Brujas y demonios.
Gerardo Unzueta.
17 de febrero de 2007.
N unca pensé -y han pasado más de 60 años de mi vida política- tener una coincidencia con un ejemplar de la vieja guardia priísta -esos llamados dinosaurios -, pero sucedió el miércoles, al leer una declaración de Manlio Fabio Beltrones. En relación con la irresponsable acusación lanzada contra Félix Salgado Macedonio, presidente municipal de Acapulco, por el secretario de Seguridad Pública, Beltrones afirmó: el gobierno debe medir muy bien que "las cacerías de brujas solamente traen demonios".
Si el funcionario no puede probar lo que respondió (a una venenosa pregunta sobre si se tenían indicios de que Salgado Macedonio "está metido en el narco", García Luna contestó: "Lo que se está indagando es identificar si hay un vínculo o una referencia o un dato específico que vincule la actividad criminal de los delincuentes con el funcionario público"), "tanto el presidente municipal como los ciudadanos de Acapulco merecen una disculpa".
Más allá de condenar la calumnia -de eso ya hubo bastante- y subrayar el ridículo de la SSP, al verse obligada a precisar que "sólo recopila datos para ubicar el origen de las amenazas de muerte contra el alcalde de Acapulco" (EL UNIVERSAL, 14/02/07), lo que reveló la frase de Beltrones -de allí mi acuerdo- es el sentido más profundo del intento. ¿Cómo es posible que un alto funcionario acuse así, sin pruebas, instigado por un reportero? ¿Por qué los medios electrónicos le dieron tanta difusión?
Recordemos el origen de "la cacería de brujas", la valiente denuncia del escritor Arthur Miller de las persecuciones anticomunistas del senador Joseph McCarthy al frente del Comité de Actividades Antiamericanas en la década de 1950, que victimó a decenas de intelectuales y dirigentes políticos -entre ellos "los doce" del Partido Comunista- y llevó a la muerte en la silla eléctrica a los científicos Julius y Ethel Rosenberg en 1951. Miller escribió la obra Las brujas de Salem en 1950, basado en un hecho ocurrido en 1692, en Salem, Massachussets.
Allí, un grupo de jovencitas, irritadas por la sofocante atmósfera a la que las sometían sus mayores, fueron a bailar desnudas en el bosque. Una de ellas, Abigail Williams -que perdió su inocencia en el lecho del granjero John Proctor- bebe una "pócima encantada" para matar a la mujer de su seductor. Las jóvenes "brujas" son descubiertas y sobre ellas caen infames acusaciones, el diablo parece apoderarse de Salem y los habitantes del pueblo caen presa de incontenible histeria. Comienza el juicio de las "brujas"; entonces surgen "brujas" por doquier.
Maledicencias, culpas desconocidas, denuncias constituyen la diabólica trampa que atrapa a los habitantes de Salem. La histeria llevó a la horca, en dos meses, a 19 personas; más de 20 purgaron condenas.
Era éste un retrato de la histeria macartista. La obra se presentó cuando alcanzaba límites semejantes a los de Salem: una película, un poema, una actuación se convertían en intentos de llevar al país al comunismo, fantasma de mentes enfermas.
Ignoro si el dicho de Beltrones contiene la conclusión a que he llegado: la intentona del secretario de Seguridad Pública es expresión de macartismo. La simple condena no alcanza a señalar el peligro. Esa acusación manifiesta un espíritu persecutorio, que convierte al narcotráfico en un fantasma, igual de los creados por McCarthy.
La manifestación de macartismo debe ser segada en su cuna. Un funcionario con espíritu macartista no puede seguir en tal puesto.
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sábado, febrero 17, 2007
BRUJAS Y DEMONIOS.
Publicadas por Armando Garcia Medina a la/s 3:00 p.m.
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