L a semana ha sido productiva; en primer lugar, los resultados electorales en Estados Unidos. Yo los caracterizaría con una frase que escuché de los migrantes mexicanos organizados en el Movimiento 10 de Marzo: "Primero marchamos, después votamos, ahora se los cobramos". Ese movimiento, con toda la presencia que manifestó en las acciones de abril-mayo en el medio-oeste de EU, participó en la organización del sufragio de los migrantes por la derrota de George W. Bush y la política del Partido Republicano en el estado de Illinois. Así nuestros paisanos contribuyeron en Chicago y otras ciudades al triunfo arrollador del Partido Demócrata y a la conquista de la mayoría de los puestos en disputa. La participación migrante tenía un claro propósito: desplazar del Congreso y de las gubernaturas a la mayoría republicana que pergeñó monstruosidades como la ley racista HR4437 (Ley Sensenbrenner), esa mayoría que ordenó construir el muro de la ignominia y cerrar las posibilidades de la legalización de 7 millones de mexicanos indocumentados -y millones más de latinos en igual condición- que contribuyen a la economía de Estados Unidos en la industria, la agricultura, el comercio, los servicios.
Nuestros compatriotas dieron un aporte significativo a la gran votación que derrotó a quienes, desde el poder, imponen una sangrienta política de guerra, de agresión a los derechos civiles y a todas las formas de convivencia civilizada en su propio territorio y en naciones como Irak y Afganistán, hoy sometidos a la dictadura terrorista del último imperio. Los migrantes mexicanos y latinos no se hacen ilusiones. El Partido Demócrata no es la solución a los problemas de su vida y su trabajo -hay que recordar que personajes como Hillary Clinton votó por el muro en el Senado-, pero con la derrota del bushismo se abren posibilidades de conquistar sus derechos, en reciprocidad a su contribución electoral y a su probada capacidad de lucha por la libertad y una vida digna. Mas no es el único fruto que arrojó esta semana. De igual forma el bushismo fue humillado en Nicaragua, donde fue elegido presidente Daniel Ortega, quien -como en el caso de Andrés Manuel en México- fue calificado de "Peligro para Nicaragua". No prosperaron las amenazas contra el país hermano con un embargo similar al que se ejerce contra Cuba. Y si hemos de hablar de más derrotas del bushismo, no debe faltar la que el pueblo de la Revolución Cubana le propinó en la ONU, donde los enviados del imperio no alcanzaron más de cuatro votos frente a los 183 que condenaron el embargo comercial, intento de estrangulamiento que dura ya más de cuatro décadas, contra la patria de Maceo, Martí y Fidel. La cuenta, sin embargo, no termina allí. La gran manifestación que el domingo pasado tuvo lugar en Oaxaca, con decenas de miles de oaxaqueños y de fuerzas solidarias, mostró claramente que los bushistas amparados por la Policía Federal Preventiva no cuentan con arraigo alguno ni capacidad de gobernar. Con ello se fortaleció la demanda, nuevamente presentada, de que el Senado declare la desaparición de poderes en Oaxaca. En este marco, no es sino natural que dos derrotados -el presidente Bush y el bushista electo- se reúnan a lamentar que sus pueblos les den la espalda e intenten encontrar espacios para "legalizar" en México lo que carece de legitimidad, allá y acá. Analista político, miembro del PRD |
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