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sábado, septiembre 23, 2006

DOS VISIONES DE LA REALIDAD DE LA REPÚBLICA.

Primero veamos la visión centrada del académico:

Después de la Convención.

Benedicto Ruiz.

Después de la Convención Nacional Democrática y sus resolutivos de nombrar a Andrés Manuel López Obrador como “presidente legítimo” y continuar con la resistencia civil pacífica en contra de la usurpación y el fraude electoral, vino un nuevo reacomodo de fuerzas e intereses a nivel nacional, o mejor dicho, un viejo reacomodo de las mismas fuerzas que se opusieron a AMLO y a la Coalición por el Bien de Todos.

Lo sorprendente de esta nueva, y vieja a la vez, recomposición política es que lo hace como si no hubiera ocurrido nada en estos últimos meses, como si no hubiera una legitimidad institucional cuestionada y una verdadera crisis que está reclamando una salida distinta.

O en otras palabras, como si el país, sus instituciones y su endeble democracia, no hayan salido lastimados e impugnados por una gran parte de la sociedad.

La visión que prevalece entre los principales sectores del poder, los que fraguaron y pagaron la embestida contra López Obrador, es que el movimiento social aglutinado ahora en la CND no deja de ser una ocurrencia de su principal líder, una forma digna en todo caso de asimilar la derrota electoral y apagar el fuego del descontento de una parte de sus seguidores.

Existe en ese mismo círculo la preocupación de que el movimiento intente impedir la toma de posesión de Felipe Calderón, de que persistan los focos de resistencia y los bloqueos de calles en algunas ciudades, pero en general se piensa que esas inconformidades se irán diluyendo en la medida que el nuevo gobierno tome en sus manos el puesto y diseñe sus primeras líneas de política.

Para ellos, el proceso y la división política generada en la campaña ha terminado y se inicia ahora otra fase con el nuevo gobierno.

En otra tesitura pero en la misma vertiente política (lo cual no deja de ser sorprendente), está la visión de la “izquierda institucional”, representada prolijamente por Cuauhtémoc Cárdenas y otros actores de menor calado e influencia en el debate político.

Para Cárdenas, como lo ha expresado en los últimos días, el nombramiento de un “presidente legítimo” por la CND es un error que puede traer costos graves para el PRD.Cárdenas ha manifestado que sus diferencias con AMLO no son personales, sino “relativas a las formas de hacer y entender la política”, así como en otros aspectos programáticos; también cuestiona a algunos de los colaboradores del primer círculo de López Obrador, la actitud dogmática que priva en su entorno y sobre todo el nombrarse presidente legítimo.

¿Por qué no hacerle, en todo caso, pregunta Cárdenas, como Venustiano Carranza cuando desconoció al gobierno usurpador de Huerta y los otros poderes que no acataron el Plan de Guadalupe?
Eso sería congruencia para Cuauhtémoc.

Pero al margen del peso real de estas diferencias, lo cierto es que ni la izquierda institucional ni tampoco los poderes fácticos y menos aún la derecha que se dispone a tomar el poder después del fraude, están entendiendo lo que ha venido pasando en México durante los últimos años y lo que ha ocurrido exactamente en esta coyuntura electoral.

Como no lo entienden quieren continuar como si nada hubiera pasado, o a pesar de lo que ha sucedido (lo que es más grave), pretenden seguir ignorándolo.

Lo que ha sucedido en los últimos tiempos y ahora tiene muchas aristas, pero entre ellas se puede destacar el abismo que se creó entre los poderes institucionales, incluidos en ellas el sistema de partidos que surgió después de las reformas electorales de mediados de los setenta, y los organismos civiles o ciudadanos en general.

Las reformas abrieron espacios nuevos a algunas fuerzas políticas distintas a las tradicionales, y las elecciones ganaron preeminencia como mecanismo de transmisión del poder, pero en la realidad no hubo una nueva representación política. Y el poder siguió concentrado en las mismas camarillas de siempre.

La izquierda institucional, como nueva fuerza incorporada, entró rápidamente en el juego de las componendas y el reparto de las cuotas de poder de la vieja elite, encaramada en los lugares clave de las instituciones.

En su institucionalización, esa izquierda reprodujo las mismas prácticas políticas de los viejos partidos y se fue alejando gradualmente de las necesidades y demandas de los sectores excluidos.

Amparada en el liderazgo moral de sus caudillos, como el mismo Cárdenas por ejemplo, poco avanzó en una visión democrática y distinta de la realidad del país.

Hoy lo que no les gusta a los poderes fácticos que utilizan de manera facciosa a las instituciones, ni tampoco a la izquierda institucional, es que haya una fuerza social que busca una nueva representación e inclusión en el orden político, empezando por impugnar y dejar de creer en un andamiaje jurídico y electoral hecho a modo de las elites y las cúpulas de los partidos, con el aval de los poderes económicos.

No les gusta que nazca realmente una izquierda auténtica y moderna en el pleno sentido, una izquierda que se proponga cambiar la composición de esas instituciones y revertir la concentración de su poder. Sin embargo, eso es lo que está surgiendo paradójicamente, acicateada por el abuso del poder.

Correo electrónico: benedicto@tij.uia.mx

El autor es analista político e investigador de la UIA Tijuana

Ahora veamos la visión del Burro fascista que no rebuzna porque no sabe solfear. Aclaro que el pretender ignorar las posturas de estas bestias fascistas nos impide dimensionar la enfermedad mental del enemigo.
Este animal escribe para el Reforma, y sistemáticamente se la pasa atacando a AMLO, ahora abiertamente dirige sus baterías contra el pueblo de México. Contra esta clase de animales es nuestra lucha.


Jaime Sánchez Susarrey.

Los 8 noes de FC.

1. No tiene tiempo que perder. Es falso que las primeras semanas deban servirle para tomar las riendas del gobierno. Los 100 días iniciales deben ser contundentes. Aunque la situación es radicalmente distinta, no sobra recordar lo que ocurrió con Salinas en 1988: la legitimidad que no ganó en las urnas la edificó con acciones y decisiones audaces y eficaces. Felipe Calderón debe dejar en claro que será un Presidente fuerte, que no está copado y que no cederá ante ningún tipo de chantaje. La fuerza de AMLO y sus amigos será inversamente proporcional a la firmeza que muestre el presidente de la República. Por eso el arranque debe tener una serie de impactos fulminantes.

2. No debe extraviarse en generalidades. Su estrategia tiene que ser muy precisa en las metas y en los tiempos. Plantear que sus prioridades fundamentales son el empleo y el combate a la pobreza dice mucho y no dice nada. La clave no está en el qué sino en el cómo. La gente está cansada de promesas y de frases grande elocuentes. El nuevo estilo de gobernar y la capacidad de ejecución deben mostrarse con acciones concretas. De ahí que sea indispensable diferenciar los objetivos que pasan por acuerdos en el Congreso de los que son competencia directa y exclusiva del Ejecutivo federal. Pongo un solo ejemplo: en materia de simplificación administrativa hay mucho que hacer y es atribución exclusiva del gobierno de la República.

3. No debe buscar la reconciliación con AMLO ni la formación de un gobierno de unidad nacional. Mucho menos empeñarse en alcanzar un gran acuerdo nacional al estilo del Pacto de la Moncloa. Ese fue uno de los grandes errores que cometieron el presidente Fox y Santiago Creel, entonces secretario de Gobernación. En el mismo saco cabe la famosa Reforma del Estado (así, con mayúsculas), que Porfirio Muñoz Ledo vendió con éxito. Ese tipo de negociaciones constituyen una pérdida de tiempo, de esfuerzo y no llevan a ningún lado. El Estado se reforma paulatinamente y con acuerdos muy concretos. Lo demás es palabrería y listados de buenas intenciones, como el famoso Acuerdo para el Desarrollo Político Nacional que impulsó Creel desde la Secretaría de Gobernación. En esta materia hay un principio simple y claro: habrá siempre mucho ruido y pocas o ninguna nuez.

4. No debe cejar en el esfuerzo por forjar un bloque mayoritario estable. La correlación de fuerzas favorece un acuerdo con el Partido Verde, Nueva Alianza y Alternativa Socialdemócrata. Para eso debe avanzar en la integración de un gobierno de coalición. El costo de esa estrategia puede ser alto, pero los beneficios serían sin duda mayores. El solo hecho de romper la inercia que ha prevalecido desde la segunda mitad del gobierno de Zedillo hasta el final de la administración del presidente Fox constituiría un paso adelante. Un paso que hablaría de la capacidad de negociación del nuevo presidente de la República. Amén de que ampliaría los márgenes de gobernabilidad y contribuiría a aislar aún más a las corrientes intransigentes del PRD.

5. No debe subestimar al PRI. Si bien no es probable que los priistas se sumen a un gobierno de coalición, la coincidencia con los gobernadores y las corrientes modernizadoras abre la puerta para una serie de acuerdos. Los más urgentes se refieren a las reformas fiscal, laboral y energética. Lo óptimo sería que alguna de ellas se concretara en los 100 días iniciales y las restantes en la primera mitad de la administración. Las condiciones son hoy bastante favorables. Entre una buena cantidad de priistas existe la conciencia de que no tiene sentido postergarlas, toda vez que el costo de hacerlo impacta a todos los niveles de gobierno, incluyendo las entidades donde gobierna el PRI. Además, la radicalización y el desprestigio del PRD debilitarán el efecto de las críticas y denuncias contra el "complot del PRIAN".

6. No debe, por ningún motivo, fijar como prioridad una nueva reforma electoral. Y no porque no sea indispensable efectuar una serie de cambios en esta materia, sino porque la posibilidad de construir un gran acuerdo, en particular con el PRD, es nula. Por lo demás, las tensiones poselectorales que hemos vivido no son consecuencia de un mal diseño institucional. AMLO hubiera desconocido cualquier resultado electoral que le hubiese sido adverso. No hay que olvidar que el actual régimen electoral fue, en lo esencial, efecto de una negociación entre el gobierno de Ernesto Zedillo y el Partido de la Revolución Democrática. Por otra parte, para que una reforma fuese efectiva implicaría una cirugía mayor para pasar de un régimen presidencial, como el que hoy tenemos, a otro semipresidencial -como el francés-. Nada de eso parece sencillo y menos en el contexto actual.

7. No debe nombrar a un secretario de Gobernación con el perfil de Esteban Moctezuma o Santiago Creel. Se avecinan, ya están aquí, tiempos difíciles. Tampoco debe mantener las funciones de seguridad al margen de la Secretaría de Gobernación. El presidente de la República necesita un secretario de Gobernación fuerte y con experiencia. No sólo eso. Debe ser un hombre leal que no tenga ambiciones de convertirse en el próximo presidente de la República. La otra vía, la de un personaje políticamente correcto que no hablara otro lenguaje que el de la conciliación y el acuerdo, a cualquier costo, sería suicida. Ya lo experimentamos con Fox y así le fue al país: de Atenco a Oaxaca, el Estado no ha dejado de debilitarse y la impunidad de agrandarse. La política, decía Weber, es cosa del demonio... y no le faltaba razón. Por eso en Gobernación debe estar un personaje capaz de lidiar con todo tipo de fuerzas (oscuras, perversas o buenas) y situaciones.

8. No debe admitir, bajo ninguna circunstancia, que Vicente Fox se lave las manos en el conflicto de Oaxaca. Las declaraciones recientes, y su comportamiento a lo largo de estos seis años, confirman que el Presidente está actuando como avestruz. Por eso minimiza los riesgos y dice con desparpajo que las negociaciones en Oaxaca van por buen camino. Lo cierto es que el deterioro ya alcanzó niveles insostenibles y que la llegada de la APPO a la Ciudad de México abre la puerta para mayores provocaciones y tensiones. El Presidente electo debe emprender una serie de acciones para presionar al actual gobierno de la República, que pueden ir desde declaraciones públicas hasta la invitación para que otros actores (organismos de la iniciativa privada y sindicatos) y poderes (Cámaras de senadores y diputados) se manifiesten. Urge hacerlo antes de que sea demasiado tarde.

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