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viernes, septiembre 29, 2006

EL CAUCE Y LA CAUSA.

Viernes 29 de septiembre de 2006
Francisco López Bárcenas


Oaxaca: los torrentes profundos.

Como los torrentes profundos, el movimiento popular de Oaxaca desbordó su cauce previsto y tomó caminos inesperados. Quedarse en el estado después de que todas las autoridades habían negado una salida razonable que permitiera volver a la normalidad, hubiera sido tanto como dejar que una vez agitadas las aguas los arroyos se estancaran; cualquiera sabe que cuando esto sucede el agua se pudre y su pestilencia impregna todo lo que toca. Pero eso ya no sucederá porque algunos de sus afluentes, los más numerosos y visibles, han tomado nuevos rumbos buscando solución de fondo al problema. A contracorriente, el responsable del desbordamiento sigue agitando las aguas, provocando la ira popular, buscando un pretexto para volver a reprimir a los miembros de la Asamblea Popular de Pueblos de Oaxaca (APPO) y cobrar cara osadía.

En este nuevo escenario cabe preguntarse: ¿cuáles son las causas originarias del conflicto? ¿Por qué las autoridades dejaron que el movimiento creciera y se desbordara? ¿Cuál es el estado actual del problema y cómo podría solucionarse? Se trata de cuestionamientos que reclaman respuestas urgentes, las cuales no pueden ser superficiales porque el problema no lo es; por eso hay que buscarlas en los torrentes profundos de los pueblos, no en los riachuelos de la burocracia política. En nada ayuda intentar soluciones falsas como alejar al magisterio de la APPO, llamar a los maestros a clases amenazándolos con el despido si no acuden, u ofrecer recursos económicos a los del movimiento. Esa no es la lógica de las comunidades indígenas, quienes ya decidieron que quieren una solución de fondo. Para constatarlo bastaría echar un ojo a los apoyos que suscita su lucha en las comunidades de migrantes asentadas en diversas partes de Estados Unidos y del Distrito Federal: todos reclaman la salida de Ulises Ruiz.

Bueno sería, en cambio, que las autoridades reconocieran que los torrentes se desbordaron porque el dique que los contenía se rompió porque lo colmaron; que el movimiento es producto de un profundo descontento popular acumulado por años de injusticias. Y no por casualidad le estalló a Ulises Ruiz Ortiz, representante del priísmo más atrasado, corrupto y antidemocrático, que comenzó su mandato reprimiendo las protestas populares. Esas son las fuentes de los torrentes desbordados. Ese es el dique que hay que reparar para que las aguas vuelvan a su cauce. Pero las autoridades no lo ven así. Despreciaron las voces del descontento popular y escucharon sólo las de sus consejeros que decían que el movimiento era parte de las estrategias del PRD para posicionar a Andrés Manuel López Obrador. Con ese falso escenario aceptaron el apoyo que el repudiado gobernante les ofrecía para imponer a su candidato como Presidente de la República, a cambio de mantenerlo en su puesto. Pieza importante de la estrategia fue la Secretaría de Gobernación que mientras simulaba buscar soluciones cerraba toda posibilidad de una salida aceptable al problema. Buscaban mediatizar el movimiento ofreciéndole una reforma política de maquillaje, urdida desde el mismo gobierno, que busca cambiar para que las cosas siguieran igual.

La jugada no les resultó porque el dique está roto. La APPO insistía en que se atendieran las causas profundas del movimiento, porque así lo exigían las bases. Fueron ellas las que no aceptaron someterse a la voluntad de los políticos y, en cambio, dieron un paso adelante y se expandieron antes que los reprimieran. Por la miopía y la ineficacia gubernamental, ahora un contingente camina rumbo al Distrito Federal; otros permanecen en plantón en la capital de Oaxaca y unos más fortalecen las bases de la resistencia en sus comunidades de origen. Por su parte, el repudiado gobernador hace todo lo posible por acabar con la poca paciencia de las masas agraviadas, provocando para generar violencia y justificar el uso de la fuerza pública como forma de retrasar su salida y cobrarla cara.

Para resolver el problema y evitar más derramamiento de sangre, urge una salida política inteligente que atienda las causas profundas del problema. Cualquiera que sea invariablemente debe incluir la salida del gobernador, la recomposición del tejido social de la sociedad oaxaqueña y el diseño de medidas necesarias para acabar con las causas que dieron origen al movimiento. Eso es bueno no sólo para los que participan en el movimiento, sino también para la derecha, que así podría entregar al próximo Presidente de la República un país menos convulsionado, pero también para el PRI, que podría recomponer lo que de él queda para presentarse con otro rostro en las elecciones del próximo año. ¿Podrá la clase política estar a la altura de las exigencias populares? La respuesta se verá en los próximos días. Mientras llega, los torrentes profundos siguen buscando cauce.

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