Para ponerlos en antecedentes, el llamado placazo es la propuesta del gobernador yunquista Emilio González Márquez para cobrar a los propietarios de automóviles de Jalisco $1,200 por el privilegio de hacerle la precampaña presidencial al sinvergüenza este, placas cuyo principal componente es la propanda oficial. Con esta medida el gobierno estatal pretende recabar 900 millones de pesos, sólo que queda el problema que Emilio le regaló 67 millones de pesos del erario a Televisa para que le ayudara también en su precampaña. No contentos con esto los panistas, además se pretende aumentar hasta un 40% la tarifa del agua, por parte del SIAPA, entidad encargada en Jalisco del suministro de agua potable y del alcantarillado. Aquí encontramos otro problema: el director no tiene experiencia en el manejo de una organización de este tipo, y Emilio acomodó en la nómina del SIAPA a un hermano en un puesto de alto nivel, naturalmente, muy bien pagado. Esto se suma al aumento por sus pistolas que se hicieron el alcalde, regidores y funcionarios panistas del 64 al 80% en sus salarios.
Y se hacen llamar gente decente.
LA PRÓXIMA MUERTE DE LA CLASE POLÍTICA
Hace tiempo que he dejado de creer que los partidos son un instrumento útil para que las personas mejoren su condición de vida, excepto para unos pocos profesionales de la política y círculos estrechos de militantes y simpatizantes, a quienes se les da empleo en los gobiernos y en las redes de gestoría que construyen para mantener la clientela.
Aunque estoy convencido de que esta percepción es cada vez más firme y extendida, todavía es una idea minoritaria entre círculos dirigentes, por supuesto entre los políticos, pero también entre académicos, funcionarios de todos los órdenes, instituciones de gobierno y periodistas.
Las decisiones tomadas recientemente por los distintos gobiernos no hacen sino reafirmar mi convicción de la inutilidad de los partidos que participan en el sistema electoral y de la paulatina muerte de la clase política profesional, tal como la conocemos ahora. Los partidos y los profesionales de la política cada vez se separan más de las preocupaciones y de las necesidades de la gente común.
El gobierno de Jalisco se empeña en ganarse la antipatía de muchos ciudadanos, incluidos muchos de quienes votaron por ellos en el pasado proceso electoral. Un gobierno cuya marca es la improvisación y cuya única consistencia radica en ir en contra de los intereses generales, ya sea regalando 67 millones de pesos a Televisa, imponiendo un proyecto de vialidad que va en contra de la mayoría de quienes se mueven en transporte público, bicicletas o a pie, ofreciendo la privatización de servicios públicos y regalando dinero y terrenos a empresarios.
El placazo es la más reciente, pero seguramente no la última, medida que busca descargar sobre los contribuyentes la necesidad de recaudar más dinero. Ni qué hablar del gasolinazo impuesto por Felipe Calderón, a pesar de que ahora tiene el cinismo de pagar una costosa campaña publicitaria para hacer creer que él no tiene nada que ver con esta decisión. Nefasto.
Y mientras la mayoría de la población ve día a día cómo aumentan las dificultades para conseguir el ingreso familiar para pagar los gastos de la quincena, la clase política profesional (de todos los niveles y de todos los partidos) ofrece imágenes obscenas y cínicas de su ostentoso tren de vida.
Ahí está el desvergonzado de Vicente Fox, de quien ya es ocioso hablar. Igual ocurre con los otros ex presidentes. Está el cinismo de los gobernantes de Zapopan que sin pudor se aumentan el sueldo 20 o hasta 30 veces más que el promedio de los aumentos de sueldos que se autorizan para quienes perciben un salario mínimo.
No sé si alguna vez los gobernantes tenían una brújula que les permitía seguir un camino más o menos semejante que el resto de los ciudadanos. Lo que sí sé es que ahora no la tienen. Viven en un mundo totalmente distinto al ciudadano de a pie.
Quienes explicaron el placazo no escuchan la irritación de la gente, no entienden que 300 pesos, ya no digamos 1,200, pueden hacer la diferencia en una quincena. Creen de manera absurda y arrogante que ellos tienen los conocimientos y la experiencia suficiente para decirle al pueblo por dónde debe ir y qué medicina debe tomar, por amarga que sea. No se nos olvide que estos mismos expertos son los que han llevado al país a la crisis y lo tienen metido donde está.
Y mientras esto ocurre, los políticos y los partidos están metidos absurdamente en sus grillas internas. Los diputados, supuestos representantes populares, se han convertido en mercaderes de las decisiones políticas y algunos venden su voto al mejor postor.
En suma, ni partidos ni gobiernos ni políticos están sirviendo ahora para interpretar, recoger, procesar y encauzar las necesidades esenciales de la población.
Si alguna vez lo fueron, ahora han dejado de ser agentes e instrumentos políticos al servicio de la sociedad. Sólo se sirven a sí mismos y, en la persecución de sus propios intereses, parecen no darse cuenta de que están cavando su tumba. La gente no es tonta, con sencillez y sensatez hace su propio análisis. Creo que no pasará mucho tiempo antes de que los partidos y políticos profesionales se lleven una sorpresa, tremenda sorpresa.
LAS CLASES MEDIAS A LAS CALLES
Con el placazo, el gobierno de Emilio González Márquez pretendía aplicar una medida recaudatoria, pero ha generado un efecto colateral que seguramente no tenía contemplado: el placazo ha tenido el mérito de catalizar la inconformidad social que ya existía en contra de la autoridad, pero ahora se focalizó en un solo objetivo.
El placazo ha despertado indignación y molestia como pocas medidas de la autoridad estatal. Ha permitido que varios grupos de ciudadanos, algunos organizados con anterioridad y otros surgidos al calor del momento, salgan a manifestar su inconformidad en contra del gobierno estatal.
Estas movilizaciones que han ocurrido hasta ahora en contra del canje de placas, y las que vendrán en los próximos días, tienen ciertas características que vale la pena destacar.
Están mostrando a miles de ciudadanos que pueden hacer algo más que hartarse de la autoridad, hay llamados a la acción directa y son grupos que han usado nuevas tecnologías para coordinarse.
Las movilizaciones en contra del placazo confirman una vez más la crisis terminal por la que atraviesan los partidos. El papel del PAN se entiende, defienden su gobierno y sus intereses; lo que es patético es la postura de la oposición, especialmente del PRD cuyos diputados y dirigencia real se han plegado a las políticas del gobierno panista.
Pero estas movilizaciones no surgen de la nada. De 2006 a la fecha hemos visto diversas movilizaciones de colonos en contra de proyectos decididos arbitrariamente por la autoridad y los empresarios que intervienen en un espacio urbano, para modificarlo en su provecho, como La Ciudadela, los Colomitos y colonos contra plaza Andares.
Hay otro tipo de movilizaciones que son de grupos de ciudadanos, especialmente jóvenes, que quieren una “ciudad sustentable”, es decir gente que quiere para Guadalajara las ideas y políticas públicas que observa en las ciudades a las que ha viajado: Paseo Popular en Bici y la movilización contra el Viaducto. Y ahora se presentan las movilizaciones en contra las placas.
En conjunto, me parece que se trata de grupos de la clase media, algunas veces se suman personas de las clases acomodadas y a veces personas de los estratos sociales más bajos, pero el grueso es clase media.
Y esta composición social le imprime su condición al tipo de acciones y manifestaciones que hacen. No son acciones subversivas, como calificó Diego Petersen la actividad de los ciclistas que pintaron las calles, porque ninguna de ellas está criticando ni cuestionando el orden establecido.
Pero sin embargo sí representan una posición de crítica y cuestionamiento sobre ciertos aspectos del gobierno y de sus políticas públicas.
Me atrevería a definirlo como un naciente movimiento de clases medias que ha terminado de desencantarse de los gobiernos de alternancia. Muchos de ellos votaron por Alberto Cárdenas en 1995 y por Vicente Fox en 2000, y están arrepentidos.
Ahora saben y sienten que las cosas que esperaban de estos gobiernos no se han cumplido: un proyecto de crecimiento ordenado de la ciudad, movilidad amable con el peatón y los ciclistas, rescate de espacios públicos, en fin, un ideal de ciudad de primer mundo. También creían que se terminaría la corrupción y que la clase política que sustituyó al PRI sería más competente y honesta. Nada de esto se ha cumplido y por tanto empieza a emerger la inconformidad. Pero no son movimientos que cuestionen el orden liberal, ni menos el sistema de relaciones capitalistas de búsqueda del beneficio privado que están detrás de las decisiones de los gobiernos.
Por eso no se trata de acciones subversivas, pero sin duda son un termómetro político que conviene atender. Es la manifestación de la crisis económica y política en las clases medias; todavía no es la manifestación de las clases plebeyas. Las movilizaciones de las clases populares, de las periferias urbanas y rurales se están expresando de otro modo.
Dirán que seguimos golpeando, pero el PRD Jalisco está en manos de Nueva Izquierda, por lo tanto, se entiende que sea una oposición tan inútil, que para conervar el poder está recurriendo al rasurado del padrón de militantes y negar la afiliación a los renegados. Esta Nueva Izquierda ha resultado tan patética e inútil que no ha ganado ni un solo voto más para el PRD desde 1994, donde el partido en Jalisco ha caído hasta el 4o. lugar de preferencia electoral. Pero de todos modos, sus días de vividores están contados.
Y se hacen llamar gente decente.
LA PRÓXIMA MUERTE DE LA CLASE POLÍTICA
Hace tiempo que he dejado de creer que los partidos son un instrumento útil para que las personas mejoren su condición de vida, excepto para unos pocos profesionales de la política y círculos estrechos de militantes y simpatizantes, a quienes se les da empleo en los gobiernos y en las redes de gestoría que construyen para mantener la clientela.
Aunque estoy convencido de que esta percepción es cada vez más firme y extendida, todavía es una idea minoritaria entre círculos dirigentes, por supuesto entre los políticos, pero también entre académicos, funcionarios de todos los órdenes, instituciones de gobierno y periodistas.
Las decisiones tomadas recientemente por los distintos gobiernos no hacen sino reafirmar mi convicción de la inutilidad de los partidos que participan en el sistema electoral y de la paulatina muerte de la clase política profesional, tal como la conocemos ahora. Los partidos y los profesionales de la política cada vez se separan más de las preocupaciones y de las necesidades de la gente común.
El gobierno de Jalisco se empeña en ganarse la antipatía de muchos ciudadanos, incluidos muchos de quienes votaron por ellos en el pasado proceso electoral. Un gobierno cuya marca es la improvisación y cuya única consistencia radica en ir en contra de los intereses generales, ya sea regalando 67 millones de pesos a Televisa, imponiendo un proyecto de vialidad que va en contra de la mayoría de quienes se mueven en transporte público, bicicletas o a pie, ofreciendo la privatización de servicios públicos y regalando dinero y terrenos a empresarios.
El placazo es la más reciente, pero seguramente no la última, medida que busca descargar sobre los contribuyentes la necesidad de recaudar más dinero. Ni qué hablar del gasolinazo impuesto por Felipe Calderón, a pesar de que ahora tiene el cinismo de pagar una costosa campaña publicitaria para hacer creer que él no tiene nada que ver con esta decisión. Nefasto.
Y mientras la mayoría de la población ve día a día cómo aumentan las dificultades para conseguir el ingreso familiar para pagar los gastos de la quincena, la clase política profesional (de todos los niveles y de todos los partidos) ofrece imágenes obscenas y cínicas de su ostentoso tren de vida.
Ahí está el desvergonzado de Vicente Fox, de quien ya es ocioso hablar. Igual ocurre con los otros ex presidentes. Está el cinismo de los gobernantes de Zapopan que sin pudor se aumentan el sueldo 20 o hasta 30 veces más que el promedio de los aumentos de sueldos que se autorizan para quienes perciben un salario mínimo.
No sé si alguna vez los gobernantes tenían una brújula que les permitía seguir un camino más o menos semejante que el resto de los ciudadanos. Lo que sí sé es que ahora no la tienen. Viven en un mundo totalmente distinto al ciudadano de a pie.
Quienes explicaron el placazo no escuchan la irritación de la gente, no entienden que 300 pesos, ya no digamos 1,200, pueden hacer la diferencia en una quincena. Creen de manera absurda y arrogante que ellos tienen los conocimientos y la experiencia suficiente para decirle al pueblo por dónde debe ir y qué medicina debe tomar, por amarga que sea. No se nos olvide que estos mismos expertos son los que han llevado al país a la crisis y lo tienen metido donde está.
Y mientras esto ocurre, los políticos y los partidos están metidos absurdamente en sus grillas internas. Los diputados, supuestos representantes populares, se han convertido en mercaderes de las decisiones políticas y algunos venden su voto al mejor postor.
En suma, ni partidos ni gobiernos ni políticos están sirviendo ahora para interpretar, recoger, procesar y encauzar las necesidades esenciales de la población.
Si alguna vez lo fueron, ahora han dejado de ser agentes e instrumentos políticos al servicio de la sociedad. Sólo se sirven a sí mismos y, en la persecución de sus propios intereses, parecen no darse cuenta de que están cavando su tumba. La gente no es tonta, con sencillez y sensatez hace su propio análisis. Creo que no pasará mucho tiempo antes de que los partidos y políticos profesionales se lleven una sorpresa, tremenda sorpresa.
LAS CLASES MEDIAS A LAS CALLES
Con el placazo, el gobierno de Emilio González Márquez pretendía aplicar una medida recaudatoria, pero ha generado un efecto colateral que seguramente no tenía contemplado: el placazo ha tenido el mérito de catalizar la inconformidad social que ya existía en contra de la autoridad, pero ahora se focalizó en un solo objetivo.
El placazo ha despertado indignación y molestia como pocas medidas de la autoridad estatal. Ha permitido que varios grupos de ciudadanos, algunos organizados con anterioridad y otros surgidos al calor del momento, salgan a manifestar su inconformidad en contra del gobierno estatal.
Estas movilizaciones que han ocurrido hasta ahora en contra del canje de placas, y las que vendrán en los próximos días, tienen ciertas características que vale la pena destacar.
Están mostrando a miles de ciudadanos que pueden hacer algo más que hartarse de la autoridad, hay llamados a la acción directa y son grupos que han usado nuevas tecnologías para coordinarse.
Las movilizaciones en contra del placazo confirman una vez más la crisis terminal por la que atraviesan los partidos. El papel del PAN se entiende, defienden su gobierno y sus intereses; lo que es patético es la postura de la oposición, especialmente del PRD cuyos diputados y dirigencia real se han plegado a las políticas del gobierno panista.
Pero estas movilizaciones no surgen de la nada. De 2006 a la fecha hemos visto diversas movilizaciones de colonos en contra de proyectos decididos arbitrariamente por la autoridad y los empresarios que intervienen en un espacio urbano, para modificarlo en su provecho, como La Ciudadela, los Colomitos y colonos contra plaza Andares.
Hay otro tipo de movilizaciones que son de grupos de ciudadanos, especialmente jóvenes, que quieren una “ciudad sustentable”, es decir gente que quiere para Guadalajara las ideas y políticas públicas que observa en las ciudades a las que ha viajado: Paseo Popular en Bici y la movilización contra el Viaducto. Y ahora se presentan las movilizaciones en contra las placas.
En conjunto, me parece que se trata de grupos de la clase media, algunas veces se suman personas de las clases acomodadas y a veces personas de los estratos sociales más bajos, pero el grueso es clase media.
Y esta composición social le imprime su condición al tipo de acciones y manifestaciones que hacen. No son acciones subversivas, como calificó Diego Petersen la actividad de los ciclistas que pintaron las calles, porque ninguna de ellas está criticando ni cuestionando el orden establecido.
Pero sin embargo sí representan una posición de crítica y cuestionamiento sobre ciertos aspectos del gobierno y de sus políticas públicas.
Me atrevería a definirlo como un naciente movimiento de clases medias que ha terminado de desencantarse de los gobiernos de alternancia. Muchos de ellos votaron por Alberto Cárdenas en 1995 y por Vicente Fox en 2000, y están arrepentidos.
Ahora saben y sienten que las cosas que esperaban de estos gobiernos no se han cumplido: un proyecto de crecimiento ordenado de la ciudad, movilidad amable con el peatón y los ciclistas, rescate de espacios públicos, en fin, un ideal de ciudad de primer mundo. También creían que se terminaría la corrupción y que la clase política que sustituyó al PRI sería más competente y honesta. Nada de esto se ha cumplido y por tanto empieza a emerger la inconformidad. Pero no son movimientos que cuestionen el orden liberal, ni menos el sistema de relaciones capitalistas de búsqueda del beneficio privado que están detrás de las decisiones de los gobiernos.
Por eso no se trata de acciones subversivas, pero sin duda son un termómetro político que conviene atender. Es la manifestación de la crisis económica y política en las clases medias; todavía no es la manifestación de las clases plebeyas. Las movilizaciones de las clases populares, de las periferias urbanas y rurales se están expresando de otro modo.
Dirán que seguimos golpeando, pero el PRD Jalisco está en manos de Nueva Izquierda, por lo tanto, se entiende que sea una oposición tan inútil, que para conervar el poder está recurriendo al rasurado del padrón de militantes y negar la afiliación a los renegados. Esta Nueva Izquierda ha resultado tan patética e inútil que no ha ganado ni un solo voto más para el PRD desde 1994, donde el partido en Jalisco ha caído hasta el 4o. lugar de preferencia electoral. Pero de todos modos, sus días de vividores están contados.
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