estúpidos como para dejarle recados a un Ejército movilizado contra ellos.
Las extradiciones y las ejecuciones son una limpia y el elegido para negociar de nueva cuenta es el Chapo Guzmán, a quien le abrió las puertas del presidio Fox.
Quizá, porque ese le sugirieron los yanquis que fuera el elegido y, tan estúpido que es, Fox no entendió que debía combatir a los otros y los dejó sueltos y así llegamos a los kaibiles cortando cabezas como mensaje.
Por lo que a Calderón debieron explicarle bien lo que tenía que hacer.
Y quizá eso sería lo único sensato que cabría hacer si a la vez se recurriera a pelear en cada foro nacional e internacional por la despenalización de la droga como mercancía prohibida sujetándola, como la mercancía que es, a aranceles y destinando dinero a la educación preventiva y a la salud preventiva y de atención a los adictos que siempre van a existir, al igual que siempre van a existir los suicidas y a final de cuentas la humanidad tiene que reconocer que lo mismo da elegir, para morir, tirarse de una azotea que meterse droga y, además, habría que acabar también con la doble moral tan útil para considerar al alcohol como una bebida simplemente y no como la droga que también es y con esto no quiero decir que se debe prohibir el consumo de alcohol, para nada, todo lo prohibido se torna atractivo, se trata, como con cualquier otra droga, de alertar sobre el peligro que trae aparejado su consumo, como se hace con el tabaco, otra droga igual de maligna que las anteriores o peor por aquello del cáncer de pulmón, cuando en el fondo lo malo en relación a todo es el exceso y se vuelve pésimo cuando además por cuestiones económicas se mezcla con otras substancias que nada tienen que ver con la droga. |
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