CARTA AL SUB MARCOS

Un lector nos envía la siguiente carta al sub Marcos. No publico el nombre de quien la firma por que no tengo permiso:

Sr. Rafael Sebastián Guillén Vicente (alias Marcos):

¿Recuerda cuando escribía sus memorables comunicados dirigiéndose como “Señora” a la Sociedad Civil nacional?

Esa Señora se movilizó cuando usted la convocó, en sus buenos tiempos, a varias actividades, en las que muchos de sus miembros se enfrentaron valientemente, yo entre ellos, a la intimidación y amenazas del Supremo Gobierno, como lo llamaba usted entonces, por medio de la Secretaría de Gobernación.

Tal Señora esperó durante más de doce años propuestas concretas para actuar. Usted sólo los hipnotizó con su retórica y labia, su falsa literatura (de la que le hablaré un poco más abajo). ¿Qué ha habido hasta ahora? Nada. Usted dejó que su protagonismo estuviera por encima de la causa que enarbolaba, o decía hacer, al lado de la gente de las comunidades zapatistas: esa sí luchadora, noble.

La Señora Sociedad Civil, que es también noble, le perdonó bastantes cosas propias de un ego inflado, porque confiaba en usted, le quería. Apreció su entereza, su insistencia en el cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés Larrainzar, mientras le consideraba sufriendo las inclemencias del tiempo en la selva Lacandona. La Señora esperó, oía su voz, leía sus textos. Siguió queriéndolo. Pero sus discursos eran en realidad vacíos. ¿Qué ocurrió entonces? Que, al paso del tiempo, la Señora, la amada Señora, empezó a mirar a su alrededor, a ser consciente de que mientras usted hablaba y hablaba, las fuerzas de una ultraderecha protofascista amenazaban con llevar a cabo lo que no pudo el inepto de Fox. Esa Señora empezó a sentir miedo al ver las campañas de terror que la asolaban al inicio de la reciente campaña, spot tras spot tras spot en la TV. La Señora sabía que algo se debía hacer: optar por la mejor opción para detener al horror y la depredación de sus bienes. Ya lo sabe usted, el nombre de esa opción no era Marcos. Y usted traicionó a la Señora a la que con tanto respeto había hecho creer que apoyaba, y que tanto dio por su persona. Yo estuve en una de sus reuniones de la “Otra Campaña”. Lo único que dijo usted, por supuesto, con palabras elegantes, era que “había que organizarse, que los partidos no eran opción”, y un etcétera de cosas que hacían ostensible una retórica perfecta, pero sin contenido. Lo repito: sin contenido. No hizo propuestas concretas de organización, de acciones, fechas para llevarlas a cabo, nada. Lo único concreto era, y así lo fue en toda su gira, que no se votara por López Obrador. Dividió opiniones, algunas actitudes. No unió nunca y violentó ese lema que el EZLN enarbolaba: “¡Libertad!, ¡Democracia!, ¡Justicia!” (resalto la palabra Democracia, porque a parecer usted no la conoce).

Por fortuna muchas, la mayoría de esas personas a quienes trató de influir, digamos que casi todas, actuaron con sensatez y votaron por el candidato que amaban, ese hombre que ya lo había desplazado a usted, señor Rafael, porque él es un estadista, él sí aspira a cambios concretos, bien definidos, y no defraudó a sus seguidores como lo hizo en su momento el señor Cárdenas. Sepa que casi la totalidad de las organizaciones que apoyaron su pírrica y circense “Otra Campaña” están con el señor López. No hay otra opción. Usted no es la opción que la Señora, a la que se dirigía en sus cartas de antaño, requiere como un mecanismo de defensa personal ante el poder, el inmenso poder de los que ostentan el dinero y la teledirección del mundo. Esa Señora ha alcanzado la mayoría de edad y se está sabiendo organizar muy bien. Está defendiendo su democracia. Está lanzando su voz al mundo. Está empezando la desobediencia civil que, por cierto, a usted nunca se le ocurrió, tal vez porque subestimó a Henry David Thoreau. Ahora sí existe un líder que la dirija.

Señor Rafael Sebastián, yo no he dejado de ser zapatista, de apoyar la causa de esa gente valiosa de Chiapas, el sureste mexicano valeroso. He dejado de creer solamente en usted.

Para terminar, cumplo lo prometido. Dije que hablaría de su falsa literatura. No se espere un ensayo academicista. Basta decir que los textos que se ha pasado publicando, aspirando a mostrarse cual escritor, no son mas que una vil y evidente imitación de Monterroso, Galeano, Cortázar, y, para acabarla, del mismo Cervantes, entre otros. Como escritor no tiene realmente del don, nunca llegará lejos. Como personaje político, o guerrillero, o lo que usted haya aspirado a ser, tuvo la posibilidad. La Sociedad Civil le apoyó con su esperanza y su sonrisa, incluso con las vidas de algunos de sus hijos. Usted no lo aprovechó. Si trata de buscar a la Señora, le advierto, tal vez ella no advierta su presencia, pero es que está muy ocupada ahora, resolviendo un problema de importancia mayúscula.

Y yo creo que una carta similar se le debería escribir a Carlos Monsiváis. De plano.

Una razón más para apoyar al peje en el 2006.