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viernes, septiembre 29, 2006

MARCIAL MACIEL Y NORBERTO RIVERA, CAMINOS CRUZADOS.

REFORMA.

Carmen Aristegui F.

La noche del martes.

Fue presentado el libro Marcial Maciel. Los Legionarios de Cristo: testimonios y documentos inéditos. (Tusquets). Fue en el auditorio que lleva el nombre del entrañable Mauricio Achar de la librería Gandhi. Espléndido libro escrito por el investigador, sociólogo y sicoanalista Fernando M. González. Ofrece ahí una mirada múltiple sobre la historia protagonizada por el fundador de Los Legionarios de Cristo. Es Marcial Maciel visto desde los ángulos que permiten las metodologías de tipo histórico, sociológico y psicoanalítico. Un retrato completo que se nutre de información hasta ahora secreta, y de testimonios estremecedores que se dan a conocer por vez primera.

La investigación contó con el acceso directo a tres archivos fundamentales: el archivo de la Sagrada Congregación de Religiosos de 1934 a 2004 que Fernando pudo revisar y hacer anotaciones a mano, pero no pudo fotocopiar ni tampoco revelar quién le permitió ingresar a tales documentos; el archivo del padre Luis Ferreira Correa, quien fuera vicario general de la Legión, y al que tuvo acceso el doctor José Barba Martín quien decidió, a su vez, ponerlo en manos del autor y el de Flora Barragán de Garza, quien en los años cincuenta fue bienhechora de la Legión de Cristo. Fue, de hecho, la primera gran fortuna que se puso en manos de Maciel para construir la orden religiosa. Con su dinero se creó la primera obra de la Legión, el Instituto Cumbres, lugar en el que, por cierto, se cometieron abusos contra decenas de niños hace algunos años en uno de los capítulos más duros y vergonzosos de esta historia.

Durante la presentación del libro, la hija de Flora Barragán agregó su propio testimonio acerca del daño causado por Marcial Maciel a su familia. Además de la voracidad mostrada por la Legión frente a la fortuna de Flora, narró sobre la separación de su hermano del seno familiar durante 10 años, por indicación de Maciel, y de la constante ausencia de la madre, consagrada a la Iglesia y a la propia figura del fundador.

La voz de Flora, la noche del martes, dejaba apenas imaginar un profundo sentimiento de rencor contenido por décadas en contra de Marcial Maciel. Se escucharon también las voces firmes de José Barba y Alberto Athié, dos de los principales impulsores de la discusión y conocimiento franco del tema. Esa noche, también, se conoció públicamente, por primera vez, el testimonio de un hombre que fue uno de los que sufrieron más abusos de tantas maneras por Marcial Maciel. Francisco González Parga hizo una breve referencia de su historia, en esa noche de martes en aquella librería en la que ya no cabía ni un alma y las que ahí estaban apenas respiraban. El libro da a conocer el texto escrito por González Parga y leído a Fernando González apenas en abril de este año. Se descubren ahí los misterios de la relación entre discípulo y padre fundador. "La manera de enfocar las cosas introduce un cambio de perspectiva en la cuestión de encarar la propia implicación en la relación con Marcial Maciel. Francisco González se plantea dos interrogaciones articuladas que le permiten analizar los puntos de intersección con Maciel y su identificación con él, los que hicieron posible la instauración progresiva de una especie de pacto secreto".

Las respuestas que da a las dos preguntas que él mismo se formula para explicar su relación con Marcial Maciel son de una claridad que sobrecoge. "Poniéndome frente a mi abusador examiné mi respuesta ante las acciones de éste. ¿Qué es lo que más me dañó y qué es lo que más me duele?, me pregunté, ¿lo que me hizo, o mi respuesta a lo que él me hizo? Las respuestas que se da a sí mismo son absolutamente abrumadoras y, por supuesto, clarificadoras. Este testimonio, junto con el propio abordaje del autor desde perspectivas nuevas en el tratamiento del tema, ofrecen la posibilidad de entender de otras maneras el caso Marcial Maciel. Trascienden incluso el ángulo obligado de la denuncia y la recriminación. González, de hecho, rechaza presentarse como "auxiliar de la justicia ni abanderado de la buena causa". Se entiende su escrúpulo de investigador, sin embargo, al final de la historia y con sus aportaciones hace un servicio invaluable al conocimiento de este caso que ha cimbrado ya demasiadas conciencias y de varias maneras, a la propia estructura vaticana. A querer o no presta grandes servicios a la verdad y la justicia. Lo que se da a conocer ratifica y amplía lo que hasta ahora se conocía sobre la conducta abusiva de Marcial Maciel y sobre las amplias redes de complicidad institucional que han protegido y encubierto sus acciones. González pone el peso, aun sin proponérselo, para conectar el caso con la reciente situación que atraviesa el cardenal Norberto Rivera, en la Corte de California. Más que significativa fue la presencia la noche del martes del joven Joaquín Aguilar, quien junto a la Red de Sobrevivientes de Abusos Sexuales de Sacerdotes (SNAP) acusó a los cardenales Rivera y Mahony, de "conspiración internacional a la pederastia". Más allá del simbolismo cabe preguntar: ¿Se cruzarán en algún momento los caminos judiciales de Rivera y de Maciel?

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