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sábado, febrero 10, 2007

REFORMARNOS TODO.

¿Reforma del Estado... y también de los hombres? PDF Imprimir E-Mail
viernes, 09 de febrero de 2007

Por Alvaro Cepeda Neri

Prólogo Político

I.- Se habla, se escribe y se discute, nuevamente, por enésima vez, de la Reforma del Estado; pero, qué significa, políticamente, puesto que de lo que se trata es de una reforma política, la palabra-concepto: Re-for-ma. Un autor la define así: "Reforma en política es el conjunto de medidas ordenadas, destinadas a modificar (en una democracia con contenidos republicanos) a fondo las instituciones (de los tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, y un cuarto poder: el municipal), respetando las líneas fundamentales o principios fundamentales constitucionales (en un Estado Federal: la Constitución o Ley Fundamental y la Constitución respectiva de cada Entidad) sin que se produzca una ruptura de continuidad del Gobierno (los gobiernos) y del Estado.

II.- A la anterior definición, para ajustar esa reforma a las instituciones mexicanas, desde el Municipio, los Estados y la Federación, me permití agregarle los contenidos de los paréntesis. Ahora bien, esos cambios en los contenidos políticos de la estructura jurídica-política que constituye al Estado con sus órganos de gobierno respectivos (repito: de los tres poderes en nuestra organización: municipal, estatales y federal) han de ser de tal naturaleza que contemple consultas populares, puntos de vista de los representantes, opiniones de los titulares de los poderes Ejecutivos y contribuciones de los jueces, magistrados y ministros de los poderes judiciales.

III.- Una Reforma del Estado implica, con lo anterior, una reforma a la naturaleza humana de quienes ejercen fundamentalmente la política, en el sentido, por ejemplo, de lo que fue la Reforma Integral del Estado cuando irrumpieron, precisamente, los integrantes de la Generación de la Reforma, encabezada por Juárez, Ocampo, Zarco, Ramírez, etc., y quienes son los creadores de esa Primera Gran Reforma para educarse en el acatamiento del imperio de la ley vigente por la vía del buen gobierno republicano y las intervenciones, en el mercado, con políticas públicas que limen el filo de las políticas económicas privadas.

IV.- Modernizaciones políticas, económicas, sociales y culturales las ha tenido la nación conforme a Revoluciones y Reformas que han ido actualizando los contenidos de nuestras constituciones y sus leyes reglamentarias. Grandes, pero violentas modernizaciones, fueron (y entonces no había otro camino) la Revolución de Independencia, la Gloriosa Revolución de Ayutla y la así llamada Revolución Mexicana, respectivamente en 1810, 1854 y 1910. Por cierto en estos aniversarios centenarios, se ha pasado por alto el más de un siglo y medio de la Revolución de Ayutla que parió la caída de una dictadura, la de Santa Anna; la Constitución de 1857, la Restauración de la República, la Reforma Laica y con ello se pusieron los cimientos del actual Estado mexicano.

V.- ¿Necesitamos otra Reforma del Estado y de las Mujeres y Hombres que buscan, en los tres poderes, cuatro para ser más exactos, conducir la nave estatal?. La respuesta es sí. Pero ni un paso atrás en el Estado laico, la cultura laica y el resto de las libertades, plasmadas en derechos individuales y colectivos, duramente conquistadas. Requieren esas dos reformas: de sus individuos, como gobernados y gobernantes y del Estado como una estructura de medios jurídicos y fines políticos que requieren sujetarse al postulado de resolver, con más democracia y republicanismo, los problemas de nuestra actual democracia.

VI.- Reforma en economía con sus políticas públicas económicas sustentadas, contra el neoliberalismo económico y la globalización del capitalismo salvaje de plutocracias y oligarquías que "quisieron hacernos creer que toda intervención del Estado (o sea del gobierno), que se aparte de su papel de simple policía perseguidora de ladrones y asesinos, es una siniestra concesión a la idea infernal del socialismo... o del populismo".

VII.- Necesitamos una Reforma del Estado -como escriben Bobbio y Matteucci, en su Diccionario de política- como "una revolución pacífica en la legalidad". Así no hay rupturas ni violencias por parte del pueblo ni de sus gobernantes, pues en la continuidad, sobre la marcha de las instituciones y la convivencia pacífica social, se implantan los cambios para que así, pedagógicamente, vayan siendo asimilados por la nación que con cada Reforma de Modernización, actualiza a su sociedad en el contexto de la ahora llamada globalización o sea la intensificación de las relaciones judiciales, económicas, políticas, sociales y culturales internacionales, que tocan a nuestros puertos.

VIII.- La Reforma auténtica no es reformismo que se sintetiza, como escribió Lampedusa: "en cambiarlo todo de tal manera que todo permanezca igual. La Reforma del Estado y de los hombres y mujeres que dirigen a lo que Bodino llamó "la nave estatal" es, en otras palabras: "el método de renovación por medio de implantar reformas graduales y progresivas en oposición a los conservadurismos de derecha y a los reclamos de violencia revolucionaria".

IX.- Reforma del Estado... y también de los hombres, éstos considerados como individuos de todos los sexos a partir de la edad ciudadana (e incluso desde antes, pues a partir de la educación elemental han de formarse cívicamente los nuevos ciudadanos), exige que se contemple, no el pasado como tal, sino la historia de los pueblos para, en el nuevo contexto nacional y mundial, mantener una continuidad para el buen gobierno democrático y republicano que, si bien es dentro de una democracia representativa y por lo tanto indirecta, con reformas de plena autonomía a las instituciones dentro de la separación de poderes, facilite la consulta directa con arreglo a referéndums y otros recursos e instancias.

X.- Reforma del Estado para afianzar su laicismo, la tolerancia, las libertades religiosas y demás derechos humanos con un factor común: plena libertad de opinión, crítica e información para discutir abiertamente las decisiones públicas y privadas, con una prensa en la radio, televisión y medios impresos como contrapoder. De la consulta a la sociedad han de surgir los temas para la agenda de esa Modernización por vía de los cambios y las reformas. Una agenda, pues, democrática y republicana, para que participen quienes quieran, con convocatorias a la participación mayoritaria. Y ha de ser una Reforma del Estado, de sus gobernantes y sus gobernados, para el presente; en el entendido de que en política práctica solamente existe el presente.

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