Los libres se retiran

María Teresa Jardí

Al patético dictadorcito mexicano lo engañan al más puro estilo de lo que ocurría con los dictadorzuelos del continente, exhibidos por las exitosas novelas de los autores pertenecientes a lo que se conoció como el boom latinoamericano, como, sin duda, recordarán muchos de los que esto leen.
Sería bueno volver a leer las extraordinarias novelas de esos, en general, excelentes autores.
Habría que empezar releyendo, claro está, Tirano Banderas, de Don Ramón de Valle-Inclán, y pasando por Alejo Carpentier, Adoum, Cortazar, Benedetti, Rodolfo Walsh, Constantini, Sabato, Asturias, llegar al "Otoño del patriarca", de Gabriel García Márquez, e incluso volver a leer al Vargas Llosa de entonces.
Pobrecito, dictadorcito, a quien engaña el Estado Mayor Presidencial, o, quizá no, quizá él lo pide así, como pedía alguno de esos dictadores, cuando anciano, que le llevaran jovencitas para meterles en la vagina zanahorias que luego él comía, por aquello de no hacerse mala sangre y en el entendido de que así les va a los espurios.
Ante un grupo "selecto", de acarreados y bien registrados, antes de entrar al corral para ellos destinado, cacheados, supongo, por aquello de que los "selectos" tienen dinero para comprar las armas que pasan por la frontera, como Pedro por su casa, enviadas por el imperio yanqui, al que sirve Fecalpillo, como los sirvientes sirven, valga la redundancia, al amo, da el grito ---el engañado dictadorcito--- dice la prensa vendida.
Pero a pesar de que es chistosa la forma de recibir a los "selectos", la crónica no es ésa. La crónica la dictan los libres, incluso para la prensa nada libre.
Los libres que se retiran luego de corear, siguiendo el Grito con mayúscula que en el Zócalo da Rosario Ibarra, vivas a Hidalgo, la Corregidora, Allende y Leona Vicario, la soberanía popular y los presos y desparecidos políticos, y a los héroes que a lo largo de la historia han luchado por cambiar las condiciones de miseria en nuestro país. Luego de corear mueras al mal gobierno y vivas a nuestra Presidencia Legítima.
Vivas, sí, a los presos y desaparecidos políticos, que las dictaduras coleccionan y que vuelven a tomar carta de naturalización en la fecalista mexicana, de la que aún no hemos visto nada.
Los libres, sí, que no son los acarreados invitados por los empleados televisivos que hasta resulta que "siempre han ido al zócalo el día del grito a codearse con la gente"; sí, cómo no, ni su madre les cree que hayan ido a codearse con "la chusma" que tanto desprecian y, más aún, los que antes fingían que pertenecían a los renegados de siempre, siempre libres.
Los libres, sí, que tanto molestan a esos empleados de la plutocracia televisiva que están avalando una dictadura.
Los libres que son los no acarreados, los que no tienen que hacer, lo que no quieren hacer porque no les pagan para hacer lo que los otros saben que no deberían hacer.
Los libres, sí, los que hacen lo que les da la gana y se retiran del lugar a seguir la fiesta en casa o a dormir satisfechos de ser, de sentirse, de saberse LIBRES, luego de gritar las vivas que México merece a sus héroes, a los que hicieron de México un país independiente y las vivas, también, a los desaparecidos políticos que ningún país merece tener, incluso porque los desaparecidos políticos son signos inequívocos de que la libertad se aleja cuando los delitos de lesa humanidad toman carta de naturalización, como premisa al genocidio que se acerca.
La crónica es la ceremonia conmemorativa del Grito de Independencia, expropiada por el pueblo libre.
El Grito en el Zócalo, dado por Rosario Ibarra y en Teotitlán de Flores Magón, Oaxaca, por AMLO, es el Grito que va a prevalecer para la historia.
Del grito del fecalismo lo único que se va a recordar, incluso por los registrados y encerrados en el corral montado para ellos con vallas puestas por el Estado Mayor Presidencial, es la parte tapada para que el
dictadorcito no la viera. Achicar y achicarse es lo que a futuro le espera al usurpador Felipe "El Breve".