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sábado, febrero 17, 2007

EL PODER DE LA CIUDADANÍA.

La acción ciudadana PDF Imprimir E-Mail
sábado, 17 de febrero de 2007

Por Lorenzo Salas González

El creciente número de simpatizantes y militantes panistas que renuncia a su partido es un signo alentador, porque demuestra que todavía hay mucha gente congruente con sus principios, los cuales desaparecieron en varias de las administraciones del blanquiazul sin el menor recato ni remordimiento. A esto nos hemos referido desde hace mucho tiempo desde estas páginas. Si los jerarcas de los partidos olvidan que el puesto se lo deben a su militancia, a los votantes, a la ciudadanía, hay que recordárselos de las muchas maneras que existen, entre ellas la pacífica, la que desprovee del sustento numérico a la jerarquía que, aunque declare que no le afecta, bien sabe que sí.

Recordemos la lucha del Mahatma Gandhi en la India, quien se enfrentó al imperio inglés sin más armas que su convicción, su certeza de que el rumbo era el correcto, que su Patria tenía derecho a su independencia, que su pueblo clamaba desde hace muchos años y la perversidad y prepotencia inglesa había impedido con crueles y sangrientas represiones. Acabó triunfando la resistencia pacífica.

Cuando un pueblo está decidido a obtener lo que desea y merece, no hay quien lo pare, sea desde la trinchera que sea. Y México ya ha demostrado que quiere un alto a la impunidad, que quiere procesos transparentes, que quiere una auténtica democracia, políticos honrados -aunque sea mucho pedir y parezco utópico, los hay-, que demuestren ser congruentes, que no le huyen a la verdad y que están luchando a favor de las grandes causas nacionales.

Ya hemos tenido una revolución que está a punto de cumplir cien años. Es mejor festejar en paz y no con los estruendos de la guerra por la terquedad, necedad, soberbia y negación de la realidad de las administraciones panistas. Historiadores, analistas, gente inteligente y preparada, conocedora de la idiosincrasia del mexicano ha advertido de este riesgo pero parece que los poderosos creen que esto nunca va a suceder.

Sin embargo, entre la gente del Pueblo la idea va ganando terreno. Ya está harta de tanta corrupción, de tanta injusticia y desvergüenza. Los que antes callaban no sólo reclaman, ahora toman edificios, buscan al que les mintió, exigen cuentas claras. El miedo se ha perdido pero hay que procurar que sea más gente la que lo pierda, que el número de reclamantes se incremente para que se haga justicia, para que entiendan los poderosos que la fuerza del Pueblo no sólo está en la razón, sino en su número, que tiene que imponerse con la justeza del reclamo, la fortaleza de la convicción, la persistencia en la demanda.

Precisamente el partido que heredó los beneficios de la acción revolucionaria, que lamentablemente desvió su ruta que le había funcionado por décadas para ajustarse a una modernización que sólo ha empobrecido al Pueblo, el día de mañana elegirá a su nuevo presidente, lo cual es un acto de gran trascendencia no sólo para el PRI sino para toda la sociedad, porque guste o no, es el partido que condujo los destinos del país por setenta años, que construyó el México en el que actualmente vivimos, aunque lo perdió su larga permanencia en el poder, al cual quiere volver y, como parte de la sociedad, tiene derecho a luchar por ello, pero ahora más que nunca, con una visión novedosa, que refuerce y recupere los principios revolucionarios que nos dieron Patria, que nos abrieron paso en el consorcio de las naciones, entre las que nos ganamos su respeto por la congruencia en la política exterior.
Incontables veces hemos insistido en la recuperación del nacionalismo revolucionario, que fue cambiado por el liberalismo social de Carlos Salinas de Gortari.

Es tan acertado el nacionalismo citado, que hasta la fecha recibe los más feroces ataques de los grupos reaccionarios que están ansiosos de vender nuestra Patria al mejor postor. Y, en esto, también hay que insistir: si los derechistas acuden al extranjero para la solución de los problemas de México, es la más clara muestra de su impotencia, de su incapacidad para administrar nuestra Nación, pero también es la más contundente demostración que son unos traidores a los sagrados intereses del país.

En esto radica la reiterada negación a votar por la derecha entre grandes grupos sociales que cada día crecen más: porque votar por la derecha es hacerlo por la traición a México, la cual se disfraza con la palabra globalización y se pone la máscara cruel y despiadada del neoliberalismo salvaje y destructor que durante más de veinte años ha empobrecido cada vez más a los más humildes y los más necesitados.

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